El Municipio en los Reinos Orientales

AutorEnrique Orduña Rebollo
Páginas65-91

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Como se ha reiterado, la aparición de los Municipios medievales en todo el territorio de la Hispania, entre los siglos XI y XIII resultó un fenómeno de gran transcendencia social, política y económica, sobre cuyo origen y consolidación se han realizado importantes estudios tanto por autores extranjeros como españoles. Debe distinguirse, como se ha estudiado en los capítulos anteriores la existencia de Municipios, que Valdeavellano denomina rudimentarios (pág. 936) situados además de los territorios de Castilla y León, en Aragón y Navarra.

Los más destacados de estos Municipios, o los situados más estratégicamente en el territorio de los diversos Reinos de la Reconquista, fueron evolucionando hacia formas urbanas, confiriéndoles la categoría de Municipios o Concejos urbanos, cuya importancia fue análoga en dichos Reinos, aunque el proceso de desarrollo no tuviese la misma dinámica, incluso dentro de los propios territorios. Este sería el caso de Cataluña donde la evolución fue más lenta y habrá que esperar al siglo XIII cuando aparecen los Municipios organizados y consolidados, al tiempo que se establecieron procedimientos de elección de sus oficiales.

Por tanto es indudable la existencia de diversas diferencias entre los Municipios de Castilla y León, los de Navarra, Aragón y Cataluña. Incluso en los reinos orientales estas diferencias dentro de cada Reino, quedaron marcadas significativamente; en el caso de Aragón, junto a Municipios de pequeña entidad, con escasos oficiales y reducidas competencias, encontramos el caso de Zaragoza, dotado de una importante organización local que tenía atribuidas amplias competencias con existencia de numeroso oficiales. En el sistema de organización local algunos seguían los modelos catalanes y en el caso de los turolenses sus semejanzas se relacionaban más con los castellanos, hasta el extremo de que Pedro III en las Cortes de Tarazona de 1283, confirmó a Teruel el Fuero de Sepúlveda.

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Respecto a Cataluña, como se confirmará posteriormente, existía una amplia tipología municipal: los más pequeños constituidos por una asamblea vecinal formada por los probi homines o prohoms, presididos por un Batlle o un Veguer; otros estaban organizados según la influencia del sur de Francia, constituidos por Consulados y regidos por Cónsules. Finalmente los grandes Municipios, como el de Barcelona, que desde 1265 su. órgano de gobierno era el Con-sell que asesoraba a los Consellers o magistrados municipales.

En los Estados de la Corona de Aragón también existió la figura de la Asamblea Vecinal como instrumentos de gobierno de los Municipios, aunque existían diversos elementos diferenciales con los reinos de Castilla y León. El primero es la denominación, variable para todo el conjunto, pues si en Zaragoza a la reunión del pueblo, avanzado el siglo xv, todavía se le conoce por Concejo, otras veces será «Universidad», vocablo de uso habitual en Cataluña, aunque se use también «Asamblea General» y «Consell».

La evolución y consolidación de la institución municipal es algo más tardía, por lo que resultará extraño encontrar actuaciones de asambleas generales y Concejos abiertos, avanzada la alta edad media, e incluso e tiempos posteriores en ciudades importantes. ¿Quiere ello decir que existía una mayor democratización en las instituciones locales de la Corona de Aragón? La respuesta debe ser negativa, pues la mediatización del poder real, la presencia de los delegados regios eran permanentes en el universo local, a lo que uniremos la existencia, como en los reinos occidentales de una oligarquía local poderosa.

En los lugares de señorío, había como en Castilla, grandes prevenciones y sospechas ante la autonomía municipal, que solía ser yugulada ante cualquier intento de florecimiento y expansión. Tampoco existe una constancia fiel de que las reuniones de la Asamblea General de Vecinos fuese realmente universal. Por el contrario, la documentación estudiada nos inclina a pensar en la existencia de Concejos o Asambleas reducidas, donde los boni homini o probi homini asumían el protagonismo municipalista, generando una oligarquía local como la aparecida en Castilla y León. El intervencionismo real y otras corruptelas se instalaron igualmente en los Municipios de la Corona de Aragón, pudiendo establecerse una analogía de problemas municipales en los Reinos de la Reconquista.

Por último, recordar que las campañas militares de Jaime 1 supusieron la incorporación de dos nuevos reinos a la Corona de Aragón, Valencia y Mallorca, además de los condados de Rosellón y Cerdeña, que escapan al marco territorial que nos ocupa en el presente estudio de la España medieval,

I El Municipio de Navarra

Cuando los árabes invadieron España, el valle del Ebro, como el resto de la península, les resultó de fácil conquista y los pequeños núcleos urbanos como

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Pamplona recibieron una guarnición musulmana, al tiempo que las antiguas autoridades visigodas se convirtieron al Islam. El vínculo de subordinación más significativo de los pamploneses al imperio cordobés era el pago de impuestos, a lo que se negaron a fines del siglo VIII, incluso antes de las intervenciones carolingia, por lo que se quebró el lazo más fuerte de subordinación, al tiempo que se consolidaba su territorio propio, estableciendo unas fronteras que se extendían desde las sierras de Codés hasta Benabarre, discurriendo por el valle de Berneza, Montejurra y el Carrascal hasta el río Aragón, en Pamplona desde el Aragón por Luesia, Salinas, Loan'e, Guara y Olsón, ya en territorio del condado aragonés.

Lo que se ha conocido como el núcleo pamplonés se caracterizó por un permanente afán de independencia manifestado, primero contra los musulmanes cordobeses, después contra los francos, que en ambos casos trataban de inter-venir y mediatizar su actividad, lo que sin duda era síntoma evidente de la existencia de una organización política fuerte. En el proceso de aparición del reino de Pamplona juegan, como en Asturias, diversos factores, entre ellos las luchas internas de Córdoba, la presencia carolingia por razones geográficas y la existencia de una importante familia muladí: los Bani Qasi del Ebro. Por tales circunstancias en 789, Iñigo Arista, que aparece formalmente como rey de Pamplona, al frente de sus habitantes se sublevó contra el gobernador Mutarriuf representante del emir de Córdoba al que derrotó. En el 803 la familia Arista y los Beni Qasi se extendieron por el valle del Ebro casi hasta Zaragoza. La inter-vención del emir cordobés provocó la de Carlomagno que ocupó Pamplona temporalmente, ya que ambas familias los derrotaron y expulsaron del ten'itorío pamplonés.

Paulatinamente el reino de Pamplona fue consolidándose, aprovechando el debilitamiento carolingio, pero la ruptura con los muladíes no se produjo hasta mediados del siglo IX, a causa de una expedición vikinga que ascendiendo por el Ebro, Arga y Aragón llegó hasta territorio navarro, sin que Musa Ibn Musa les opusiera resistencia, ni intervino cuando los nórdicos capturaron al rey García lñíguez. Con el apoyo del asturiano Ordoño I el rey de Pamplona derrotó a los muladíes en Albelda (859). Posteriormente con la colaboración leonesa, el nuevo rey Sancho Garcés extendió el reino incorporando los territorios de Tudela, Val tierra, Viguera, Monjardín, Nájera, Calahorra y Arnedo. La rudimentaria organización del reino de Pamplona en aquellos siglos iniciales, estaba influida por las instituciones francas y basada en la fuerza militar con una importante capacidad ofensiva que permitió la realización de importantes conquistas. Su territorio estaba dividido en honores y al frente de él se encontraba la figura del tenente, que entendía de los asuntos económicos, judiciales y militares. Los malos tiempos para la Hispania cristiana llegaron de nuevo a fines del siglo X con las expediciones de Almanzor, que desoló el territorio desde Barcelona a Santiago de Compostela, San MiIlán de la Cogolla, León, etc. La recuperación con Sancho el Mayor pocos años después.

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Es difícil encontrar documentos con información sobre la ordenación política del Reino de Navarra y de sus Municipios, con anterioridad al reinado de Sancho el Mayor (1000 a 1035), y aunque las noticias son más abundantes a partir de este reinado, tampoco son excesivamente amplias; casi siempre se trata de donaciones a seno res o tenentes, que se suceden unos a otros gobernando en los diversos lugares del Reino. Señala Artola dos sucesos importantes en la historiografía local de Navarra, la restauración de la iglesia de Pamplona en 1023 y la concesión del primer fuero a Tafalla en 1066, iniciando un proceso que supuso la concesión de fuero, en los sesenta años siguientes, a dos docenas de villas. Muy significativa fue la obtención en 1092, por el obispo de Pamplona, del señorío de la ciudad. Frente a ésta se encontraba el barrio de San Cernín, que en 1129 recibió el Fuero de Jaca, con la obligación de presentar una terna para que el obispo designase alcalde (La monarquía ... , pág. 246).

Las villas navarras podían ser de realengo o encartadas, constituidas las últimas por una figura análoga al señorío solariego. En cuanto a los villanos solariegos, no parece tener relación con tales señoríos, pues eran los que dividían sus pechas por mitades entre el rey y el solariego, denominación reservada por el Fuero General al señor que heredaba a los villanos sin descendencia.

El origen de las comunidades locales en Navarra se remonta al siglo XI. Las relaciones entre los miembros de esas comunidades para su...

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