El nuevo bulldog de Darwin

AutorRonald Dworkin
Páginas89-122
*N. de T.: El texto principal de este capítulo recoge la contestación de DWORKIN a las con-
ferencias Holmes dictadas por Richard A. POSNER en la Universidad de Harvard en 1998. Salvo
que del texto se infiera un uso distinto, las numerosas referencias de DWORKIN a conferencias de
este autor deben entenderse hechas a estas concretas conferencias.
1Véase POSNER, 1998a, 1997a, 1998b: 1640.
2POSNER, 1997: 379.
3DWORKIN, 1997b: 353 ss. [N. de T.: recogido como capítulo II de este libro].
4Véase DWORKIN, 1997c: 431 ss.
5POSNER, 1998b: 1640.
CAPÍTULO III
EL NUEVO BULLDOG DE DARWIN *
1. CUESTIONES URGENTES
La jeremiada de Richard POSNER es su tercer ataque en los últimos
meses 1contra lo que él denomina «teoría moral» 2. Uno de sus anteriores
trabajos fue escrito en respuesta a una conferencia mía 3, y por mi parte
respondí a tal trabajo 4, de modo que este artículo continúa una ya larga
discusión. Las conferencias de POSNER son característicamente entreteni-
das, rápidas, astutas y plenas de golpes de efecto. Están llenas de una gran
variedad de excursiones relevantes e irrelevantes, de referencias y de insul-
tos. Los argumentos que ofrece en apoyo de sus tesis principales, sin
embargo, fracasan tan espectacularmente que hacen urgente dar respuesta
a una pregunta que él mismo plantea. ¿Qué explica su feroz hostilidad (él
la denomina «rechazo visceral» 5) hacia el trabajo académico contra el que
ha decidido posicionarse? Voy a proponer una respuesta: a pesar de sus
afirmaciones en sentido contrario, el propio POSNER puede estar bajo el
control de una teoría moral sustantiva y no instrumentalista que no ter-
mina de admitir, o que incluso no reconoce. Su teoría es distinta del «rela-
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6POSNER sugiere que «el consenso es la única base en la que pueden o deben aceptarse las
alegaciones de verdad, porque el consenso hace a la “verdad” y no la verdad al consenso». POSNER,
1998b: 1657. Esta visión «postmoderna» de la ciencia se presenta de modo hipotético, pero las
afirmaciones repetidas (si bien algunas veces contradictorias) de POSNER de que la diversidad de
opiniones demuestra la ausencia de verdad objetiva presuponen tal visión. Para una discusión ulte-
rior de lo que he denominado «el flirteo» de POSNER con el postmodernismo véase DWORKIN,
1997c: 439-440. Para una crítica de estas ideas en el contexto de un célebre desenmascaramiento
reciente de su superficialidad véase BOGHOSSIAN, 1996: 14.
tivismo moral» al que formalmente se adhiere, pero explica mucho mejor
que éste sus distintas posiciones y apasionamientos.
Sin embargo, antes que nada he de defender mi duro juicio sobre la
calidad de sus argumentos, y soy consciente de que al hacerlo corro un
peligro. Los malos argumentos ofrecidos por POSNER bien pueden ser tram-
pas, ya que una de sus principales tesis es que los jueces no son buenos
en el razonamiento filosófico, de modo que puede que esté tentando a sus
críticos a ayudarle a demostrar esta tesis mostrando que ello es cierto al
menos en el caso de un juez (de uno particularmente inteligente y emi-
nente). Si ésta es su estrategia, sus cepos acaban de atrapar otra presa.
Esta contribución considera las diferentes tesis de POSNER con bastante
detalle. Tengo dos razones para molestar a los lectores con una respuesta
minuciosa a lo que he descrito como argumentos evidentemente malos. En
primer lugar, los argumentos de POSNER están al servicio de un populista
movimiento antiteoría que tiene una posición fuerte en la actual vida inte-
lectual de los Estados Unidos (la desastrosa visión de la ciencia que POSNER
tiene presente en el desarrollo de su argumentación no es sino otro ejemplo
de esta tendencia) 6. Tal movimiento nos hace perder el tiempo, porque buena
parte del mismo, incluyendo la argumentación de POSNER, consiste en vacíos
llamamientos a la acción para conseguir metas que no puede ni siquiera des-
cribir, no digamos ya justificar. Peor que eso: los antiteóricos se burlan de
una idea que no se paran a entender pero que es un predicado esencial de
cualquier búsqueda responsable de la justicia social. Cualquier principio
moral, no importa cuán profundamente arraigado esté en nuestra cultura,
lenguaje o práctica, puede ser falso (o, no importa cuán profundamente recha-
zado, a pesar de ello puede ser verdadero). No sé cuándo se agotará el epi-
sodio de la antiteoría en nuestra historia intelectual, y puede que ya haya
comenzado su declive, que en cualquier caso llega con retraso. Pero no debe-
mos dejar sin contestar ni un solo extremo relevante de su credo.
2. LA INDEPENDENCIA DE LA MORAL
La segunda de mis razones para examinar los argumentos de POSNER
en profundidad es de corte táctico. Sus conferencias ilustran un impor-
EL NUEVO BULLDOG DE DARWIN 91
tante extremo filosófico, porque aunque pretende mostrar que tanto las
personas normales como los jueces pueden prescindir de la teoría moral,
sus propios argumentos caen una y otra vez en tal tipo de teoría. Si es
incapaz de darse cuenta de esta contradicción es porque no logra ver la
distinción crucial que existe entre la filosofía moral, por una parte, y la
sociología, antropología y psicología de la moral, de otra.
Podemos plantear una gran variedad de cuestiones sobre los juicios
morales en general o sobre alguna afirmación moral en concreto (por ejem-
plo, sobre la que sostiene que la clitoridectomía está mal en todo lugar).
Estas preguntas caen bajo diferentes campos intelectuales. Uno es el campo
de la sociología de la moral. ¿Existe acuerdo acerca de las convicciones
morales más importantes entre la mayoría de las personas del mundo? Si
no, ¿cuál es el grado de divergencia? Por ejemplo, ¿cuántas personas pien-
san que la clitoridectomía está mal y cuántas piensan que es moralmente
permisible o incluso que es una obligación moral? Un segundo campo es
la antropología de la moral. ¿Cuál es la mejor explicación de que los seres
humanos desarrollaran la capacidad para efectuar juicios morales sobre el
bien y el mal? ¿Tienen los seres humanos la capacidad de percibir campos
o partículas morales específicas? ¿Pueden de alguna otra manera estable-
cer contacto sensorial con elementos morales que están «ahí fuera» en el
universo? Si no pueden, ¿cuál es la mejor explicación de que tengan las
opiniones que tienen? (¿por qué la mayoría de las personas en una cultura
piensan que la clitoridectomía está mal y la mayoría de personas en otras
culturas piensan que no lo está?). El tercer campo es el de la psicología
de la moral. ¿Qué lleva a las personas a cambiar sus opiniones morales
una vez que éstas se han formado o a formarse nuevas opiniones? Por
ejemplo, ¿en qué medida pueden cambiar los argumentos u otro tipo de
incentivos las opiniones a favor o en contra de la clitoridectomía? Un cuarto
campo es el de la moral en sí misma. ¿Es moralmente errónea la clitori-
dectomía? ¿Está mal en todos los sitios o en ninguno? ¿O sólo en ciertas
culturas sin ciertas tradiciones o con circunstancias o necesidades espe-
ciales? Existen importantes conexiones entre estos distintos campos y cues-
tiones, pero es de extrema importancia reconocer que el cuarto campo es
conceptualmente distinto del resto. Por ejemplo, resulta posible que alguien
piense de modo coherente que la clitoridectomía ha sido aceptada de manera
generalizada en muchas culturas, que su aceptación en unas y su rechazo
en otras, incluyendo la suya, sólo refleja las diferentes necesidades eco-
nómicas y de otro tipo de las distintas sociedades, que no hay argumento
alguno que pueda hacer cambiar la opinión que uno tiene sobre tal prác-
tica y que ésta es moralmente aborrecible en todo lugar.
Por un momento, POSNER parece reconocer la diferencia entre los tres
primeros campos y el cuarto. Así, distingue entre las cuestiones «sobre»

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