La crítica de Cohen al principio de la diferencia

AutorJesús Mora
Páginas85-125
CAPÍTULO 3
LA CRÍTICA DE COHEN AL PRINCIPIO
DE LA DIFERENCIA
El Principio de la Diferencia establece la posición de las personas menos
aventajadas como criterio fundamental para determinar si una desigualdad
distributiva es justa. Además, dado que Rawls considera que nuestras habilidades
son consecuencia de una contingencia moralmente arbitraria como la lotería
natural, su concepción solo permite a las personas más aventajadas beneciarse
de su talento cuando, haciéndolo, también mejore —tanto como sea posible—
la situación de las personas menos aventajadas. En la Teoría de la Justicia, el
mero hecho de poseer talento no da acceso a benecios superiores; solo utilizar
ese talento de forma que también benecie a quienes están peor lo hace. Pero, a
pesar de restringir ampliamente los criterios para considerar que una desigualdad
es justa, y a pesar de que, llevada hasta sus últimas consecuencias, podemos
imaginar que la concepción de Rawls supondría un avance notable en la dirección
del igualitarismo respecto a las sociedades actuales, la forma en la que el autor
justica el Principio de la Diferencia y, en especial, su consideración de la lotería
natural como una contingencia moralmente arbitraria dejan abierta una pregunta:
si las diferencias de talento entre las personas no constituyen consideraciones
moralmente relevantes para justicar mayores o menores benecios en términos
distributivos ¿por qué no apoyar una igualdad distributiva estricta de ingresos y
riqueza? Si denimos a las personas más talentosas o productivas como aquellas
que pueden variar su productividad sin perder la capacidad de lograr un salario
especialmente alto (ver Capítulo 2), aunque su obtención de salarios mayores
que el resto pueda redundar en mayores ventajas, también, para quienes están
peor, lo cierto es que esa capacidad para lograr mayores niveles de productividad
deriva de una circunstancia que, según el propio Rawls, es moralmente arbitraria,
como la lotería natural.
Esto revela una tensión en la justicación rawlsiana del Principio de
la Diferencia. Por un lado, existe un hecho que Rawls considera moralmente
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relevante, como es la capacidad de los incentivos para dar lugar a mayores
benecios para las personas menos aventajadas, como consecuencia de los mayores
niveles de productividad de algunas personas. Pero, por el otro, las personas más
productivas o talentosas pueden variar su productividad en términos ventajosos
para las personas menos aventajadas como consecuencia de su talento natural,
que deriva de contingencias moralmente arbitrarias, o de una combinación de
ese talento con factores coyunturales, igualmente arbitrarios desde el punto
de vista moral27. Así, aunque la razón por la que las personas más talentosas o
productivas obtienen mayores recompensas por su actividad productiva no sea su
mera posesión de ciertas habilidades, esas habilidades las sitúan en una posición
preferente para alcanzar mayores recompensas que el resto. El lósofo que ha
analizado con mayor detalle esta tensión entre los diferentes elementos presentes
en la justicación del Principio de la Diferencia es G. A. Cohen.
La obra de Cohen fue una de las principales referencias de una escuela
teórica, el marxismo analítico28, surgida en un contexto político marcado por
27 En efecto, la suerte genética no es lo único que determina el valor que tienen las habilidades de
ciertas personas para el proceso productivo, pues ese valor puede deberse, también, a que, dadas las circuns-
tancias, sus habilidades sean escasas y les concedan un amplio poder negociador para exigir mayores re-
compensas. Pensemos, por ejemplo, en un país con un clima generalmente cálido en el que hay un número
muy reducido de conductores de quitanieves y en el que, además, esos conductores trabajan de forma muy
esporádica y en zonas muy concretas. Si, como consecuencia de un fenómeno meteorológico inusual el país
tuviera que afrontar las consecuencias de una nevada copiosa, las habilidades de esos conductores multipli-
carían su valor para la economía por la relevancia de la actividad específica para la que se emplean. En ese
caso, se situarían en una posición negociadora muy favorable para exigir mayores recompensas que el resto,
como condición para evitar mayores pérdidas económicas para el conjunto de la sociedad y, probablemente,
para las personas menos aventajadas en especial. Por ese motivo, cuando hablo de las personas más talentosas
o productivas me refiero tanto a aquellas que por su genética (o la influencia del entorno social en sus habi-
lidades) requieren menos esfuerzo para producir lo mismo que el resto, como a aquellas cuyas habilidades
pueden ser estructural o coyunturalmente objeto de una mayor demanda por su escasez. Agradezco al Prof.
Juan Manuel Pérez Bermejo haberme sugerido matizar y completar así la definición original de las personas
más productivas o talentosas que aparecía en el texto de la tesis que inspira este libro. De hecho, en la redac-
ción original se hacía referencia a esas personas únicamente como “personas más talentosas o productivas”.
En esta nueva redacción, se ha incluido el calificativo “productivas”, para incluir en esa referencia, no solo
a las personas con mayores habilidades como resultados de su suerte genética, sino también a aquellas que
poseen habilidades —ya sea por su suerte genética o por una combinación de esta con otros factores coyun-
turales— que les permiten producir en ámbitos concretos de la actividad económica.
28 Es preciso aclarar a qué me refiero cuando empleo el adjetivo “analítica” en relación con la forma
de hacer filosofía característica de esta corriente. Aunque, como explica Beaney (2018) el análisis ha sido
siempre un elemento nuclear de la metodología filosófica, también ha sido “entendido y practicado de
muchas maneras diferentes”. En el caso de los marxistas analíticos, la atribución de ese adjetivo está justi-
ficada por, al menos, dos elementos metodológicos. El primero es su preocupación por la búsqueda de los
elementos más fundamentales de algunos conceptos e ideas, en este caso de Marx, con el fin de explicar
o reconstruir significados que se daban por sentados de manera generalizada (Beaney 2018). El propio
Cohen reconoce explícitamente que el propósito de su primera gran obra publicada, Karl Marx’s Theory of
History: a Defence a Defence (1978), es “construir (énfasis propio) una teoría de la historia defendible que esté
en amplia consonancia con lo que Marx expresó al respecto”. A través de un análisis pormenorizado de las ideas de
Cap. 3: La crítica de Cohen al Principio de la Diferencia 87
las protestas del año 1968 y el nacimiento de la Nueva Izquierda o New Left.
Un contexto que fue, además, caldo de cultivo para el contacto entre un grupo
de estudiantes y profesores universitarios que compartían inquietudes políticas
críticas con el sistema capitalista y experiencias de formación a partir de las
enseñanzas de la losofía analítica (Levine 2003, 124). Todos aquellos jóvenes
autores compartían un interés por rescatar aspectos fundamentales de la teoría
de Marx y combinarlos con una preocupación por la elaboración de conceptos
coherentes desde el punto de vista lógico (Wright 1994, 186-87). Precisamente
de esa preocupación por la coherencia lógica y la claridad conceptual que unía a
aquel grupo de académicos marxistas surge el nombre de “marxismo analítico”
(Wright 1994, 186-87), que se popularizaría más tarde, cuando John E. Roemer
(1989) puso en marcha la edición de una obra que contenía textos de los autores
más desacados de esta corriente. Entre los representantes de esta escuela teórica
suelen citarse los nombres del propio G.A. Cohen, junto a los de Jon Elster, John
E. Roemer, Adam Przeworski, Robert Brenner, Erik Olin Wright, Allen Wood
y Norman Geras (Casal 2019; Wright: 1994)29. Todos ellos evolucionaron a lo
largo del tiempo en sus planteamientos y en sus principales temas de análisis.
En el caso de Cohen, su preocupación inicial por la teoría de la historia de Marx
fue dando paso a un creciente interés por la losofía política y la justicia, que
culminó con su aproximación crítica al trabajo de Rawls.
A lo largo de diversas obras, Cohen desplegó sus objeciones hacia el
Principio de la Diferencia y los argumentos ofrecidos por Rawls y otros autores
para defenderlo. Una parte importante de esas obras fueron después recopiladas,
revisadas y organizadas de forma más sistemática en su libro Rescuing Justice and
Equality (en adelante, Rescuing). El libro está compuesto por dos partes, cada
una con objetivos distintos pero interrelacionados. La primera parte de la obra
Marx, Cohen intenta desentrañar cuáles son las definiciones más adecuadas para conceptos como los de mercancía,
estructura económica, fetichismo del capital o comunismo y así construir un armazón lógico que pueda utilizarse
con una vocación crítica hacia el capitalismo. Precisamente el análisis lógico es el segundo elemento característico
de la metodología analítica moderna (Beaney, 2018) que incorporan Cohen y sus compañeros de corriente
a su perspectiva marxista. Esta preocupación por la lógica implica a los marxistas analíticos en tareas como
“discernir estructuras conceptuales, hacer distinciones (cuando sea apropiado), derribar distinciones (cuan-
do hayan sido trazadas inapropiadamente) y conjugar argumentos claros y con sentido” (Levine 2003). Y,
como consecuencia, surge entre los marxistas analíticos un rechazo generalizado a todas aquellas propuestas
que se expresan mediante procesos o términos demasiado “evasivos” o “vagos” (Cohen 1978, x).
29 Según Wright (1994), no obstante, Elster y Przeworski abandonaron el grupo en la década de 1990.
Junto a los nombres de los marxistas analíticos suelen citarse, además, los de otros autores que, en aquella
época, constituyeron el llamado “grupo de septiembre”, en referencia al mes del año en el que solían celebrar
sus reuniones. Entre ellos, podemos citar a Philippe Van Parijs, Robert-Jan Van der Veen, Pranab Bardham,
Hillel Steiner y Sam Bowles (Casal: 2019; Wright 1994) pues, si bien no encajan en la etiqueta de “marxistas
analíticos”, sí mantenían encuentros habituales y compartían inquietudes investigadoras con estos últimos.

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