naturaleza, bien común y prudencia política premisas intelectuales a la vida civil en la segunda escolástica

AutorGiovanni Turco
Páginas95-139
NATURALEZA, BIEN COMÚN Y PRUDENCIA POLÍTICA
PREMISAS INTELECTUALES A LA VIDA CIVIL EN LA
SEGUNDA ESCOLÁSTICA
Giovanni Turco
Universidad de Udine
1. INCEPTIO
La amplitud, tanto en el espacio como en el tiempo, y sobre todo en las
doctrinas, de la Segunda Escolástica, hace ardua cualquier indagación temá-
tica al respecto, tanto de índole histórica como teorética. Su dilatación dia-
crónica no sólo cubre el arco de cerca de tres siglos, sino que al mismo tiem-
po las áreas culturales en que se mueve afectan al menos a tres continentes.
E incluso donde se observa en el coágulo de un flujo contextual, como la
Escolástica barroca hispánica, la multiplicidad de los aportes se evidencia
irreductiblemente.
De hecho, si desde el punto de vista cronológico la Escolástica postriden-
tina se coloca entre los siglos XVI y XVII (con antecedentes en el XV), des-
de el geográfico se registra su presencia en Europa (occidental y oriental) 1,
Asia (hasta la China y el Japón) y las Américas (particularmente en Hispa-
noamérica). Sin contar lo vasto de las problemáticas afrontadas –de las meta-
físicas a las éticas, de las psicológicas a las gnoseológicas, de las jurídicas a las
políticas– y la multiplicidad de las direcciones especulativas –de la tomista a
la escotista, de la occamiana a la albertiana 2 o la buenaventuriana– así como
sus múltiples interrelaciones.
1 Puede señalarse a título de ejemplo que el renacimiento del pensamiento escolástico
durante el siglo XIX en Polonia se desarrolla a partir de la premisa de su continuidad inte-
lectual con la tradición escolástica precedente. Véase, entre otros, Zénon K, Pologne: un
siècle de réflexions sur la philosophie médiévale, en Ruedi I y Alfonso M (eds.), Gli studi
di filosofia medievale tra Otto e Novecento. Contributo a un bilancio storiografico, Roma, Edizioni di
Storia e Letteratura, 1991, pp. 97-130.
2 Sobre algunos aspectos de la posteridad albertiana, se remite a Martin G, Der
Einfluss Alberts des Grossen auf das mittelalterlische Geistesleben, trad. it., L’influsso di Alberto Magno
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La variedad de los géneros literarios y de las perspectivas de investigación
–de la difusión de los Comentarios al consolidarse de los Tratados, al afir-
marse de las Lecciones y de las Controversias (espacialmente iusfilosóficas
y iusteológicas) 3, hasta las monografías polémicas 4–, presenta un diorama
vastísimo (aun con el prevalecer, a veces, de módulos o argumentos). En
este contexto, más allá de nociones recurrentes, no es difícil destacar una
vivacidad intelectual que, dejando a salvo los datos relativos al Depósito de la
fe (aunque no sin implicaciones respecto de ellos), se explica en el campo
filosófico hasta el punto de registrar formas de eclecticismo –endógeno y
exógeno– que incluyen doctrinas no sólo originadas en las corrientes esco-
lásticas sino incluso de derivación empirista o racionalista (como es posible
descubrir particularmente en la Escolástica del siglo XVIII).
No debe callarse, al mismo tiempo, sobre el difícil acceso a los textos y la
escasez o parcialidad de las ediciones modernas. Hasta el punto de precisar
reconstrucciones documentales, análisis textuales, profundizaciones temá-
ticas y contrastes sintéticos, capaces de levantar el velo del olvido sobre un
cosmos intelectual propio y verdadero.
De ahí emerge la dificultad objetiva –que, sin embargo, no significa im-
posibilidad, por lo menos relativa a problemáticas, juicios y tesis comunes–
de una visión de conjunto 5, que no se limite a autores y temas ya explorados,
sino que sea capaz de abarcar itinerarios complejos y articulados, de evitar
síntesis apresuradas, esquematizaciones apriorísticas y juicios sumarios, re-
clamando la indagación puntual de los textos, la inteligencia inequívoca de
la terminología, el conocimiento de los debates coetáneos, así como la capa-
cidad de determinar líneas doctrinales (distintas y/o unidas).
La Segunda Escolástica es históricamente la Escolástica postridentina, si
bien sus comienzos preceden al Concilio de Trento (particularmente gracias
sulla vita intellettuale del Medio evo, 2ª ed., Roma, Scuola Tipografica Missionaria Domenicana,
1931 (el análisis se proyecta hasta los siglos XV-XVI).
3 Constituye una referencia imprescindible el tratamiento desarrollado en tres volúme-
nes por Carlo G, La seconda scolastica. (I) I grandi commentatori di San Tommaso, Milán,
Bocca, 1944; La seconda scolastica. (II) Precedenze teoretiche ai problemi giuridici, Milán, Bocca, 1946;
La seconda scolastica. (III) I problemi giuridico-politici, Milán, Bocca 1950; el texto se ha vuelto a
publicar en 2004, en Turín, por Nino Aragno Editore.
4 Uno de los ejes de la Escolástica del siglo XVIII, por lo demás, es el análisis y refuta-
ción de las tesis ilustradas. En este orden, resulta ejemplar la reconstrucción de Didier M-
, Les ennemis des philosophes. L’antiphilosophie au temps des Lumières, París, Albin Michel,
2000.
5 Como se ha señalado oportunamente, «un período de la historia de la filosofía, que
aún no ha sido objeto de un estudio de conjunto, es el del renacimiento de la filosofía esco-
lástica durante los siglos XVI, XVII e XVIII» (Carlo G, La Seconda Scolastica. (I) I grandi
commentatori di san Tommaso, cit., p. 5). Para consideraciones, al menos en parte, análogas, cfr.
también Marta F y Lucia B (eds.), Silete Theologi in munere alieno. Alberico
Gentili e la Seconda Scolastica, Padua, CEDAM, 2011; Paolo G (ed.), La Seconda Scolastica
nella formazione del diritto privato moderno, Milán, Giuffrè, 1973.
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a la reviviscencia del pensamiento tomista durante el siglo XV) y cultural-
mente la Escolástica barroca, aunque su estación se prolongue más allá de la
edad del Barroco. Es eminentemente, aunque no exclusivamente, la «Esco-
lástica española» 6, por el florecimiento y fecundidad de la ecumene hispánica.
Entre los autores más relevantes, en efecto, fueron mayoría los hispánicos,
que ejercieron un influjo profundo y duradero: de Toledo a Pereira, de Bá-
ñez a Vitoria, de Soto a Suárez, de Molina a Vázquez, de Nieremberg a Riba-
deneyra.
La pluralidad de direcciones y de doctrinas que se registra en el seno
de la Segunda Escolástica evidencia el ejercicio de una efectiva libertad in-
telectual (señaladamente en el ámbito filosófico) y de una notable altura
de elaboración (particularmente en el ámbito lógico, metafísico y jurídico-
político).
Los autores que se incluyen en la corriente no dudan de la necesidad, en
filosofía, de ejercitar conscientemente la racionalidad, reconociendo sere-
namente en ella el criterio directivo del pensamiento. Las mismas polémicas
que se desarrollan en su interior, pero también la disposición para conside-
rar críticamente tesis ajenas, acreditan tanto la seriedad del esfuerzo como
la complejidad de las discusiones.
Tal libertad intelectual se ejerce conscientemente como vía para per-
seguir la finalidad intrínsecamente alética de la investigación filosófica, o
sea, como condición eurística al primado de la verdad. Tal libertad se da
propiamente sobre la premisa de la capacidad cognoscitiva de la razón hu-
mana, incluso respecto de dictámenes consolidados y autoridades reputa-
das.
Piénsese en las opiniones de Benito Pereira: «Ego multum Platoni tribuo,
plus Aristoteli, sed rationi plurium. In explicandis philosophiae quaestionibus dis-
ceptandisque controversiis, equidem quid Aristotelis senserit diligenter considero, sed
multo magis quid ratio suadeat mecum ipse perpendo. Si quid Aristotelis doctrinae
congruens et conveniens esse intelligo, probabile duco; si quid autem rationi consenta-
neum esse video, verum certumque judico» 7. Donde no sólo se da el primado del
escrutinio racional de las argumentaciones, sino también la actitud de pres-
tar atención primeramente a los datos de la experiencia y de la observación
antes que a la autoridad de los filósofos.
Se expresa análogamente Pedro de Fonseca: «In tractandis quaestionibus,
quas ipsa occasio lectionis obtulit, plane liberi fuimus; nec alios auctores tantum, sed
ipsum quoque Aristotelem nonnumquam deseruimus […]. In nullius verba doctoris
6 Carlo G, La Seconda Scolastica, en Cornelio F (ed.), Storia della filosofia, vol. I,
Roma, Coletti, 1959, p. 405. El mismo texto se reproduce también en Michele Federico S-
 (dir.), Grande Antologia Filosofica, vol. IX, Milán, Marzorati, 1964, pp. 2039-2064.
7 Benito P, De communibus omnium rerum naturalium principiis et affectionibus, París,
Michael Sonnium, 1585, p. 7.

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