El fraude del positivismo

AutorJock Young
Páginas87-108
87
CAPÍTULO IV
EL FRAUDE DEL POSITIVISMO
«En las páginas que siguen [se trata de un libro sobre esquizofrenia] nos
vamos a ocupar específ‌icamente de las personas que se creen autómatas, robots,
partes de una maquinaria o, incluso, animales. Tales personas son acertadamen-
te vistas como locas. Entonces, ¿por qué no consideramos que una teoría que
trata de transmutar a las personas en autómatas o en animales es igualmente
descabellada?».
(Laing, 1965: 23).
Ronnie Laing describe a pacientes que vienen a su consulta creyendo
que son animales o cosas, exhibiendo todos los síntomas de un determi-
nismo crónico y avanzado. Sin embargo, el modelo de condición humana
propuesto por psicólogos como Hans Eysenck o B. F. Skinner o numerosos
deterministas sociológicos es lo que la gente normalmente considera estar
loco. ¿Cómo surge entonces esta locura mayor que es creer que la con-
ducta humana puede ser encapsulada en una fórmula o capturada en una
ecuación?
La situación es incluso más paradójica. Porque, como he mencionado
anteriormente, es necesario hacer la pregunta: ¿cómo puede ser que en un
mundo hiperpluralista, donde la creatividad y la autoinvención son una
prioridad, donde la solidez del mundo es cada vez más temblorosa y donde
la ref‌lexividad está al orden del día, haya f‌lorecido una ideología tan meca-
nicista?
A la necesidad de explicar esta locura, a resolver esta paradoja, dedicaré
este capítulo.
1. LA CRISIS DE IDENTIDAD Y LOS ATRACTIVOS
DEL ESENCIALISMO
Las sociedades de la modernidad actual ofrecen dos alternativas: la po-
sibilidad de una apertura de la condición humana, de un desencanto libera-
Jock Young
88
dor con el mundo que se da por supuesto, y lo opuesto, una escapada hacia
lo sólido, lo seguro y lo aparentemente invariable. De un lado, tenemos las
construcciones propias, la identidad y la subcultura: el derivado de la so-
ciedad de consumo es el mercado de estilos de vida. Por otro lado, tanto en
el trabajo como en el ocio ha habido una desafectación (disembeddedness).
Es decir, la identidad ya no es segura, es fragmentaria y transitoria —todo
lo cual se ve acentuado por una cultura de ref‌lexividad que ya no da el
mundo por supuesto—. La crisis de identidad permea nuestra sociedad.
A medida que se desvanecen la seguridad de un trabajo para toda la vida
y el confort o estabilidad del matrimonio y las relaciones, a medida que la
movilidad geográf‌ica convierte a la comunidad en un fantasma en el que
cada unidad de la estructura permanece en su lugar pero cada individuo
que la ocupa se mueve habitualmente, donde la estructura misma se expan-
de y transforma y donde el hábito de ref‌lexividad mismo convierte en una
elección parte de la vida diaria y problematiza lo que se da por supuesto:
todas estas cosas ponen en cuestión la noción de una percepción propia f‌ija
y sólida. El esencialismo ofrece una panacea para esta sensación de falta de
pertenencia.
En The Exclusive Society (1999) discuto los atractivos del esencialismo
para los ontológicamente inseguros y denigrados. Creer que la propia cultu-
ra, «raza», género o comunidad tienen una esencia f‌ija que es valorada e in-
variable es, desde luego, por su propia naturaleza la respuesta al sentimiento
de que la condición humana es arena movediza y el orden social frágil y
arbitrario. Para esencializarse uno mismo con éxito resulta muy útil esen-
cializar negativamente a los demás. Esto es, adscribir a los otros, bien rasgos
que carecen de nuestros propios valores (y solidez), bien otros que son una
inversión de nuestras propias y celebradas creencias sobre nosotros mismos.
Buscar de forma esencialista una identidad para nosotros mismos implica
inevitablemente negar o denigrar la identidad de los otros.
1.1. La construcción del otro liberal y la conservadora
En un libro posterior, The Vertigo of Late Modernity (2007), me preo-
cupaba este proceso de crear delimitaciones claras entre grupos a pesar de
que la globalización cultural y el hibridismo, de hecho, borraban los valores
y fronteras del mundo de la modernidad actual. Es decir, la tendencia a
establecer una noción f‌ija del yo y del grupo propio frente al del Otro, clara-
mente delineada y diferente. Distinguía dos formas de creación del otro. En
primer lugar, la conservadora que, por su propia naturaleza, es una forma
de demonización. Es una inversión, una proyección de atributos negativos,
cualidades malignas y depravación sobre los otros grupos, frente a las só-
lidas virtudes de uno mismo y del género al que se pertenece. Esta es la
forma que se encuentra más frecuentemente en la literatura, de la misma

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR