Retos feministas en tiempos de pandemia, desde una mirada interseccional y un sujeto feminista diverso y plural

AutorAna Almirón Mengibar
Cargo del AutorFeminista y Activista Pro-Derechos Humanos, pertenece a la Red LIESS, Laboratorio Iberoamericana para el Estudio Sociohistórico de las Sexualidades de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y a la APDHA-Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía- Grupo Migraciones de Sevilla. Experta en derechos humanos, inmigración, género y diversidad...
Páginas47-63
RETOS FEMINISTAS EN TIEMPOS DE PANDEMIA
...
,
DESDE UNA MIRADA INTERSECCIONAL Y UN
SUJETO FEMINISTA DIVERSO Y PLURAL
Ana Almirón Mengibar
DOI: 10.14679/1983
1. A MODO DE INTRODUCCIÓN: PERSPECTIVA INTERSECCIONAL IN-
CLUSIVA Y RETOS FEMINISTAS EN LOS CONTEXTOS DE CRISIS QUE
VIVIMOS
Considero imprescindible empezar aclarando que toda crítica feminista ha de hacer-
se, estratégicamente, desde una perspectiva interseccional e inclusiva, es decir, tratando
de contemplar la diversidad de desigualdades, opresiones y discriminaciones existentes,
sociales, políticas y económicas (de género, orientación sexual, clase, raza, según territo-
rios, modos de producción y consumo...)1. Y no de forma yuxtapuesta, sino visibilizando
sus interconexiones, y contextualizada en el momento histórico de crisis pandémica cu-
yos efectos todavía vivimos.
Como ya sostuve2, el coronavirus no nos ha afectado a todos y a todas por igual, sino
que se ha cebado en la población más pobre, con menos recursos y derechos, de aquí
y llegada de fuera, con una sobrecarga brutal sobre las mujeres, familiar y profesional-
mente. El coronavirus ha afectado, y sus efectos siguen lesionando, especialmente a la
población inmigrante y racializada en Latinoamérica, India y los lugares más empo-
brecidos de la Tierra. El inconmensurable dolor que conlleva la pandemia exige querer
informarnos sobre las causas de los efectos desiguales, constatando que guarda estrecha
relación con la imposición de los modelos intensivos industriales agrícolas y ganaderos,
pese a comprometer seriamente la seguridad y soberanía alimentaria de los pueblos y su
hábitat. No es, por tanto, un fenómeno aislado, sino que las señales ya estaban ahí, en
esos otros brotes de Virus SARS capaces de pasar de una especie a otra, en 1994, 1998,
1 En el sentido que explica K. CRENSHAW, “Mapping the margins: intersectionality, identity polítics and
violence againts women of color”, Stanford Law Review, nº 43, Vol 6, 1991, pp. 1241-1299.
2 A. ALMIRÓN MENGIBAR, “La pandemia del coronavirus, una crisis del sistema con los cuidados en
el centro”, Diario Público, abril 2020. Disponible en https://espacio-publico.com/que-nos-estamos-jugando-en-es-
ta-crisis
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bilitando los sistemas sanitarios y las condiciones de vida de las personas.
Sin duda, la pandemia del coronavirus ha dejado al desnudo nuestro sistema de vida,
mostrando (sin vergüenza) un sistema profundamente injusto, desigual y cada vez más
peligrosamente incapaz de solucionar los problemas que genera, pudiéndonos llevar al
colapso total. Una desnudez que muestra, a su vez, su fragilidad, económica, política y
social. Fragilidad económica de su producción y de su consumo, basados en el mayor be-
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gente hambrienta con otra extremadamente despilfarradora. Fragilidad política de los
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-capitaneados por los Trumps, Johnsons, Bolsonaros o semejantes-, y una Europa más
pendiente de poder sostener el crecimiento económico que de asegurar la vida misma.
Este es un sistema cuya fragilidad social ha ido creciendo crisis tras crisis a base de polí-
ticas de austeridad, llegando a una situación de emergencia social sin precedentes, nada
más estallar la pandemia y continua con la guerra en la propia Europa.
Y, lo que más ostensiblemente que ha mostrado y están mostrando estas crisis que vi-
vimos, y que podemos observar horrorizados por la tragedia, es que este sistema no ha
puesto nunca la vida en el centro, como venimos señalando las feministas. Este sistema
ha venido despreciando, desconsiderando y desvalorizando el cuidado de las personas,
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ha venido siendo un coste importantísimo a evitar, no un deber ni mucho menos una
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universal, gratuito y de calidad. Pero los cuidados en general se han considerado un cos-
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impuestos las ganancias de las élites, una carga atribuida obligatoria y unilateralmente
desde siempre a las mujeres para que fuera gratis, en calidad de buenas amas de casa sin
derechos. Invisibilizándolos como trabajos, prohibiéndolos si eres migrante, haciéndo-
los clandestinos si eres trabajadora sexual o pagándolos al menor precio posible en todas
y cada una de las profesiones en las que destacamos (docentes, sanitarias, limpiadoras,
cuidadoras, agricultoras manuales de la tierra o pescadoras artesanales del mar, entre
muchas otras). La gestión de los cuidados siempre ha sido un tema central por tanto en
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xenófoba.
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que nunca la centralidad de la injusticia y las desigualdades que padecemos, especial-
mente algunos grupos sociales y étnicos, géneros, territorios y hábitats, con diferentes
roles en el tablero del mundo. Unos países y territorios soportando el extractivismo de
sus recursos humanos y naturales, empujando a sus habitantes al éxodo masivo mientras
los países poderosos permiten la entrada solo a los imprescindibles. Países poderosos que,

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