Juez-jueza

AutorJulio Picatoste
Cargo del AutorMagistrado (jubilado) - Académico de número de la Real Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación
Páginas229-230
JUEZ –JUEZA 70
A raíz de mi anterior artículo –Mujer y judicatura–, en el que daba cuen-
ta de la creciente presencia de la mujer en la Carrera Judicial, unas lectoras,
algunas de ellas profesionales del Derecho, se preguntan –y me preguntan– si
la mujer dedicada a la tarea de juzgar debe ser llamada juez o jueza, cuestión
sobre la que mantenían opiniones dispares.
No he de ser yo quien dé respuesta y solución a su disputa, sino la fuente
que goza de autoridad para ello: el Diccionario Panhispánico de dudas. La pa-
labra juez es, por su terminación, común en cuanto al género, de modo que
tiene una sola forma para ambos géneros gramaticales; el que corresponda a
cada caso, según el sexo del referente, vendrá denido por los determinan-
tes y adjetivos de variación genérica; en consecuencia, en función de quien
desempeñe el cargo, hombre o mujer, hablaremos de el juez o la juez. Siendo
así, no era necesaria la creación de un nuevo vocablo, un femenino especí-
co, –jueza– para designar a la mujer que profesa la judicatura. Adviértase,
por otro lado, que la terminación en –ez es propia de muchos sustantivos
femeninos: vez, altivez, lucidez, languidez, liquidez, desfachatez, delgadez,
lividez, acidez, sordidez...
En otro tiempo, y singularmente en los pueblos, llamábase jueza a la
mujer del juez, como notaria era la mujer del notario, graciosa concesión del
habla popular que atribuía a la mujer una suerte de disfrute ganancial de tí-
tulo y honores del marido, lo que no dejaba de ser notable ventaja ganada sin
el padecimiento de las oposiciones, activamente al menos, que pasivamente
más de una las sufrió.
Las cosas cambian cuando la mujer gana por esfuerzo y mérito propios
el derecho a ocupar el mismo espacio profesional que el hombre; de ahí que
tal conquista comporte la del derecho a una denominación especícamente
femenina, no sin disgusto de algunos lingüistas y académicos que tienen la
innovación por innecesaria. Para Lázaro Carreter, por ejemplo, la palabra
jueza es de fea catadura; y poco propicio a este femenino se muestra también
García Yebra, que tiene al vocablo por innecesario y vulgar.
70 Faro de Vigo, 17 de octubre de 2009.

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