Compañera (en la hora de la jubilación)

AutorJulio Picatoste
Cargo del AutorMagistrado (jubilado) - Académico de número de la Real Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación
Páginas322-323
COMPAÑERA 100
(En la hora de la jubilación)
Parece que en la proximidad de cualquier postrimería la nostalgia se
apodera de nosotros, los recuerdos se agitan y su revuelo bullicioso aviva la
memoria y remueve las cenizas del ayer. Es como si algo en nuestro interior
convocase la presencia del pasado para dar testimonio de vida ante un futuro
que se acorta cada vez más. Antes de pasar la última página de la etapa que
concluye, me detengo y vuelvo la mirada hacia el pasado. Y recuerdo…
Fue en una de esas hermosas tardes del Madrid otoñal, hace ya muchos
años, cuando tuvo lugar nuestro primer encuentro. Yo era joven y ella aún
estaba por hacer; había orientado mis pasos hacia aquel momento que venía
precedido de sueños y de insomnios, de esperanzas y torturas; intuía, no sin
dolorosa incertidumbre, que en algún recodo del camino habría de encon-
trarla. Deambulando por las calles estrechas del Madrid antiguo, entre Puer-
ta del Sol y Plaza de Santa Ana, la divisé a través del cristal de un escaparate,
sobria en su verticalidad elegante. Me miró, o tal vez así lo quise creer. Era el
momento. Crucé la calle y entré en el establecimiento donde ella estaba. No
recuerdo mis primeras palabras, pero sí sé que unos minutos después queda-
ba emplazado para un encuentro posterior.
Pasados unos meses, sellamos formalmente nuestro pacto con juramen-
to de lealtad y promesa de hacer de la verdad palabra y de la palabra verdad;
y así, temerosos, echamos a andar en dirección al futuro incierto. Hubo en el
camino momentos difíciles en los que ella me infundió valor. Durante años
fue coraza, austeridad, sacricio, compasión. Con ella aprendí mucho acerca
de la condición humana.
Habíamos echado a andar con ilusión cándida –límpida blancura– y una fe
apasionada y tersa; por eso, hoy abomino de quienes –impostores– las mancilla-
ron con su doblez falsaria. Supe entonces dónde no estaba la verdad. Seguimos
nuestro camino dejándolos atrás; despojados de púrpuras espurias y ya desnu-
dos, como los trajo el diablo al mundo, quedaron a la vista sus miserias.
100 Faro de Vigo, 4 de septiembre de 2019.

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