Derecho al trabajo, cinismo estructural, poderes innominados y vida digna

AutorDavid Sánchez Rubio
Cargo del AutorProfesor Titular de Filosofía del Derecho. Facultad de Derecho. Universidad de Sevilla
Páginas137-165
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CAPÍTULO SéPTIMO.
DERECHO AL TRABAJO, CINISMO ESTRUCTURAL,
PODERES INNOMINADOS Y VIDA DIGNA
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1. INTRODUCCIÓN. NO SOLO EL SÁBADO (Y/O DOMINGO) ES
PARA EL SER HUMANO, TAMBIéN EL TRABAJO
En el Evangelio de Marcos, 2: 27-28, se narra la historia del incumplimiento
de la ley basada en los dictados de la tradición oficial judía por parte de Jesús,
al abrirse camino arrancando espigas y saciando el hambre a todos los que
estaban con él, con los panes que solo a los sacerdotes les era lícito comer.
También se cuenta cómo Jesús sana la mano paralizada de un hombre. El tras-
fondo de ambas narraciones se centra en el dilema que plantea saber si hay
que obedecer una ley que impide comer a la gente y, también, si ese día, que
es el sábado (sabbat o shabat), día sagrado de la semana en la tradición judía
que significa descanso, y que en la tradición cristiana tiene su equivalente en
el domingo, está en función del cumplimiento legalista y automático de la ley
que prohíbe trabajar, según establece la tradición, ya que la ley es la que pro-
porciona la vida y está por encima de los seres humanos o, por el contrario, si
la ley es para la vida, es decir, si su cumplimiento está en función del ser huma-
no y sus condiciones dignas de existencia. En este caso supone plantearse lo
que es prioritario: cumplir la ley, no comer para saciar el hambre y no trabajar
para sanar a un enfermo, abandonándolo a su suerte o desobedecer la ley
para poder alimentarse y para salvar una vida y hacerla más digna. El propio
Jesús afirma en el Evangelio de Marcos que el sábado ha sido instituido para el
hombre y no el hombre para el sábado, siendo el Hijo del hombre el señor del
sábado. Asimismo, pregunta si es lícito hacer el bien el sábado en vez del mal y
si también lo es salvar una vida en vez de destruirla.
1 Profesor Titular de Filosofía del Derecho. Facultad de Derecho. Universidad de
Sevilla.
David Sánchez Rubio
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Teólogos y filósofos como Arturo Paoli y Franz Hinkelammert, entre
otros, siempre han reivindicado aquella tradición del cristianismo originario
que reclama que el ser humano nunca debe estar subordinado a las cosas y a
las producciones que genera, entre ellas las normas y la autoridad que ejerce
el poder (Paoli, 2016; y Hinkelammert, 1998). El ser humano debe ser siem-
pre su propio señor y ser sujeto de todo lo que crea desde el amor al prójimo
y el no matar. En términos normativos, esta convicción ética se expresa en el
sentido de que la ley es para la vida digna de los sujetos y sus condiciones de
existencia, con los oprimidos y victimizados a la cabeza, y no al revés, no es
la ley (ni la autoridad en cualquiera de sus versiones) la que les da la vida a
los seres humanos de manera ciega y automática. Nunca debe convertirse en
una mediación idolatrada, en algo fetichizado que se transforma en un ente
superior a quienes la crean y la producen. Detrás hay toda una lucha por en-
tender la libertad a partir de una autoridad que la proporciona o por concebir
la libertad a partir de un sujeto que interpela a la ley y a la autoridad cuando
estas se interpretan, se conciben y se aplican desde una lógica sacrificial que,
endiosada, mata en sentido literal y/o metafórico a quien la cuestiona y no la
obedece (Hinkelammert, 1998).
Esta enseñanza sobre el sábado para el ser humano no solo se centra en
el papel que debe cumplir cualquier autoridad, norma y/o ley en su relación
con los seres humanos que, en tanto sujetos, las producen y, según los casos,
las deben obedecer sin cuestionar o deben cuestionarlas y discernirlas en de-
terminados casos. Se trata de algo más. Se refiere a cualquier obra, mediación
o producción humana y su interpelación cuando se idolatra y se convierte en
un fetiche que está por encima de los seres humanos y sus condiciones dignas
de existencia. Por ejemplo, si sustituimos el sábado por el mercado, debemos
preguntarnos si tanto en el pasado como en el presente, el mercado es para el
ser humano o el ser humano es para el mercado. Lo mismo hay que hacer con
el Estado: ¿es el Estado hoy en día para el ser humano o el ser humano para el
Estado?, y la pregunta se hace más interesante no solo en los países europeos y
del mal llamado primer mundo, sino en aquellos países ubicados en regiones
como la de América Latina, África o Asia donde la mayoría de ellos no están
libre de sospecha a la hora de analizarlos desde su honestidad en el tema de la
corrupción y el no ejercicio de la violencia institucional y para-institucional, y
tampoco se libran de esta sospecha con respecto a su insensibilidad por dere-
chos humanos. Igualmente ocurre con una figura o concepto como el de tra-
bajo ¿la mayoría de la humanidad está supeditada a distintas expresiones del
trabajo o casi todos los humanos estamos en función de un trabajo que depen-
de de algo superior, el capital? ¿O sucede lo contrario, esas distintas formas de
trabajo y el capital están al servicio de los seres humanos? Evidentemente una

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