¿De qué lado está el Renacimiento? Pocas leyes, pero muy eficaces

AutorSan Miguel Pérez, Enrique
Páginas57-76
4. ¿DE QUÉ LADO ESTÁ EL RENACIMIENTO? POCAS LEYES,
PERO MUY EFICACES
“...De golpe el mundo se había ensanchado y era
algo logrado y rico... Bajo la guía de Erasmo, el Hu-
manismo prometía una cultura unitaria y cosmopolita;
la Reforma pareció fundamentar una nueva libertad
de la fe al lado de la nueva expansión del saber. Des-
aparecían las distancias y las fronteras entre los pue-
blos, porque la imprenta, recién descubierta, otorgaba
a cada palabra, a cada opinión, la posibilidad de una
difusión rápida; lo que se le concedía a un pueblo pa-
recía pertenecer a todos, y se creyó que por la acción
del espíritu se había creado una unidad que estaba
por encima de la discordia sangrienta de los reyes, los
príncipes y las armas. Y un segundo milagro: al tiempo
que el mundo intelectual, también el mundo físico se
ensanchaba hasta límites insospechados. Del hasta en-
tonces intransitable océano surgieron nuevas costas,
nuevos países, y un continente gigantesco garantizaba
un hogar... La circulación sanguínea del comercio se
aceleró, las riquezas se derramaron por la vieja tierra
europea y crearon el lujo, y el lujo provocó a su vez
construcciones, cuadros y estatuas, todo un mundo
embellecido y espiritualizado. Pero siempre que el es-
pacio se ensancha, se tensa también el alma... “54.
Stefan Zweig era filósofo de formación, y su visión de los
procesos históricos desbordaba ampliamente cualquier forma
54 ZWEIG, S.: El legado de Europa. Barcelona. 2010, pp. 10-11.
ENRIQUE SAN MIGUEL PÉREZ
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de lectura parcial de la historia. El conjunto de los textos que
se editaron casi veinte años después de su muerte, y con un
título tan jurídico como El legado de Europa, los escribió en-
tre el período precedente al estallido de la Gran Guerra y su
suicidio en Petrópolis a comienzos de 1942 (si es que no fue
asesinado por agentes nazis) Lo interesante es que, aplicando
el espíritu contradictorio y la radical honestidad del filósofo, su
visión del Renacimiento y de la Reforma concilia el reconoci-
miento de la Era de esperanza que se abrió cuando el espacio
físico y mental de los hombres se amplió hasta límites ahora
ya real y no virtualmente universales, con la inevitable tensión
y zozobra espirituales que se suscitan, igualmente, cuando la
creatividad humana decide rebasar todas las limitaciones pre-
cedentes.
Un riguroso contemporáneo del escritor vienés, Johan
Huizinga, aplicaba el método histórico para llegar a conclu-
siones no del todo coincidentes con las de Stefan Zweig. El
científico frisón adjudicaba al culto clásico el establecimiento
de cánones inmutables difícilmente conciliables con la defi-
nición de la etapa renacentista como un tiempo “moderno”.
Pero, además, el impulso clásico instala la propensión al es-
tablecimiento de sistemas normativos. Es verdad que el clasi-
cismo estimula también la fuerza de la vida personal y, sobre
todo, antecede a la maduración y desarrollo de la cultura de la
decisión, que posibilita que la interioridad consciente del ser
humano se desligue tanto de la naturaleza como de la socie-
dad y se abandone a la especulación intelectual. Pero Johan
Huizinga no tiene la menor duda acerca de qué no es el Rena-
cimiento:
“...¿de qué lado está el Renacimiento? Sin duda, no del
lado moderno. No sólo su ciega veneración de los modelos
clásicos concede al Renacimiento el sello de una cultura
autoritaria, sino que todo su espíritu es claramente normati-
vo en ese su afán por dar con verdades eternas referidas ya
sea a la belleza, a la política, a la virtud o a la verdad. Ya se
trate de Durero o de Maquiavelo, de Ariosto o de Ronsard,
ya sea en el arte o en la ciencia, todos aspiran a crear siste-

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