Violencia contra la mujer

AutorJulio Picatoste
Cargo del AutorMagistrado (jubilado) - Académico de número de la Real Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación
Páginas330-331
VIOLENCIA CONTRA LA MUJER 104
Hace unos días, hemos conocido por las noticias televisadas un episo-
dio –¡otro más!– de lo que se ha dado en denominar “violencia de género.
Ilustraban el relato unas imágenes grabadas con un móvil. Estas mostraban
a una mujer derribada en el suelo, brutalmente golpeada por su ex pareja,
un joven de diecisiete años. Tal era el salvajismo de la agresión, tal la ereza
de los golpes, que no era fácil mantener la mirada y soportar aquella escena
vomitiva, aquel arrebato de barbarie. Junto a la mujer estaba su hijo, pobre
criatura que al ver a su madre atropellada de aquella manera, trataba inútil-
mente de defenderla. Parece ser que la bestia agresora se hizo después con
un cuchillo con el que apuñaló a la mujer en una pierna. No hay palabras.
Para el psiquiatra A. Storr, la agresividad es instinto atávico presente en
el ser humano desde etapas arcaicas de su evolución y sus efectos pueden ser
controlados y encauzados pero no anulados. Esa agresividad es común al
hombre y a los animales. Pero lo llamativo es que, si en los segundos aparece
como reacción instintiva tendente a salvaguardar los intereses de la especie,
el ser humano la aplica, de forma singularmente desalmada y feroz, contra
su propia especie, y en ocasiones hasta extremos de locura exterminadora.
La visión de aquella violencia desaforada del joven bárbaro sobre el
cuerpo dominado y sometido de la mujer, me llevó a pensar en lo que pudie-
se haber de semejanza entre las formas de violencia sobre la mujer y la tor-
tura, especialmente cuando aquella se instala como conducta sistemática y
continuada en la relación de pareja, bajo techo, al abrigo de la vida doméstica
donde el hombre se erige en sátrapa. Y lo digo porque desde el punto de vista
jurídico-legal, la tortura se dene por notas especícas que la diferencian de
otras agresiones ilícitas como los tratos inhumanos, por ejemplo, y lo mismo
se diría del maltrato (corporal o psíquico) de la mujer. No hablo de establecer
una similitud plena, dado que son dos fenómenos distintos en la intensidad
y sosticación del daño inigido, en los sujetos, en los nes y contextos; ello
no obstante, sí cabe destacar alguna anidad. La profesora romana Dona-
tella Di Cesare, autora de una muy interesante monografía sobre la tortura,
104 Faro de Vigo, 12 de julio de 2020.

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