Interaccionismo radical

AutorAdolfo Ceretti/Lorenzo Natali
Páginas49-94
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CAPÍTULO II
INTERACCIONISMO RADICAL
«Someone else is speakin' with my mouth, but I'm
listening only to my heart».
Bob DYLAN
1. PREMISA
En el siguiente capítulo presentaremos un esbozo biográf‌ico de Athens
e introduciremos los primeros rasgos de su teoría sobre los actos violen-
tos. Metodológicamente consideramos oportuno entrar antes en su universo
conceptual mostrando los motivos fundamentales que lo llevaron a alejarse
de las posiciones más ortodoxas del aparato meadiano y a sentar las bases de
las teorías que lo adscriben al «interaccionismo radical» (Athens, 2007a).
Este último, a diferencia del «interaccionismo simbólico», considera el «do-
minio» (domination) la «piedra angular» del funcionamiento de la sociedad
y de sus principales instituciones, noción que sustituye a la meadiana de «so-
cialidad» (sociality), lo que nos procura una explicación muy ef‌icaz del ori-
gen y del obrar cotidiano de nuestras interacciones simbólicas. En el interac-
cionismo radical, además, la noción de «comunidad-fantasma» sustituye al
concepto tradicional del otro generalizado, lo que permitirá a Athens tener
en cuenta, en sus explicaciones del actuar violento, la unicidad biográf‌ica y
la «creatividad» de cada individuo.
2. LA PRIMERA CRÍTICA DE ATHENS AL PENSAMIENTO
MEADIANO: CONFORMIDAD E INDIVIDUALISMO
La primera crítica de Athens a Mead se centra en dos puntos nodales
problemáticos: la asunción de actitud y el concepto de otro-generalizado.
Como hemos tenido ocasión de observar, estos dos conceptos están fun-
cionalmente conectados. De hecho, el otro-generalizado representa, para
Mead, el extenso conjunto de las «actitudes ajenas» que son interiorizadas
Adolfo Ceretti / Lorenzo Natali
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mediante role-taking a lo largo de la interacción social. La condición que
hace posible, ef‌icaz y «sincronizada» la asunción de actitud es que cada par-
ticipante en la interacción recurra a un lenguaje signif‌icativo. Añade Mead
que, cuando comunicamos, decimos a los otros lo que simultáneamente nos
estamos diciendo a nosotros mismos. Esta actividad ref‌lexiva es la que nos
permitirá asumir la actitud ajena de manera simultánea a la conversación con
nosotros mismos, es decir, adelantándonos a las respuestas de los otros.
Por el contrario, Athens sostiene
«que no podemos nunca asumir el rol [de los otros] partiendo de lo que les deci-
mos sino solo a partir de lo que ellos nos dicen a nosotros. Tenemos que esperar
siempre las respuestas de las otras personas a nuestros comentarios antes de po-
der asumir con seguridad sus actitudes. [...] El lenguaje permite que se asuman
actitudes ajenas sucesivamente y no simultáneamente [...] ya que dicha asunción
es un proceso diacrónico y no sincrónico» (Athens, 2002: 36) 1.
La ef‌icacia y el proceso mismo de la comunicación se hacen de este modo
mucho más problemáticos respecto a la visión de Mead basada en un lengua-
je signif‌icativo «previdente».
De hecho, como cada uno de nosotros podrá deducir basándose en sus
propias experiencias interpersonales, más que «ponernos en el lugar de los
otros» somos nosotros los que ponemos en «nuestro lugar» las actitudes aje-
nas, de tal manera que el signif‌icado que atribuyamos a un determinado «ges-
to» será siempre, en def‌initiva, un signif‌icado «nuestro», como «nuestras»
serán también las expectativas de comportamiento que de él deriven. «[E]
sperar proviene del latín espectare [...] reforzador de specere que signif‌ica
mirar [...] estar con el ánimo pero también con la expresión y la mirada di-
rigidas a alguien o a algo que está a punto de llegar o de ocurrir: con deseo
o con temor» (Borgna, 2005: 70). Es por esta razón que un mismo compor-
tamiento puede ser interpretado como «pacíf‌ico» por una persona o como
extremamente «ofensivo» por otra. Mientras que la teoría de Mead, basada
en la dialéctica entre el Yo y el Mí, difícilmente puede sostener este tipo de
exigencia sin alterar el espíritu originario. Dado que la conversación entre
Yo y constituye, en su opinión, la fase preparatoria de nuestras acciones,
y dado que el representa el conjunto de las expectativas sociales interiori-
zadas por el individuo, el sujeto agente sería «inducido» a comportarse como
conformista. De ahí que el pensamiento de Mead tenga dif‌icultades a la hora
de explicar el origen o la proveniencia del individualismo: si se sigue esto al
pie de la letra, todo lo que decimos y hacemos a lo largo de una experiencia
social debería ser conforme a las expectativas de los otros participantes 2.
1 La cursiva es nuestra.
2 «Así, cuando Mead cae en la trampa de considerar al Self espejo de las expectativas ajenas,
está transformando mágicamente a los seres humanos en “camaleones sociales”, lo que, en efecto,
los reduce al estado de no-persona» (ATHENS, 1995a: 257).
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Interaccionismo radical
2.1. Comunidad-fantasma y soliloquio
Para resolver una parte consistente de este impasse teórico y demos-
trar que el Self puede desarrollarse también en un sentido no-conformista,
Athens elabora el concepto sensibilizante de comunidad-fantasma, que en
un primer intento de aproximación podemos def‌inir como el interlocutor
«que constituye la parte principal de nuestros soliloquios» (Athens, 1994:
521). Esta def‌inición nos conduce de nuevo a las consideraciones que hici-
mos sobre el proceso interpretativo de «preparación a la acción», partiendo
de Mead y continuando después con el enfoque más marcadamente inter-
pretativo de Blumer. El concepto de «soliloquio», de hecho, aunque se in-
dique con otros términos, fue ya tratado por estos pensadores 3 como expre-
sión del principio de ref‌lexividad del Self y, como tal, constituye la base de
la interpretación de la situación, de la imagen de sí mismo y del control de
sí mismo 4. La interacción con uno mismo no sucede como si se diera «entre
dos o más partes de un sistema psicológico, entre necesidades o emociones,
o ideas, o entre el Yo y el Ego del esquema freudiano». Más bien es una inte-
racción social, «una forma de comunicación en la que la persona se dirige a
sí mismo como individuo y se da respuestas» (Blumer, 1969a: 55).
No obstante la profunda af‌inidad que presentan, estas tres formulacio-
nes mantienen entre sí una distancia considerable. Si es verdad que para
Mead el principal interlocutor del Self sigue siendo el —la voz genera-
lizada de toda la comunidad, acogida a lo largo de la interacción social—,
Athens, en cambio, atribuye dicho rol a la comunidad-fantasma, esa audien-
ce de personas reales o imaginarias cuyas concepciones damos normalmente
por sentado y ante la cual cada uno de nosotros trata de mantener o mejorar
su propia reputación (Athens, 2007a: 150) 5. En síntesis, mientras el otro-
generalizado podría representarse como un coro griego que da voz a una
3 Recordemos una vez más la «conversación interior» entre el Yo y el descrita por Mead:
«Nuestro pensamiento es una conversación interna en la que podemos adoptar el papel de deter-
minadas personas conocidas, aunque habitualmente con quien se conversa es con el llamado “otro
generalizado”» (MEAD, 1932: 189).
4 «El lenguaje permite a los seres humanos ejercitar la self-direction. Nuestra comunicación
interior es un modo de darnos órdenes a nosotros mismos: ¡Colabora! ¡Rebélate! ¡Escucha! ¡Vete!
¡Corre! ¡Anda! ¡Gira a la derecha! ¡Trabaja más duramente! ¡Duerme! ¡Piensa! [...]. Cualquier
control que tenemos sobre nosotros [...] se produce mediante la interacción simbólica con nosotros
mismos, contándonos lo que sucede, las posibles alternativas y la línea de acción que podemos
adoptar. Tanto la decisión de adecuarse y cooperar como la de rebelarse [...] forman parte del
proceso por el que el individuo, a lo largo de la interacción simbólica, decide qué hacer» (CHARON,
1979: 61).
5 Esta lectura nos conduce directamente a la del «sí social» propuesta por William James:
«Un hombre posee tantos sí sociales como individuos que lo reconocen y transmiten a su mente
una imagen de cada uno de ellos. Dañar una de estas imágenes signif‌ica agredirse a sí mismo. Y
como los individuos que transmiten estas imágenes pertenecen naturalmente a diferentes clases, se
puede af‌irmar que un individuo posee tantos sí sociales como grupos de personas cuyas opiniones
le interesan» (JAMES, 1890: 294).

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