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Los sexólogos y la medición

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Vincent
AutorJock Young
Páginas47-61
47
CAPÍTULO II
LOS SEXÓLOGOS Y LA MEDICIÓN
En abril y mayo de 1995 las columnas de The New York Review of Books
fueron protagonistas de un debate destacado, algunos dirían que mordaz.
Fue una discusión que constituyó, en mi opinión, uno de los ejemplos más
signif‌icativos de denuncia de la academia, extendiéndose ampliamente en su
crítica, muy oportuna en su objeto y razonamiento, y muy necesaria desde
hacía tiempo pero que, como vamos a ver, cayó en saco roto.
De un lado de la escaramuza estaba Richard Lewontin, profesor de zoo-
logía en Harvard, destacado genetista y epidemiólogo. En el otro, un equipo
de sociólogos liderado por Edward Laumann y John Gagnon, de la Univer-
sidad de Chicago, que junto a otros había publicado recientemente The So-
cial Organization of Sexuality (1995a) y su popular volumen compañero Sex
in America: A Def‌initive Survey (Michael et al., 1995). Observando la pelea, e
inmiscuyéndose con gran placer, estaba Richard Sennett, profesor de socio-
logía en la London School of Economics y en la New York University —uno
de los mejores sociólogos de nuestro tiempo—.
Este debate es de interés porque representa la confrontación directa de
las ciencias naturales con la sociología o la ciencia social, como a menu-
do se denomina con esperanza y de forma optimista. Estos enfrentamientos
son relativamente escasos y suelen ocurrir cuando resultados especialmen-
te incómodos políticamente se presentan al público como hierro fundido y
embellecidos con el sello de la ciencia. Un ejemplo de lo anterior fue The
Bell Curve (1994), de Richard Herrnstein y Charles Murray, acompañado de
páginas de tablas estadísticas que pretendían presentar la prueba científ‌ica
de la conexión entre raza, coef‌iciente intelectual y, por supuesto, delincuen-
cia. En ese momento científ‌icos eminentes, incluidos Steven Rose y Stephen
Gould, se sintieron obligados a intervenir, a pesar de que normalmente los
muros entre disciplinas permanecen intactos: de hecho, una atmósfera co-
legial de respeto mutuo, unida a la falta de interés, permite que literaturas
paralelas y contradictorias sobre un mismo objeto puedan aparecer entre
departamentos separados, a veces, por un pasillo y, más frecuentemente, por
un edif‌icio de facultad. En el caso de las ciencias naturales y sociales esto se

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