Giuliani y el milagro de Nueva York

AutorJock Young
Páginas139-159
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CAPÍTULO VI
GIULIANI Y EL MILAGRO DE NUEVA YORK
Vivimos en un tiempo de cambio rápido. Hoy en día, más que las varia-
bles determinar el cambio, es casi como si el cambio ocurriera y los factores
parecieran seguirle coleteando como hormigas. La predicción de aconteci-
mientos de la vida real de alguna importancia siempre ha resultado ser un la-
mentable fracaso en las «ciencias sociales»; sólo hay que pensar en el colapso
del comunismo y mirar los escritos de los politólogos de antes de los días de
la glasnost, o la reciente incapacidad de los económetras más «sof‌isticados»
para predecir la crisis f‌inanciera y el colapso de la burbuja. En criminología
en nuestro tiempo hemos sido testigos de dos cambios drásticos completa-
mente contrarios a nuestras predicciones científ‌icas. Primero, en el período
que siguió a los años sesenta, la tasa de criminalidad incrementó implaca-
blemente en la mayoría de los países industriales, a pesar de que todos los
factores que habían sido identif‌icados como reductores del crimen iban en
aumento (sanidad, educación, empleo, vivienda). En otro lugar llamé a esto
«la crisis etiológica» en teoría criminológica (1994). Ésta fue seguida por
una crisis en la punibilidad, ya que las tasas de encarcelamiento y las cifras
de actuación policial crecieron, y aun así la tasa de criminalidad continuó su-
biendo persistentemente. Esto puso en marcha un intenso debate entre cri-
minólogos, y es en parte la base para la extraordinaria plétora de teorías que
han surgido en los últimos treinta años. Pero después de haber pasado toda
nuestra carrera investigando por qué el crimen debería aumentar casi inexo-
rablemente (bien sea debido a la privación relativa, a hogares destrozados, a
la desorganización social, al mal funcionamiento de los sistemas de control,
al etiquetamiento, etc.), nos encontramos en la posición desesperante en la
que la tasa de criminalidad en muchos países industriales (incluyendo a Esta-
dos Unidos y al Reino Unido) empieza a descender, contra todo pronóstico
que yo conozca. Aquí tenemos un doble trauma o palo, si lo pref‌ieren. Así
que aquí estamos, a principios del siglo XXI, enfrentándonos a la segunda
crisis etiológica, sin siquiera saber con seguridad cuánto durará ésta, pero de
nuevo buscando una explicación.
Jock Young
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1. EL DESCENSO DE CRIMINALIDAD EN ESTADOS UNIDOS
Y LA CRISIS DEL POSITIVISMO
El 16 de noviembre de 2000 tuvo lugar en San Francisco un concurri-
do encuentro de la American Society of Criminology para hablar sobre un
acontecimiento de lo más extraordinario en el mundo del crimen. A partir de
1991, el crimen violento en Estados Unidos, que había estado con mucho a
la cabeza del mundo desarrollado en lo que respecta a tasas de homicidio y
de robo, había comenzado a caer. El número de homicidios descendió en un
35,7 por 100 desde 1991 hasta 1998 (de 9,3 a 6,3 por cada 100.000) (Blum-
stein y Wallman, 2000). Al Blumstein, del Consorcio Nacional para la Inves-
tigación de la Violencia (National Consortium on Violence Research), había
reunido a un deslumbrante grupo de expertos: demógrafos, economistas,
sociólogos y criminólogos, y todos ellos aportaron sus puntos de vista sobre
el cambio con gráf‌icos y análisis estadísticos realizados en profundidad. Escu-
ché fascinado cómo habían tenido en cuenta cada uno de los acontecimientos
a lo largo del período de tiempo para explicar el fenómeno: desde cambios
en la distribución de pistolas y revólveres, la extraordinaria expansión de las
prisiones, el nivel de tolerancia cero en lo que respecta a la actuación policial,
hasta cambios en la cultura del crack y en la tecnología. Al f‌inal de la sesión
pidieron comentarios al público, no cabe duda de que esperando alguna crí-
tica detallada sobre los niveles de actuación policial o sobre la inf‌luencia de la
disponibilidad de armas cortas, o algún ref‌inamiento en cuanto a la conside-
ración de los factores. Sin embargo, la primera pregunta, de una colega cana-
diense, fue como una revelación. Señaló irónicamente que se suponía que los
canadienses estaban condenados a ir culturalmente por detrás de sus primos
estadounidenses, pero que ellos también habían experimentado una disminu-
ción de violencia, a pesar de no haber tenido tal período de rápida expansión
de prisiones, a pesar de no tener un nivel de tolerancia cero riguroso en lo
que respecta a la actuación policial, y a pesar de que Canadá sólo tenía un
pequeño problema con el crack y la cocaína (véase el comentario en Ouimet,
2002). A continuación intervino una mujer española, que dijo algo muy pare-
cido sobre su país. Y, de hecho, se dio un descenso de criminalidad en 13 de
21 países industriales durante 1997 y 1998 (Barclay et al., 2001). Asimismo,
Inglaterra y Gales han experimentado una caída prolongada de criminalidad
y, a pesar de compartir el idioma y un fácil acceso a la información, esto ha
sido ignorado en gran parte por los criminólogos estadounidenses.
El equipo de Blumstein se centró en la relación entre los cambios en las
variables y el descenso de la violencia. Una vez examinados los datos inter-
nacionales hay que cuestionarse seriamente si estaban mirando las variables
correctas. Además, para rematar, trazaron la línea de correlación entre estas
variables y el nivel de violencia cuando, de hecho, los crímenes relacionados
con la propiedad también iban en descenso. La explicación más inmediata
para esto es que estamos ante una «causalidad espuria». Es decir, el equipo

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