La influencia de la litigiosidad en la cultura

AutorOscar G. Chase
Páginas169-184
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VIII. LA INFLUENCIA DE LA LITIGIOSIDAD
EN LA CULTURA
LA CONFIGURACIÓN Y MANTENIMIENTO DE LA CULTURA
En los capítulos anteriores hemos visto cómo las formas institucionali-
zadas de resolución de conf‌lictos ref‌lejan la cultura en la cual se ubican. Tal
y como se def‌inió en el capítulo I, la cultura incluye «las normas, valores e
ideas tradicionales» que son ampliamente compartidas dentro de un grupo
social 1. Abarca las creencias normativas y cognitivas, así como los símbolos
que representan esta mentalidad para sus habitantes 2. Hemos contrastado
que las particulares características de los sistemas formales de resolución de
conf‌lictos implican una actuación pública y la reaf‌irmación de las creencias
y presupuestos que vinculan a esa colectividad, incluyendo su comprensión
conjunta de la realidad, las relaciones de género, la jerarquía social, sus con-
venciones políticas, y los rituales simbólicos a través de los cuales se expre-
san. Estamos por tanto preparados para examinar de forma más detallada la
propuesta relativa a que la relación entre cultura y litigiosidad es recíproca
—las formas de resolver conf‌lictos contribuyen a «conf‌igurar» o suponen
una «importante inf‌luencia» respecto de la cultura tal y como se manif‌ies-
ta 3—. Se trata de una específ‌ica novedad respecto a la tesis de Melvin SPIRO
relativa en general a que el «patrimonio cultural» de un pueblo inf‌luye en su
«mentalidad y actividad». En esta variación sobre el tema de referencia, las
vías formales de resolución de conf‌lictos son un integrante activo del patri-
monio cultural.
La conf‌iguración de una cultura no termina en el momento en que el edi-
f‌icio se ubica en su lugar. El proceso sigue en marcha porque, para construir
propiamente un sistema cultural, los valores, símbolos y creencias deben ser
1 M. E. SPIRO, Culture and Human Nature, New Brunswick, N.J., Transactions Publishers,
1994, apartado IX. Vid. el análisis realizado en el capítulo I.
2 SPIRO, citado nota 1, p. 32.
3 Ibid., apartado IX. Vid. el análisis realizado, en pp. 2-3.
OSCAR G. CHASE DERECHO, CULTURA Y RITUAL
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ampliamente compartidos dentro de la pertinente comunidad y deben ser
intergeneracionales. Los niños deben ser socializados o «civilizados» dentro
de esa cultura 4. Las creencias y su asunción deben ser sostenidas a lo largo
de la vida de sus miembros: la sociedad debe hacer frente de alguna manera
a las inevitables luchas respecto a los valores, prácticas y creencias. SPIRO
amablemente desentraña este proceso. Los actores sociales deben, en primer
lugar, «aprender acerca de las propuestas, adquirir empatía con ellas»; en
segundo lugar, deben «comprender sus signif‌icados tradicionales»; en tercer
lugar, deben «interiorizar» las propuestas —«sosteniendo que son ciertas,
correctas y justas»—, con lo cual entonces se habrán «constituido cultural-
mente» como creencias. Una vez que las propuestas culturales han sido inte-
riorizadas, pasan a «regir el comportamiento público de los actores sociales,
cumpliendo la f‌inalidad de estructurar su universo perceptivo y, por tanto,
guiar sus actividades». Aún más, son útiles «para incitar actividades, es decir,
poseen prominencia emocional y motivadora, así como cognitiva» 5. El pro-
ceso es circular, una actividad motivada o guiada por una creencia, si tiene
éxito, la refuerza. El éxito de la actividad puede signif‌icar la consecución de
su aprobación social, una satisfacción interna, o cualquier otro resultado
pretendido.
La enseñanza verbal didáctica es el método más obvio de transmisión de
las propuestas culturales a las nuevas generaciones. Pero su interiorización
requiere de algo más. La diversidad del género humano en su composición
genética y en sus experiencias personales crea efectos centrífugos que la en-
señanza por sí sola no puede contrarrestar. En cada sociedad, un completo
sistema de sanciones y recompensas alienta al menos la aceptación de sus
propuestas fundamentales hacia el exterior. Pero ningún sistema cultural
puede invocar únicamente estos elementos extrínsecos, ni siquiera a título
principal 6. La interiorización es imprescindible. Así, además de en la escue-
la, «los valores tradicionales, las ideas y las normas son asumidos por los
novatos indirectamente, como consecuencia de su observancia y utilización
en las relaciones sociales, los rituales religiosos, y similares» 7. Una vez inte-
riorizados, los valores predominantes «se consideran justos» y la metafísica
dominante se convierte en el «sentido común».
Las modif‌icaciones respecto a «la forma de hacer las cosas» provendrán
desde personalidades opuestas a ellas, grupos disidentes, el cambio tecnoló-
gico, y diversos modelos y referencias ofrecidas por otras sociedades. Dado
que los individuos no son autómatas, su propia creatividad les inspira, como
THOREAU, para marchar a un ritmo diferente 8. Demasiados ritmos podrían
destruir la fábrica social, y por ello una mínima organización de los mismos
4 Vid. V. L. HAMILTON y J. SANDERS, Everyday Justice, New Haven, Conn., Yale University Press,
1992, pp. 48-71, quienes comparan la socialización entre Estados Unidos y Japón, argumentando
que los japoneses promueven «el contextualismo» y los norteamericanos el individualismo.
5 SPIRO, citado en nota 1, p. 38 (la cursiva es suya).
6 Vid. el análisis, ibid., pp. 120-121.
7 Ibid., apartado IX.
8 BALKIN ofrece un interesante análisis respecto a la relación entre la continuidad social y
la variabilidad individual. Vid. J. M. BALKIN, Cultural Software: A Theory of Ideology, New Haven,
Conn., Yale University Press, 1998, pp. 52-54.

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