Conflictualismo normativo, segregación, comunidades físicas menores y cuerpos en lucha por el dominio

AutorAdolfo Ceretti/Lorenzo Natali
Páginas205-223
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CAPÍTULO V
CONFLICTUALISMO NORMATIVO, SEGREGACIÓN,
COMUNIDADES FÍSICAS MENORES Y CUERPOS
EN LUCHA POR EL DOMINIO
«Democracy don’t rule the world,
You’d better get that in your head.
This world is ruled by violence
But I guess that’s better left unsaid».
Bob DYLAN
1. INTRODUCCIÓN METODOLÓGICA
Para observar el fenómeno criminal violento desde el punto de vista más
general de la «comunidad» hay que alejarse del plano subjetivo de análisis
que se centra en la f‌igura del actor.
Athens trató este tema en un artículo publicado en 1998 en la revista
The Sociological Quarterly, titulado Dominance, Ghettos, and Violent Crime
(Athens, 1998: 673-691).
La pregunta a la que se pretende dar respuesta en este artículo es una
pregunta «clásica» de la criminología, que puede condensarse en estas pa-
labras: «¿Por qué el crimen violento está más difundido —y constituye un
problema más serio— en unas comunidades que en otras?».
La explicación que nos propone parte de los conceptos de «desorgani-
zación»/«organización social», y remite directamente a las «clásicas» teorías
de William Thomas y Florian Znaniecki (1918-1920) por una parte, y de
Edwin Sutherland, por otra.
En líneas generales, Thomas y Znaniecki hablan de desorganización
social ref‌iriéndose a aquellos contextos en los que las normas que regulan
la vida colectiva ya no ejercen un control efectivo sobre los miembros de
una comunidad. Esta disminución de su inf‌luencia «puede tener numero-
sos grados, que van desde la infracción aislada de una regla concreta por
Adolfo Ceretti / Lorenzo Natali
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parte de un individuo, a la decadencia general de todas las instituciones del
grupo» (Thomas y Znaniecki, 1918-1920: 12 y ss.). El fenómeno criminal
se manifestaría precisamente como consecuencia de la inadecuación y de la
inef‌icacia de tales normas en relación con las actuales exigencias de la socie-
dad, nutriéndose del estado «patológico» en el que se ve inmersa (Melossi,
2002). En esta situación de «erosión» normativa podría ponerse en marcha
un «cambio social» que, durante la fase de «reorganización», condujera a la
formación de nuevas normas, más acordes a las exigencias de la comunidad.
En esta segunda y última fase el crimen perdería def‌initivamente su consis-
tencia.
El conocido punto de vista de Sutherland se fundamenta, en cambio, en
una visión completamente diferente. Su concepto de «organización social
diferencial» —que indica que un grupo se cohesiona en torno a valores anta-
gonistas— en efecto presupone, en el interior de la colectividad, un marcado
conf‌lictualismo normativo (relativo a las normas que se deberían acatar) y
cultural (respecto a los valores que la sustancian). Los principios normativos
y valorativos que identif‌ican y organizan los grupos sociales podrán de este
modo admitir o prohibir conductas usualmente def‌inidas como «crimina-
les», sin perjuicio de que cada grupo se estructure de manera ambigua en
torno al crimen. Históricamente, la def‌inición de lo que es penalmente ilícito
es fruto, según Sutherland, de un proceso que se pone en marcha cuando un
grupo con poder consigue movilizar al Estado para que prohíba un compor-
tamiento mantenido por otro grupo menos inf‌luyente, que pone en peligro
valores y/o intereses considerados dignos de tutela por parte del primero. El
grupo que ostenta el poder consigue de este modo que se decrete ilícita la
conducta en cuestión: la nueva norma se convierte en una regla que todos
los asociados deben cumplir. Algunos miembros del grupo menos inf‌luyente
se abstendrán de mantener la conducta que ahora es penalmente relevante.
Otros, en cambio, seguirán manteniendo ese comportamiento, cometiendo
así un delito (Sutherland, 1929). De esto se deriva que haya que entenderse
el crimen como un epifenómeno de la organización social.
Athens combina y desarrolla a su vez estas dos dimensiones teóricas con-
trapuestas, asumiendo que el «cambio social» y la extensión del crimen están
unidos entre sí por una «lógica secuencial» articulada en un «proceso» com-
puesto por tres fases: «civilidad», «maldad» —respectivamente la primera
y la última fase, que representan dos tipos distintos de «(re)organización
social»—, y «turbulencia» —la fase de «desorganización» que se interpone
entre las otras dos— 1.
1 Athens concuerda, por tanto, con la teoría interpretativa de Blumer, concretamente cuando
este af‌irma que se produce «desorganización social» cuando los miembros de una comunidad son
incapaces de involucrarse en acciones sociales concertadas debido a la falta de un acuerdo sobre las
normas a seguir. Véase BLUMER, 1969.

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