Arte barroco e hispanidad

AutorAdrien-Angelo Bastien
Páginas321-373
ARTE BARROCO E HISPANIDAD
Adrien-Angelo Bastien
Artista-Pintor (Madrid)
Puedan estas pobres líneas servir a la gloria de Jesucristo, Bondad infinita,
Belleza suma, Verdad eterna, Luz del mundo.
Se las dedico igualmente a mi esposa María, a nuestros hijos Agnès y Nicolás
«Ese doble impulso de atracción apasionada hacia la realidad concreta y de
huida ascética hacia lo infinito, explica la doble tendencia del Barroco: a
profundizar y espiritualizar todo lo sensible, de una parte, y hacer sensible
de otra por medio de la alegoría todo lo espiritual»
(Emilio Orozco, Manierismo y Barroco, Salamanca, Anaya, 1970, p. 50)
1. ¿Por qué el Barroco?
No encontraremos aquí un tratado de historia del arte sobre el Barroco,
sobre el Barroco español como suele llamársele más concretamente, y me-
nos aún una historia de España o de la Hispanidad, por existir ya muchas
obras especializadas que tratan de ambos temas con mucha mayor amplitud
y conocimiento de lo que seríamos nosotros capaces. El propósito de este es-
crito, sin embargo, será de tratar de esclarecer lo que nos permite unir a es-
tas dos palabras en un solo título, Barroco e Hispanidad, intentando apuntar
qué es lo que hace que estos términos sean inseparables, sin ser equivalen-
tes. Está claro que la Hispanidad no se limita y no es equivalente al concepto
de Barroco, del mismo modo que éste tampoco se limita ni equivale al con-
cepto de la Hispanidad. Existe un Barroco no hispánico, el que prosperó en
el norte de Europa, siendo el Barroco austríaco un notable ejemplo de ello.
Existen igualmente artistas y obras hispanas no barrocas, de corte neoclá-
sico, opuestos a la estética barroca. Veremos sin embargo que no podemos
hablar del mismo modo de un barroco español como de un clasicismo espa-
ñol: el Barroco y el clasicismo no ocupan partes iguales en la historia estética
de nuestro país, no son meros estilos artísticos enfrentados que solamente
refieren a querellas de estetas, sino que manifiestan y son representativos de
322 Adrien-Angelo Bastien
dos visiones del mundo radicalmente opuestas, la primera connatural a lo
hispano, la segunda artificial y ajena a ello.
La Tradición hispana
Cada pueblo o cultura ha expresado con mayor claridad y énfasis los ras-
gos esenciales y característicos de su alma privilegiando unas formas artísti-
cas, políticas y religiosas que les son más naturales y propias, a otras que no
lo son. Pues bien, esperamos demostrar aquí que la forma propia con la que
el alma hispana se manifiesta naturalmente es el arte barroco.
La esencia de la civilización 1 hispánica se encarna como contenido en
el Barroco, que viene a ser su forma visible. La Hispanidad es barroca. Si
tratamos de estudiar y de entender el arte barroco, entenderemos mejor
el alma, el espíritu, la esencia, o como se quiera llamar, de la Hispanidad.
Ya sea en la península ibérica, en las Filipinas, en el Perú o en cualquier
Reino de ultramar, incluso en lo que queda de hispano en los Países Bajos,
en esa multiplicidad, existe una unidad y una permanencia. La Hispanidad
no consiste en un único pueblo, puesto que castellanos, vascos, catalanes y
americanos son todos hispanos; ni tampoco es por lo tanto una sola raza, no
existe una unidad étnica en la Hispanidad; no es tampoco una sola lengua,
ni un único reino. Bajo la Monarquía Católica, o Imperio Español, manifes-
tación y encarnación política de la Hispanidad, existe una pluralidad, una
multiplicidad de reinos, de razas, de lenguas y de leyes. Todos sin embargo
participan de una misma unidad 2. Esta unidad geográfica y cronológica, que
permanece, se desarrolla, vive y progresa a través del tiempo manteniendo
siempre unas características y un espíritu común, es lo que podemos llamar
la Tradición. Esa unidad, esa Tradición hispana reducida a sus dos caracte-
rísticas más permanentes y esenciales se resume en dos ideas, la primera y
más fundacional e importante es la fidelidad a Roma, a la Iglesia Católica y
la segunda, la fidelidad al Rey. En última instancia no vemos otro cimiento
para la Hispanidad que estas dos fidelidades. Son estas las que le han dado
nacimiento, las que la han mantenido viva y las que le han permitido crecer
y progresar. La palabra que más se ajusta a esa vida esencial de la Hispanidad
en su devenir histórico es: Tradición. Entender el Barroco será ya, en gran
medida, entender esta Tradición hispana.
Esa unidad va acompañada de un mismo modo de ver, de sentir, de
vivir y de querer, diferente al de otras culturas cercanas tales como la an-
1 Para referirnos a la Hispanidad, empleamos por igual, sin que manifiesten ninguna
diferencia esencial, el término de cultura o de civilización.
2 Es importante entender que sin unidad, sin rasgos comunes compartidos por tan gran-
de multiplicidad, no podríamos hablar de Hispanidad, pues no podríamos agrupar estos ele-
mentos, diferenciados en el espacio y en el tiempo, bajo un mismo concepto que les confiere
esta unidad misma y sirve para designarla.
Arte barroco e Hispanidad 323
glosajona. Culturalmente se encarna en el Barroco, momento de madurez
y por lo tanto de manifestación más plena y más clara del ethos hispánico.
Barroco que florece en todas las artes, en la filosofía, en la política, en la
teología etc. Existirá por lo tanto una correspondencia entre todas estas
manifestaciones culturales: lo que encontremos en poesía lo encontrare-
mos igualmente en pintura, en arquitectura, en la música etc... El estudio
de estas formas exteriores nos permitirá entender con mayor agudeza el
interior y la vida del espíritu del que estas formas son la encarnación, esto
es, de la Hispanidad.
Simplificando mucho, y es que éste no es el lugar para debatir de ello,
se puede decir que en toda cultura existe un momento cumbre en el que
se expresa mejor su ser, un periodo histórico privilegiado, de auge, de glo-
ria, de florecimiento, en el que dicha cultura alcanza su plena madurez
antes de decaer 3. Aunque no sea este fenómeno sujeto a ningún determi-
nismo necesario, y sin tener tampoco una visión organicista de la sociedad
y de la cultura (esto no deja de ser una mera analogía que puede ser útil,
pero que no ha de limitarnos), es sin embargo, y por desgracia, lo que casi
siempre se observa a lo largo de la historia. El estudio de este periodo siem-
pre será, por motivos evidentes, el más apropiado para acercarse a la esen-
cia 4 de dicha cultura. Para la Hispanidad, hablamos de los Siglos de Oro,
siglos XVI y XVII, época de pleno desarrollo del Barroco que coincide, y
nos parece un hecho más que relevante, con el periodo político de mayor
esplendor, con el Imperio.
El Barroco y lo barroco
El término barroco es polisémico y presenta por lo tanto varias acepcio-
nes. Conviene para la claridad del presente estudio esclarecer qué realida-
des se designan mediante esta palabra y, más aún, cuáles descartamos. Mu-
chas historias del arte defendían el hecho de que todo estilo artístico nace,
crece, se desarrolla, alcanza su perfección, para luego decaer y dejar paso
3 A diferencia de lo que pudieron opinar pensadores de la cultura no bien intencionados
tales como Jakob Burckhardt y Nietzsche (y en la misma línea, Spengler), sí pensamos que las
grandes épocas artísticas, sin coincidencia cronológica exacta, corresponden con los periodos
de mayor auge político, y especialmente aliándose este poder, o más bien subordinándose, a
la Religión. Esta siempre es, y particularmente en el caso del Catolicismo y de Europa, la que
condiciona, la que da forma, la que configura el desarrollo cultural, político, social, etc., de
los diferentes pueblos europeos.
4 Asumimos sin complejos un punto de vista filosófico esencialista (platónico-aristotélico
y tomista), y en política también. Pero es conveniente advertir que no será necesario que el
lector comparta nuestro punto de vista para adherir a lo que sigue en nuestro trabajo: bas-
ta con reconocer que para poder estudiar cualquier fenómeno hace falta que existan en él
algunos rasgos comunes y permanentes sin los cuales este fenómeno no existiría, no sería
definible ni conceptualizable, sin que por ello tengan que ser éstos inmutables, ni tener un
fundamento ontológico trascendente como el que nosotros sí presuponemos.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR