Más y mejor representación
Autor | Paloma Biglino Campos |
Cargo del Autor | Catedrática de Derecho Constitucional Universidad de Valladolid |
Páginas | 71-92 |
MÁS Y MEJOR REPRESENTACIÓN
Paloma BiG L i n o Ca m p o s
Catedrática de Derecho Constitucional
Universidad de Valladolid
I. INTRODUCCIÓN
Desde sus propios orígenes, la democracia representativa siem-
pre ha sido objeto de polémica. Las críticas se han agudizado en
los últimos tiempos, quizá como efecto secundario de la crisis eco-
nómica. Sirva como ejemplo el maniesto «Democracia real, ya»,
que inspiró al movimiento 15-M 1. En la parte que nos interesa,
el documento parte de una visión del deber ser de la democracia,
en la que ésta, por partir del pueblo, debe consistir en el gobierno
del pueblo. En la realidad diaria, sin embargo, «la mayor parte
de la clase política ni siquiera nos escucha», por estar demasiado
ocupada en enriquecerse «y medrar a nuestra costa atendiendo
tan sólo a los dictados de los grandes poderes económicos». Ante
esta situación, el remedio debería ser que la clase política llevara
la voz de las personas «a las instituciones, facilitando la participa-
ción política ciudadana mediante cauces directos y procurando el
mayor benecio para el grueso de la sociedad».
Aunque, para algunos, la reivindicación puede parecer nece-
saria, justo es reconocer que no es demasiado original y, desde
luego, dista de ser perturbadora. De un lado, el maniesto no
pone en cuestión el carácter representativo de nuestra democra-
1 http://www.democraciarealya.es/maniesto-comun/.
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cia, sino la manera en que se ejerce la representación, porque
exige que los elegidos cumplan mejor la misión para la que han
sido designados, esto es, servir a los intereses generales y no a los
particulares. Pero de otro, el maniesto incide en las limitaciones
de la representación, reivindicando cauces directos de la partici-
pación.
He querido abrir estas páginas con un ejemplo del problema
y unas alternativas que son recientes. Pero este discurso crítico se
conoce desde el mismo momento en que aparece el Estado libe-
ral. Desde sus orígenes, la representación ha levantado sospechas,
que se han querido disipar corrigiéndola mediante la introduc-
ción de instituciones de democracia, directa o participativa. La
experiencia demuestra que éste quizá no sea el camino adecuado
y una buena prueba de ello son los problemas que el referéndum
o la iniciativa popular suscita aquí y ahora. Quizá por ello, se-
ría preciso explorar las otras vías que también el maniesto deja
abiertas y, en vez de buscar alternativas a la democracia represen-
tativa, profundizar y mejorar la propia representación.
Como antes se señalaba, el problema es tan antiguo que puede
considerarse inherente a la aparición del concepto de representa-
ción contemporánea. No es éste el momento de llevar a cabo un
análisis histórico profundo de esta armación, por lo que me voy
a limitar a citar algunos hechos históricos, más con la intención
de poner un ejemplo de la armación que acabo de realizar que
de hacer auténtica historia.
II. LA REPRESENTACIÓN: UNA NOCIÓN PUESTA
EN CUESTIÓN DESDE SUS ORÍGENES
Es cierto que la idea de representación que tenemos en la ac-
tualidad no nace de manera repentina ni durante la revolución
francesa 2. Pero también es verdad que fue durante ese proceso
histórico cuando recibió la formulación teórica que tuvo mayor
2 La noción ya estaba consolidada en Inglaterra, aunque con las peculiari-
dades derivadas, entre otros factores, de la negativa a reconocer otra soberanía
que no obedeciera a la fórmula de The King in Parliament, expresión que conlleva
la negación de la soberanía nacional o popular. Sirva como ejemplo la claridad
con la que es expuesta por E. bu r K e en su famoso «Discurso a los Electores de
Bristol», pronunciado en 1774.
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