La construcción de la ciudadanía por la hermenéutica

AutorJorge Francisco Aguirre Sala
Páginas117-136
© Editorial UOC Capítulo VII. La construcción de la ciudadanía…
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Capítulo VII
La construcción de la ciudadanía
por la hermenéutica
La tarea de construir la ciudadanía, más allá del pluralismo entendido
como una diversidad caótica y sin posibilidades de consenso y políticas
públicas, se ha ubicado dentro del debate entre los universalistas (que
adosan adjetivos a la ciudadanía como: cosmopolita, republicana y comu-
nitaria o comunitarista) y los etnocentristas (que utilizan adjetivos como
diferenciada, cultural y ciudadanía liberal).
Entre los extremos del dilema universalismo frente a etnocentrismo,
el término medio únicamente es posible por el cultivo y aplicación de la
hermenéutica filosófica. Es decir, el esfuerzo de fusionar comunidades
mundiales, con la preservación de las peculiaridades y complejidades his-
tóricas de diversas culturas, en una sociedad igualitaria. Ello sin colonizar
ni homogeneizar a quienes son iguales en derechos y oportunidades pero
no son idénticos.
Para dar a entender lo anterior, vamos a exponer la pluriculturalidad,
la interculturalidad y multiculturalidad con el ánimo de hacer ver sus in-
suficiencias. Tras una rápida revista a los principales tipos de ciudadanía,
como lo realizan constantemente muchos teóricos, estipularemos las exi-
gencias de la construcción ciudadana. Con ello se podrá mostrar cómo la
hermenéutica filosófica auxilia a la construcción ciudadana de manera que
supera la brecha cultural y el pluralismo.
Entendemos por pluriculturalidad la condición que corresponde a
cualquier sociedad (pueblo, nación, empresa, gobierno, agrupado por
cualquier interés) cuyos miembros pertenecen a distintas culturas y se
encuentran constituidos en una unidad superior a las culturas de sus
miembros por razones políticas, económicas, estructurales o de domi-
nación. Pluriculturalidad es un concepto aplicable a grupos de múltiples
naturalezas. Pero cuando se da de manera liberal y amplia, el Estado es
la instancia superior que une a las agrupaciones. El Estado, si es liberal,
se comportará de modo neutral, particular mente en cuanto a los gr upos
© Editorial UOC La democracia líquida
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étnicos1, y por tanto no intentará contrar restar el relativismo. Pero si el
Estado no es liberal, entonces el pluralismo tendrá solo oríg enes histó-
ricos y dominará con la imposición de su propio universalismo. En este
caso, que es el peor, uno o varios grupos padecerán la enajenación o la
tiranía para adoptar formas de vida no elegidas2.
El pluralismo, por respetar la pluralidad de las comunidades, no tiene
interés en establecer la comunicación ni cierta unidad entre ellas. Por
tanto, los menos favorecidos no tienen modo de reaccionar contra las
relaciones de desigualdad y segregación que se generan en detrimento de
las minorías oprimidas. La causa de este problema estriba en que el plura-
lismo provoca participación sin integración. Levy3 denuncia con claridad
los peligros del pluralismo: la inclusión forzosa de una minoría étnica
(o de cualquier tipo) por necesidades migratorias, la exclusión forzada
de la ciudadanía y su protección por el Estado al endurecer las leyes de
extranjería y población, la crueldad interna provocada por los líderes al
tratar de evitar que se mezclen con sus culturas vecinas, o por evitar que
abandonen o modifiquen la identidad original.
Algunas deficiencias del pluralismo también han sido señaladas por
Sartori4: el pluralismo (liberal) está obligado a respetar la pluralidad de cul-
turas, pero no está obligado a auxiliarles en su autonomía, sentido histórico
y de pertenencia, ni tampoco a ayudarles a desarrollarse en y por sí mismos.
Si bien rechaza la tiranía de la mayoría, ello no le compromete a repugnar
el principio mayoritario como principio regulador. Es decir, el pluralismo
aprecia la diversidad pero no está dispuesto a enriquecerla. Sus propósitos
obedecen a intereses de asociación distintos a los que cada grupo posee.
La interculturalidad, por su parte, hace referencia a las relaciones entre
elementos de distintas culturas, narra sus mutuas conexiones, influencias,
etc. Por tanto, nos referimos a ella cuando hablamos de los diversos enla-
ces, tránsitos y tráficos entre grupos y sus elementos.
De todos los vínculos interculturales, sin lugar a dudas, el más ur-
gente es la tolerancia. Sin embargo, como veremos adelante, la acción
más importante es la hermenéutica. El término tolerancia, en opinión de
Latapí5, no es afortunado, pues significa «soportar con paciencia una
situación indeseable», de ahí que no sea un vocablo adecuado para repre-
sentar la actitud de respeto mutuo con que los ciudadanos deben convivir
«interculturalmente».

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