Capítulo 36. Iconografía y el concepto de la muerte en los sepulcros del siglo XIX: el caso del cementerio de Staglieno

AutorMaría González Sánchez
Cargo del AutorUniversidad de Salamanca, España
Páginas653-673
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CAPÍTULO 36
ICONOGRAFÍA Y EL CONCEPTO DE LA MUERTE
EN LOS SEPULCROS DEL SIGLO XIX: EL CASO
DEL CEMENTERIO DE STAGLIENO
MARÍA GONZÁLEZ SÁNCHEZ
Universidad de Salamanca, España
1. EVOLUCIÓN GENERAL DEL CONCEPTO DE LA MUERTE
EN EL ARTE A LO LARGO DE LOS SIGLOS HASTA EL
SIGLO XIX
Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta
noche y día su canción sin fin (Rabindranath Tagore)
El análisis de los sepulcros del siglo XIX no puede limitarse a un mero
estudio o investigación de piezas artísticas. Se exige comprender las cues-
tiones que lo rodean, es decir, tener en cuenta las inquietudes, sentimien-
tos, devociones y manifestaciones que se desarrollan en el ser humano, y
cómo éste lo consigue canalizar a través de un elemento material.
Cuando una persona muere se produce un doble sentimiento que resulta
intrínseco a todo individuo: Intentar demostrar que esa persona no debe
ser olvidada y, en consecuencia, demostrar que no ha pasado en vano
por la vida. Estos sentimientos duales ante la llegada inexorable de la
muerte se comienzan a dar desde época prehistórica. En los hombres del
paleolítico se ha podido comprobar como en sus enterramientos realiza-
ban una preparación del terreno, así como una disposición del cadáver
en posición fetal, y también el empleo de ofrendas. En la cueva de El
Mirón en Cantabria se data del paleolítico superior el Enterramiento de
la Dama Roja (Guy et al., 2015, p.38). Lo interesante de este enterra-
miento es que, franqueando el cuerpo de una mujer, (La Dama) apare-
cieron restos de polen fosilizados.
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Sin embargo, la hipótesis más apoyada es que esas flores eran concebi-
das a modo de ofrenda, siendo un ejemplo palpable del vínculo que, ya
por aquel entonces, había entre vivos y muertos. Los hombres prehistó-
ricos, no solo respetaban a sus muertos, sino que además estaban preo-
cupados por la vida de ultratumba (García, 2019, p.2).
No obstante, como bien argumentaba Heródoto (434-425a.C), era la ci-
vilización egipcia la más preocupada por su personación ante el tribunal
de Osiris. Sentían devoción hacia las almas de los muertos siempre que
sus cuerpos no fuesen destruidos o sus imágenes se perpetuaran en pie-
dra y, por este motivo, el embalsamiento tenía suma importancia a modo
de evitar la descomposición. El arte egipcio giraba primordialmente en
torno a la vida más allá de la muerte y de los muertos. Por lo tanto, los
objetos artísticos frecuentemente se concentraban en el ámbito funera-
rio, especialmente concentrándose en el interior de las mastabas, pirá-
mides o hipogeos227.
Bien es cierto que algunos autores han considerado a la sociedad egipcia
como la primera en realizar máscaras y representaciones en sentido ple-
namente funerario, es decir, la imagen tendría cierto efecto balsámico a
modo de representar “lo que es fugaz y se nos escapa” (Meana-Martínez,
2016, p.325). No obstante, otras fuentes documentales (Díaz, 2014,
p.624) han puesto en relieve que hacia el año 7000 a.C se data la cono-
cida como máscara de Jericó. El motivo de la realización de esta máscara
está intrínsecamente relacionado con el sentimiento de querer conservar
el rostro del ser querido, quizás a modo de mermar el miedo ante lo des-
conocido de quien contempla el vacío en el que queda inmerso el mori-
bundo. Las máscaras ejercerán una gran influencia sobre las representa-
ciones pictóricas y, ahora sí, las pinturas funerarias más antiguas dentro
de occidente se dan en los retratos realizados a los difuntos egipcios ela-
borados sobre tablas de madera, utilizándose para cubrir el rostro de los
cadáveres momificados. Estas representaciones funerarias resaltan ese
227 De hecho, el considerado como “mayor tesoro egipcio jamás descubierto” fue hallado en un
hipogeo por el arqueólogo Howard Carter en 1992, que daría lugar al descubrimiento de la ar-
chiconocida tumba de Tutankamón.

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