Pragmatismo y derecho

AutorRonald Dworkin
Páginas47-62
CAPÍTULO I
PRAGMATISMO Y DERECHO
La teoría jurídica estadounidense lleva más de una década demasiado
ocupada en debates metateóricos sobre su propia naturaleza o posibilidad.
Parte (pero sólo parte) de esta preocupación vino inspirada por encomia-
bles aspiraciones políticas. Pero a fin de cuentas ni siquiera de dichas aspi-
raciones se sacó nada en claro; quienes analizaban el nihilismo y la decons-
trucción con la justicia social en mente podrían haber hecho más por tal
causa tratando sus problemas de manera directa. Como son una pérdida
de importantes recursos y energía, ahora debemos dejar de lado los gran-
des debates sobre si el derecho es todo poder, ilusión o fuerza, o si los
textos interpretan sólo otros textos, o sobre si hay respuestas correctas,
mejores, verdaderas o sólidas, o sólo útiles, poderosas o populares. En vez
de ello podríamos analizar cómo deben tomarse decisiones que en cual-
quier caso hay que tomar, y cuáles de las respuestas que de cualquier modo
se pensará que son correctas, mejores, verdaderas o sólidas realmente lo
son.
1. EL NUEVO PRAGMATISMO
Algunos de los juristas que se autodenominan pragmatistas tan sólo
quieren decir que son gente práctica, más interesada en las consecuencias
reales de las concretas decisiones políticas y legales que en la teoría abs-
tracta. Pero «pragmatismo» es también el nombre de un tipo de teoría filo-
sófica abstracta. El profesor RORTY, que se considera un pragmatista filo-
sófico, incluye dentro de tal tradición no sólo a William JAMES, Charles
48 RONALD DWORKIN
1WILLIAMS, 1991.
Sanders PEIRCE y John DEWEY, sino también a Ludwig WITTGENSTEIN,
W. V. O . Q UINE y Donald DAVIDSON, aunque estos tres últimos más que
apoyar han refutado la versión rortiana de tal tradición.
RORTY dice que debemos abandonar la idea de que la indagación jurí-
dica, moral e incluso la científica sean intentos de descubrir qué es lo que
realmente hay, qué es realmente el derecho, qué quieren decir realmente
los textos, qué instituciones son realmente justas o cómo es realmente el
universo. Debemos abandonar la idea de que un vocabulario de concep-
tos, un conjunto de proposiciones, pueda ser más fiel que otro a una «rea-
lidad» que existe con independencia de ambos. En lugar de ello, debemos
aceptar que el vocabulario que tenemos es sólo el que tenemos, el que
parece irnos bien o sernos útil. También deberíamos aceptar que cuando
ese vocabulario de ideas o proposiciones ya no nos parece útil (ya no parece
irnos bien) podemos y debemos cambiarlo para ver «cómo nos apañamos»
con otro distinto. La indagación así entendida es experimental. Ponemos
a prueba nuestras ideas para ver cómo funcionan, para ver qué ideas o
vocabularios demuestran ser útiles o interesantes.
Todo esto suena muy interesante. Sin embargo, como a estas alturas
ya han puesto de manifiesto muchos filósofos, filosóficamente es un desas-
tre. Para mostrarlo citaré el escueto estado de la cuestión hecho por Ber-
nard WILLIAMS al resumir la devastadora crítica de Hilary PUTNAM: [los
puntos de vista de RORTY] «sencillamente se hacen pedazos a sí mismos.
Si, como a RORTY le gusta decir, la descripción correcta (para nosotros)
del mundo depende de qué entendemos que nos resulta útil decir y si, tal
y como admite RORTY, entendemos que nos es útil decir que la ciencia
descubre un mundo preexistente, entonces simplemente no hay ningún
ángulo desde el que RORTY pueda afirmar, como también hace, que la cien-
cia en realidad no descubre un mundo preexistente, sino que (más o menos)
se lo inventa»1.
Este razonamiento también vale para el derecho y la moral. En el ejer-
cicio de su profesión los abogados comunes entienden que algunas deci-
siones judiciales interpretan el derecho adecuada o correctamente y otras
no. Los ciudadanos comunes piensan que la Guerra del Golfo fue justa o
que no lo fue. No entienden que decir tal cosa sea entretenido, interesante
o útil, sino que realmente lo fue, porque realmente expulsar a un ejército
invasor es justo o porque realmente matar civiles inocentes siempre es
injusto. Afirmar que la distinción entre lo que el derecho realmente dice
o lo que la justicia realmente exige y aquello que de alguna forma sería
útil decir o pensar es una distinción que nos resulta importante sería una
subestimación: nos resulta crucial. No podríamos pasar sin ella, y menos

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