Capítulo 11. Una interpretación posible sobre de anima III, 1, 424B22-425A14

AutorDesiderio Parrilla Martínez
Cargo del AutorUniversidad católica de Murcia
Páginas169-185
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CAPÍTULO 11
UNA INTERPRETACIÓN POSIBLE
SOBRE DE ANIMA III, 1, 424B22-425A14
DESIDERIO PARRILLA MARTÍNEZ
Universidad católica de Murcia
1. INTRODUCCIÓN
El libro tercero del De anima comienza con un exordio enigmático. Ha
supuesto un auténtico quebradero de cabeza para los críticos y ha reci-
bido múltiples interpretaciones. Nos topamos aquí con la demostración
más extraña que cabe encontrar en la obra de Aristóteles. Sobre este pa-
saje escribe Adolf Torstrik (De Anima, Berlín, 1862, ad loc.): "Videtur
post Aristotelem nemo hanc demostrationem intelexisse; videantur Sim-
plicius, Philoponus, Sophonias, Alexander, Averroes, Julius Pacius, de-
nique Trendelenburgius. Nec ego intelexi". Sólo nos resta incluirnos hu-
mildemente en la lista. Sin embargo, nos atrevemos a presentar una
nueva exégesis acerca de este pasaje donde está implicada una teoría de
la visión de la oscuridad (o visión escotópica). El pasaje controvertido
(De anima III, 1, 424b22-425a14) es el que precede a la introducción
sobre el sentido común y la sensibilidad interna (De anima III, 1,
425a14-425b10) sobre los que versan los dos capítulos siguientes (De
anima III, 2-3).
2. OBJETIVOS
El pasaje es, en esencia, una axiomatización de las facultades sensibles.
Se centra en los cinco sentidos externos (vista, oído, gusto, tacto y ol-
fato), puesto que la axiomatización se basa en la correlación entre el
conjunto de los elementos materiales que constituyen el órgano sensible
de esos sentidos (tierra, aire, agua o fuego) y el conjunto de los elemen-
tos materiales que constituyen el medio de conocimiento de sus
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respectivos objetos (aire, agua, carne). Entre ambos conjuntos puede es-
tablecerse una relación biyectiva de cada uno de los miembros.
Esta axiomática, por tanto, funda la necesidad de los cinco sentidos ex-
ternos en la relación necesaria de los elementos materiales que constitu-
yen los órganos y los medios de conocimiento sensible. Esta axiomati-
zación de los cinco sentidos externos excluye que haya posibilidad de
más sentidos externos. Hay necesariamente cinco, y sólo cinco sentidos
externos en el cosmos (mundus aspectabilis), ni uno más ni uno menos.
La razón de esta necesidad reside en los elementos materiales que cons-
tituyen el cosmos efectivo. Desde este cosmismo materialista Aristóteles
se opone tanto a los acosmistas (tanto materialistas como idealistas)
como a los cosmistas espiritualistas.
Esta axiomática refuta la tesis que admite como posibles infinitas facul-
tades o capacidades cognoscitivas (quoad se), aunque fueran descono-
cidas para nosotros (quoad nos). En virtud de su infinitud estas potencias
trascienden el cosmos y fundan el mencionado acosmismo. La demos-
tración se opone tanto al acosmismo naturalista de Spinoza (que afirma
una infinidad de atributos que pueden manifestarse en los modos) o el
acosmismo espiritualista de Bergson (cuyo élan vital modifica la mate-
ria organizando un número virtualmente indefinido de órganos y poten-
cias cognoscitivas).
De ser verdadera nuestra hipótesis, el pasaje refutaría también a aquellos
escolásticos que consideran que no puede haber una axiomatización de
las facultades. La escolástica incurre en un cosmismo espiritualista que
parte del hecho de que en el cosmos hay cinco sentidos externos con sus
correspondientes órganos sensibles. Pero desconocen si este hecho cós-
mico es contingente o necesario. Lo paradójico reside en que hacen de-
pender la facultad sensible de la facultad nutritiva del órgano, sin consi-
deración de los componentes materiales de éste. Paradójicamente, la es-
colástica reduce la potencia activa del sentido externo al órgano material
perceptivo. De modo que la facultad sensible se corrompe cuando se
corrompe el órgano perceptivo (y su correspondiente alma nutritiva). Se
tienen en cuenta los elementos materiales del órgano para determinar la
facultad sensible, pero no para determinar si es necesario el número de
facultades sensibles. Santo Tomás se ciñe más al aristotelismo de este

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