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Docencia, derecho, ópera. prima la musica, poi le parole?

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Vincent
AutorJosé María Miranda Boto
Páginas116-120
116
DOCENCIA, DERECHO, ÓPERA.
PRIMA LA MUSICA, POI LE PAROLE?
JOSÉ MARÍA MIRANDA BOTO
Profesor Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social
Universidade de Santiago de Compostela
DOI: 10.14679/1517
1. ¿ÓPERA Y DERECHO?
¿Qué sentido tiene entrenar técnicos que permanezcan impávidos ante los grandes logros
de la Historia del Arte? ¿Han de abandonar las Facultades de Derecho los estudiantes sin sentir
el menor interés por la civilización en la que viven? ¿Serán repertorios de jurisprudencia
disecados? Es obligado que los profesores, si nos sentimos parte de esa civilización, aportemos
algo a esa construcción de juristas de mundo y no de legajo.
En el caso de la ópera, la fórmula, creo, ha de ser invertir la pregunta que, remedando el
título de la ópera de Antonio Salieri de 1786, enhebra el Capriccio de Richard Strauss. Las
palabras han de ser la vía a través de la cual la Ópera puede tener acceso a las aulas de la
Facultad de Derecho. La trama traerá la excusa para la belleza de la música. Por lo tanto, prima
le parole, poi la musica.
Haciendo bueno el consejo de la corte musical de José II en Amadeus, será apropiado situar
el escenario en la ópera italiana, al menos para empezar, y otros repertorios podrán ir siendo
facilitados en pequeñas dosis. En más de cuatrocientos años de existencia sobre los escenarios,
el ramillete de ejemplos que se puede recoger es excelente.
A mi juicio, no hay ópera más jurídica que Gianni Schicchi, la tercera hoja del Trittico de
Puccini. Todo el argumento se construye sobre un fraude testamentario, objeto de los reproches
de Dante en el Canto XXX del Infierno. Una familia codiciosa, un plebeyo más listo que todos
ellos juntos y una historia de amor añadida por Puccini y su libretista para endulzar un poco
semejante dosis de malicia. Para el público general, solo existe esta ópera por O mio babbino
caro.
Para el jurista, no hay fragmento de un libreto que pueda superar la elaboración del trucado
testamento de Buoso Donati. No hay improvisación alguna en estas líneas, sino una
reproducción minuciosa de los formulismos legales al uso. Tanto es así, que el testamento del

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