Soltando amarras: la emergencia de la criminología cultural

AutorJock Young
Páginas109-137
109
CAPÍTULO V
SOLTANDO AMARRAS: LA EMERGENCIA
DE LA CRIMINOLOGÍA CULTURAL
1. EXTRAYENDO LA MELODÍA DE LA CHARLA MONÓTONA
En su discurso presidencial en el encuentro anual de la American Society
of Criminology en Denver, Colorado, en noviembre de 2003, John Laub
comentó lo siguiente:
«Cuando comencé en este campo como estudiante de posgrado en 1970
la criminología era un campo excitante porque la gente se apasionaba con las
ideas. Hoy día las “preocupaciones profesionales” están en el centro del esce-
nario (por ejemplo, el número de publicaciones, de citas, la cantidad de f‌inan-
ciación externa obtenida, los ránkings departamentales y demás son las nuevas
medidas del impacto intelectual y la erudición)» (2004: 3).
Habló sobre «la edad de oro de la teoría» y a continuación añadió, casi
sotto voce, en un pie de página: «Uno puede preguntar con total seriedad.
¿Por qué hay tanta criminología aburrida hoy en día?».
Ahí estaba un criminólogo distinguido, activo en la investigación y co-
nocedor eminente de la evolución de la criminología, admitiendo valien-
temente que algo falta en la disciplina. A veces conjeturo que mucha de la
criminología ortodoxa tiene lo que uno podría llamar el toque anti-Midas:
la capacidad de convertir el oro en gravilla. Aquí tenemos un tema que es
objeto de acaloradas discusiones en el trabajo y en la parada del autobús,
que es uno de los principales focos del cine y la televisión, el material de
videojuegos, la dieta básica de los medios y el argumento central de multitud
de géneros de la literatura popular, desde los thrillers hasta los asesinatos en
serie. Es más, el acto en sí mismo está frecuentemente cargado de malicia,
escalofrío y miedo (no es inusual que galvanice al delincuente y traumatice
a la víctima). Aun así, tanto la fenomenología del delito como la fascinación
del espectador de alguna manera se pierden en la literatura académica. De
hecho, a veces, ésta es la intención. Marcus Felson (2002), por ejemplo, se
nos une para aceptar que la mayoría de los delitos tienen un valioso pequeño
Jock Young
110
drama y que al mismo tiempo «no es para tanto» (p. 3). En realidad parece
celebrar alegremente lo mundano. Lo ve más bien parecido al resto de miles
de eventos de la vida diaria. Sin embargo, Felson parece olvidar que la vida
diaria es, en realidad, con frecuencia un escenario de drama, tragedia y feli-
cidad y que incluso lo anodino del hábito y la rutina es a menudo un lugar de
gran intensidad, una vía de escape a los miedos existenciales del mundo, un
lugar de consuelo y soledad. La condición humana tiene mucho de historia
de estoica privación, cólera, placer y resistencia, interrumpidas, de vez en
cuando, por lo que sólo podemos describir como momentos incandescentes:
la gente se enamora, una mirada al chico al otro lado de la habitación, esa
noche del sábado cuando de repente todo parece funcionar, una frase, una
melodía, una guitarra eléctrica; cualquiera que sea la persona; cualquiera
que sea la vida. Es vertiginosa, a veces aterradora, a menudo gozosa, y hay
una cosa que no es: monótona.
La criminología cultural es importante porque captura la fenomenología
del delito: su adrenalina, su placer y su pánico; su emoción y su cólera, ira
y humillación; su desesperación y sus fronteras. Espero argumentar que la
criminología cultural no sólo captura la fenomenología del delito sino que
también está mucho más acompasada con la fenomenología de la vida diaria
en general de la época posmoderna, tanto en su búsqueda de emoción como
en la retracción al tedio y tensión de la conformidad. Nos enfrentamos en
este momento con una criminología ortodoxa que está desnaturalizada y
disecada. Sus actores habitan un planeta árido en el que, o bien son llevados
a la delincuencia por los déf‌icits sociales y psicológicos, o hacen elecciones
oportunistas en el mercado del delito. Son, bien miserables, bien mundanos;
son criaturas digitales de cantidad, obedecen a leyes probabilísticas de des-
viación: pueden ser representados por el simbolismo estadístico de lambda,
chi y sigma, su comportamiento puede ser capturado en los enrevesamientos
del análisis regresivo y las ecuaciones.
La estructura de mi argumento es que, dado que los seres humanos son
seres creadores de cultura y están dotados de libre albedrío, aunque se en-
cuentren en circunstancias que no han creado ellos mismos, la Verstehen
del signif‌icado humano resulta, por def‌inición, una necesidad en cualquier
explicación de la actividad humana, criminal o de otro tipo (véase Ferrell,
1997). Es en la era posmoderna cuando esa creatividad y ref‌lexividad se
vuelven más evidentes, dado que —y aquí está la ironía— es precisamente
en el momento en el que se produce el cambio cultural cuando surge en
las «ciencias» sociales un positivismo cada vez más fuerte y que busca la
hegemonía. Pero antes de examinar la naturaleza del perfecto ajuste entre
la criminología cultural y la época posmoderna, examinemos primero los
antecedentes la criminología cultural en la teoría subcultural y en el giro
cultural de los sesenta.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR