Ladrillo, piedra y construcción sagrada

AutorRafael García Sánchez
Cargo del AutorProfesor Contratado Doctor de Estética y Composición Escuela Técnica Superior de Arquitectura y Edifi cación de Cartagena (UPCT)
Páginas185-200
VI. Ladrillo, piedra y construcción sagrada
RAFAEL GARCÍA SÁNCHEZ
Profesor Contratado Doctor de Estética y Composición
Escuela Técnica Superior de Arquitectura y Edif‌i cación de Cartagena (UPCT)
1. INTRODUCCIÓN
El que fuera arquitecto y ministro de armamento de Hitler, Albert
Speer, relata en sus Memorias1 que cuando el Führer vio los planos del
Olympiastadion de Otto March quedó enormemente defraudado, hasta
el punto de llegar a decir que jamás pisaría semejante edif‌i cio. El moti-
vo no era otro que el proyecto preveía el uso de hormigón visto, acero y
cristal. La cólera de Hitler fue tal que a Speer no le quedó más remedio
que trasnochar rehaciendo el diseño que modif‌i có incorporando piedra
natural. Hitler amaba al mismo tiempo la tradición y la posteridad,
y sabía bien que los principales testigos de la historia eran edif‌i cios
ruinosos de piedra y no escombros oxidados de hierro2. A diferencia de
Bismarck, Hitler tenía conocimientos artísticos y arquitectónicos, no en
vano es sabido que al no ser admitido en la Academia de Arte vienesa
barajó la posibilidad de estudiar arquitectura. Le gustaba tanto que, en
el verano de 1936 le dijo a Speer que, a pesar de estar muy ocupado con
temas políticos y militares, “para estas cosas (de arquitectura) siempre
tengo tiempo”3. No debe sorprendernos que, a tenor de su entusiasmo
por el arte y la arquitectura, Hitler se hubiese pref‌i gurado una idea de
cómo debían construirse los edif‌i cios que darían gloria a su patológica
y extravagante vanidad augustea. Estaba convencido de que el colosal
y descomunal proyecto de Nuremberg debía materializarse en piedra
1 SPEER, Albert, Memorias, El Acantilado, Barcelona, 2001.
2 SPEER, Albert, Memorias, pp. 150.
3 SPEER, Albert, Memorias, pp. 138.
Rafael García Sánchez
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y no en acero y cristal, materiales que ya estaban de moda en toda
Europa y que la Staatliche Bauhaus había puesto en valor desde 1919
hasta 1929.
No parece que haya lugar a dudas de que al caudillo alemán los
materiales asociados a la modernidad arquitectónica y al estilo in-
ternacional le resultaban especialmente antipáticos. En el espíritu
artístico del líder del III Reich siempre reverberaron las imágenes de
los grandes edif‌i cios que había estudiado y dibujado en su menesterosa
etapa vienesa. Deyan Sudjic nos dice en su estudio sobre el poder, las
dictaduras y la arquitectura que “Hitler quería la antigua Roma, y Speer
hizo cuanto pudo para dársela”4. Parece probado que su interés por
la arquitectura monumental no decayó nunca, no en vano, se tenía así
mismo como un artista y diseñador a escala planetaria, más que como
un mero militar o líder político5. Las palabras que pronunció en las
bodegas de cerveza de Múnich en la década de 1920 o en 1935 sobre
los cimientos del Kongresshalle resultan bien ilustrativas:
(…) una Alemania fuerte debe poseer una gran arquitectura, dado
que la arquitectura es una señal fundamental del poder y la fuerza
nacionales. (…) a partir de nuestra nueva ideología y nuestra
voluntad política de acceder al poder, crearemos documentos de
piedra6.
Aunque un día se silencie la voz del nacionalsocialismo, estos
testigos de mampostería seguirán causando asombro7.
¿Por qué la piedra y no el acero y el cristal? La respuesta que Speer
recibió de Hitler fue bien contundente y no hizo más que aumentar el
hechizo que le producía su siniestro mecenas. En acero se construyen
las armas, los tanques, los acorazados, los aviones y los submarinos.
Dos acorazados de la clase Bismark podían costar más que todo el Es-
tadio de Nuremberg y transcurridos no más de diez años esas temibles
máquinas de fabricación de la muerte no serían más que “chatarra”8,
escombro oxidado. Sin embargo, a diferencia de los artefactos metáli-
cos, las obras en piedra, con el paso de los siglos, acabarían convertidas
en nobles ruinas o monumentos. Lo que distingue la chatarra del mo-
numento, o el escombro de la ruina es bien notable para el propósito
4 SUDJIC, Deyan, La arquitectura del poder, Ariel, Barcelona, 2009, p. 23.
5 SUDJIC, Deyan, La arquitectura del poder, p. 16.
6 SUDJIC, Deyan, La arquitectura del poder, p. 28.
7 SUDJIC, Deyan, La arquitectura del poder, p. 46.
8 SPEER, Albert, Memorias, p. 128.

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