La necesidad de una reorientación moral de la 'ideología de género

AutorManuel Fernández del Riesgo
Páginas239-256
CAPÍTULO 10.
LA NECESIDAD DE UNA REORIENTACIÓN MORAL
DE LA “IDEOLOGÍA DE GÉNERO”
Después del largo recorrido que hemos realizado, tenemos que comenzar
por afirmar, teniendo en cuenta nuestra condición personal, libre y responsa-
ble, que no podemos renunciar a la tarea de realizarnos en interacción con el
“otro de nuestro yo”. Tenemos que realizar lo que en verdad somos como posi-
bilidad, en la que juegan muchas variantes. Una tarea en la que tendremos que
construir nuestra propia identidad, que contará con el componente sexual,
que implicará, casi seguro, tensiones y conflictos. Queremos traer a colación
un párrafo del Comunicado del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, acer-
ca de la Transexualidad, con fecha 14 de septiembre de 2015: “No tenemos
ninguna duda de que la sede de la identidad es el ¨Yo¨. Soy uno, único, per-
manente, y entre otras categorías estables, soy sexuado biológicamente y psi-
cológicamente. De manera que mi ser bio-psico-social puede tener contradic-
ciones, y, en ese caso, estas han de resolverse a favor del ¨Yo¨, sede central de
mi conciencia y mi autoclasificación. (…). Es un hecho innegable que algunas
personas están completamente seguras de ser y sentirse con una identidad
que contradice el orden biológico y social asignado. (…). Y esta autenticidad
radical y radicada en el ¨Yo¨ debe tener absoluta prioridad” (Cit. Bueno Teomi-
ro, Fernando, 2021, p., 116).
El testimonio de vida
Con relación a esto último, el testimonio de una mujer trans, Daniela Re-
quena, a la que ya hemos aludido en este ensayo, actual secretaria de LGTBI
y diversidad del PSOE valenciano, que tras un largo proceso lleno de sufri-
miento, dudas, y contradicciones, consiguió finalizar con éxito un proceso de
transformación hormonal y quirúrgica, nos mueve al convencimiento de que
ciertamente el transexual existe, y merece nuestro respeto y consideración.
Si hubiera encontrado antes especialistas que la hubieran escuchado y ayu-
dado, se hubiera ahorrado muchos sinsabores y estados de ánimo llenos de
incertidumbre, confusión, tristeza, y sentirse perdida. Con la ayuda adecua-
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da, Daniela habría asumido antes un proceso, que le llevó felizmente a conse-
guir ser lo que desde temprana edad sabía que era “una mujer encerrada en el
cuerpo de un hombre”. Lo entendía como un sentimiento que le acompañaba
desde siempre. Según ella, nadie sabe mejor que una sobre su identidad y so-
bre lo que quiere ser. “NADIE tiene derecho de cuestionar a otra persona, sus
emociones, sensaciones, gustos… En definitiva, su experiencia”. “Las personas
trans no estamos confundidas, ni perdidas, ni convencidas por agente exter-
nos: sabemos perfectamente quiénes somos casi desde que nacemos”. Desde
entonces, la gente puede leerla como lo que realmente es: una mujer. Consi-
guió que, por fin, su cuerpo biológico coincidiera (hasta cierto punto) con lo
que psicológica y espiritualmente creía que era. Lo del “hasta cierto punto”
lo afirmo para precisar, como ya hemos indicado, que la mujer trans no tiene
ovarios, ni puede menstruar, ni engendrar hijos, aunque sí tener relaciones se-
xuales, si el cirujano de turno, sabe respetar sus terminaciones nerviosas. Me-
joró hormonalmente y adquirió caracteres sexuales segundarios femeninos.
Esto, a veces se logra con extraordinario éxito. En este sentido tenemos que
reconocer, no como fruto de nuestra animadversión, no es ciertamente nues-
tro caso, sino en función de criterios científicos que, según ella, será mujer,
pero una mujer “incompleta”. Lo mismo podremos afirmar del hombre trans,
que, a pesar de su pene, no podrá eyacular ni inseminar a una mujer. No obs-
tante, como afirma Daniela en más de una ocasión, “el sol no puede taparse
con un dedo”. Se hubiera ahorrado, a mi modesto juicio, un penoso período
de desahogo sexual, meramente genital y promiscuo, acompañado de un an-
helo de afectividad, que difícilmente podía encontrar satisfacción en un am-
biente de superficialidad, donde abundaban la infidelidad y el puro sexo (eros
sin ágape,) que le llevó muchas veces a sentirse utilizada. En ese contexto era
bastante frustrante pretender mostrar el corazón y el alma desnudos, como
ella comenta. De momento se contentó, erróneamente, con “disfrutar del pre-
sente”. Aunque lo niega expresamente, a nivel estético, su vida, durante este
período, era parecida al de una ninfómana. Pero su testimonio nos confirma
que la persona trans, “con amor y respeto (…) saldrá adelante, estará bien”. La
clave de partida debía ser sentirse “aceptada, querida y respetada”. Para eso
hay que tener la suerte de encontrarse con “personas que aportan” y huir de
las “que restan”. Ello significa, como ella confiesa, lo fundamental del cariño
y la comprensión, que nos anima a reivindicar lo oportuno de una “ética del
cuidado”, a la que ya hemos aludido de modo reiterativo, y en la que aún tene-
mos que insistir. Curiosamente ese cariño y apoyo los encontró, entre otros, en
unos padres, según ella, maravillosos. Como ya hemos dicho, esta valoración
de la familia contrasta con la actitud crítica y de rechazo de la familia del femi-
nismo radical trans y queer (Cf. Requena, Daniela, 2022, pp., 58, 84, 130, 147,
61, 21, 236-237,219, 62, 21, 247, 44, 85-86, 132.).
A reafirmar el respeto y la consideración de la persona trans, también nos
anima el testimonio, de otra chica trans, a la que también ya hemos aludido,
Eva Vildosola. En su “autobiografía” también nos habla de ese temprano no

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