Barroco y barroco español

AutorJuan Fernando Segovia
Páginas27-50
BARROCO Y BARROCO ESPAÑOL
Juan Fernando Segovia
Universidad de Mendoza y CONICET
«Se sentía, como yo me siento ahora
–yo, intelectual jornalero–
dominicalmente enamorado del Barroco»
(Eugenio d’Ors, Lo barroco, 1935)
1. Acerca del Barroco
Dificultades
Tener un concepto del Barroco es una labor problemática 1. Tener, luego,
una visión del Barroco en las Españas es faena todavía más ajetreada. Lo
primero, porque hay muchas preguntas que hacerse en torno a la naturaleza
del Barroco; lo segundo, porque hay que remar contracorriente, yendo en el
sentido opuesto al que lleva la historiografía triunfante.
Si hasta es difícil la cronología del Barroco. Maravall dice va de Felipe III
(1598-1621) a las dos primeras décadas de Carlos II, teniendo como tiempo
histórico pleno el reinado de Felipe IV (1621-1665); prácticamente el siglo
XVII 2. Otros fijan una cronología que empieza en 1580 y culmina en 1742,
esto es, desde la fundación de Buenos Aires por Juan de Garay hasta el estreno
de El Mesías de Georg Friedrich Händel. Más vagamente, se sitúa el Barroco
en los siglos XVII y XVIII (convencionalismo recordado por Eugenio d’Ors).
1 Una historia del concepto (una Babel conceptual), en Walter M, «The concept of
baroque», Revista Canadiense de Estudios Hispánicos (Edmonton), vol. 33, n. 1 (2008), pp. 11-37.
2 José Antonio M, La cultura del Barroco. Análisis de una estructura histórica, Barce-
lona, Ariel, 1975, p. 24. En sentido similar, José Luis A, Historia crítica del pensamiento
español, t. III: Del Barroco a la Ilustración (siglos XVII y XVIII), Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 19
y ss., ubica el período del Barroco entre 1598 y 1680, prácticamente el siglo XVII español, que
comprende los reinados de Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-
1680), aunque cree encontrar antecedentes en Felipe II (1556-1598).
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Preguntas y dudas
¿Es el Barroco una cultura, una estética, una época, un estilo, un espíritu?
¿Se agota el Barroco en la representación escénica, en una cultura de imáge-
nes, en la teatralización de la vida moderna, en los simbolismos y emblemas,
en la estetización de la sociedad? ¿Qué relación guarda el Barroco con la Mo-
dernidad, entendida ésta no como período histórico sino como un conjunto
de valores, una visión del mundo?, ¿es su expresión crítica o un momento de
su consumación? El tiempo o el período que sigue al Renacimiento, ¿es el
del Barroco?, y si es así, ¿es el Barroco una ruptura o una evolución de las
tendencias renacentistas? O, como ingeniosamente pretendió Eugenio d’Ors,
¿será el Barroco una forma de expresión del espíritu humano (el movimiento,
el dinamismo, lo extralimitado frente a lo reglado, la mesura, la armonía, el
equilibrio de lo clásico) que puede hallarse en todas las épocas de la historia,
no un tiempo sino una «categoría», un Barroco eterno? 3
Más circunscrito, ¿es el Barroco la expresión de la cultura católica, como
sostuvo W. Weisbach, de sus valores particulares, sus contradicciones y su
vehemencia general? 4 ¿Será el Barroco la expresión artística de la Contra-
rreforma, de la Iglesia tridentina, según los estudios de Émile Mâle, con su
culto magnificente, triunfal, y su espiritualidad de júbilo? 5 El jesuitismo ¿es
la expresión de este Barroco católico? 6 ¿Hay una santidad barroca distintiva?
3 Eugenio ’O, Lo barroco (1935), Madrid, Tecnos, 1993. El Barroco es un eón, que se
presenta como «espíritu y estilo de la dispersión, arquetipo de esas manifestaciones polimor-
fas, en las cuales creemos distinguir, cada día más claramente, la presencia de un denomina-
dor común, la revelación del secreto de una cierta constante histórica».
4 Werner W, Der Barok als Kunst der Gegenreformation (1921), traducción al español:
El Barroco, arte de la Contrarreforma, Madrid, Espasa-Calpe, 1942.
5 Victor-Lucien T, Le baroque (1961), edición castellana: El Barroco, 2a ed., Buenos Ai-
res, Eudeba, 1965, pp. 14 y 15. Sobre la influencia de la Contrarreforma, pp. 42 y ss.
6 Para Abellán, sin que quede claro si habla de España o Europa, de la Iglesia Católica o
sólo de los jesuitas, la contrarreforma jesuítica es típicamente barroca por un rasgo: el activis-
mo y la primacía de la voluntad. Pero para seguir con las indeterminaciones (ahora contradic-
torias) apoya el aserto de Aranguren para quien el jesuitismo trae el reinado de la conciencia.
¿No se oponen voluntarismo y conciencia? Culmina con esta afirmación paradójica: «Se trata
de un catolicismo de carácter fundamentalmente apologético y defensivo, que vive cercado
por los peores enemigos, los que se han engendrado dentro de la propia casa» (José Luis A-
, Historia crítica del pensamiento español, t. II: La edad de oro, Madrid, Espasa-Calpe, 1979,
p. 574). ¿Cuál es el enemigo de casa, el misticismo español, el vacar en la contemplación? ¿Se
puede decir defensiva una empresa religiosa que llevó a los jesuitas a los confines del mundo?
Lo dice más terminantemente en el tomo III de su Historia, titulado: Del Barroco a la Ilustración
(siglos XVII y XVIII), cit., p. 54: «El Barroco puede referirse a una serie de actitudes ideológicas
muy típicas de su ideología [sic]: la sustitución del humanismo antropológico renacentista por
una espiritualidad trascendente; la búsqueda de un espacio intermedio entre Tierra y Cielo; el
espíritu tridentino y jesuítico emanado de la Compañía de Jesús; la concepción absolutista del
Estado; la tensión entre la fe dogmática y el espíritu crítico; la primacía del ascetismo apegado
a los valores morales frente al misticismo poético de los altos vuelos… Así, Contrarreforma,

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