Estaba en juego todo, la civilización entera, la paz, toda la paz de la sociedad humana

AutorSan Miguel Pérez, Enrique
Páginas135-156
8. ESTABA EN JUEGO TODO, LA CIVILIZACIÓN ENTERA, LA
PAZ, TODA LA PAZ DE LA SOCIEDAD HUMANA
“...en su larga práctica se había imbuido de ese
espíritu negativo, rutinario, conservador, llamado ‘es-
píritu de gobierno’, y que en efecto es común en to-
dos los Gobiernos, y en particular, y bajo cualquier
régimen, espíritu propio de las cancillerías. De la ca-
rrera sacó aversión, miedo y desprecio por esos proce-
dimientos, más o menos revolucionarios, incorrectos
por lo menos, llamados procedimientos de oposición.
Excepto en el caso de algunos ignorantes, del pueblo
o de la buena sociedad, que consideran como letra
muerta el distinguir de géneros, lo que acerca a las
gentes no es la comunidad de opiniones, sino la con-
sanguinidad del espíritu... “159.
En la descripción que del diplomático Norpois facilita
Marcel Proust en A la sombra de las muchachas en flor, el se-
gundo volumen de su heptalogía En busca del tiempo perdido,
se contiene buena parte del sentido que del servicio público
albergaba la élite social del tránsito del siglo XIX al XX, todavía
dominada por un sentido clasista y aristocrático. En el seno
de esa sociedad, una clase media urbana en pleno proceso de
consolidación había realizado una nítida opción profesional
por el derecho o, como diría Agustín de Foxá, en muy expresi-
va afirmación, en pleno derrumbamiento de la Monarquía de
159 PROUST, M.: En busca del tiempo perdido 2. A la sombra de las mu-
chachas en flor. Madrid. 1982, p. 14.
ENRIQUE SAN MIGUEL PÉREZ
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Alfonso XIII: “Ya era abogado, como el sesenta por ciento de
los españoles”160. Con certeza, una expresión también origina-
da por la misma pulsión elitista del aristócrata y diplomático,
y que se corresponde bastante con la realidad española oficial
del momento. España era, en efecto, un país liderado por juris-
tas. Y grandes juristas, además.
Un riguroso colega escritor y contemporáneo de Agustín
de Foxá, pero no jurista de formación, como el escritor inglés
nacido en Jesi Rafael de Sabatini, había enunciado en térmi-
nos muy emotivos en una novela que 2021 cumple su primer
centenario, Scaramouche, ambientada en la génesis de la
Revolución Francesa, los ideales de libertad amparada, tute-
lada e impulsada por el derecho que durante siglo y medio
habían presidido el proceso de civilización en las palabras del
protagonista de la obra André-Louis Moreau, al dirigirse a los
Estados Generales de Bretaña161. En la Europa de Entreguerras,
como en Divorcio en Buda explicaba Sándor Márai, el trabajo
de un profesional del derecho, muy especialmente de un juez,
era proteger la lógica civilizadora del derecho, como expre-
sión de libertad y de las expectativas de la ciudadanía. El ejer-
cicio de las profesiones jurídicas había pasado de su histórico
despliegue en la Era de las revoluciones liberales a la trinchera
en la defensa de los derechos y libertades fundamentales:
“Era su trabajo y su misión de juez sofocar los instintos
que se rebelan contra la disciplina de la sociedad. Nunca
había sido tan necesaria su profesión para proteger la socie-
dad y educar a sus miembros como en aquella época agita-
160 FOXÁ, A. de: Madrid, de Corte a checa. Barcelona. 1993, p. 47.
161 SABATINI, R. de: Scaramouche. Barcelona. 1999, p. 82: “-Juremos -gri-
tó a pleno pulmón- alzar en nombre de la humanidad y de la libertad un baluar-
te contra nuestros enemigos; oponer a su ambición sedienta de sangre la serena
perseverancia de los hombres cuya causa es justa. Dejemos aquí constancia de
nuestra protesta contra cualquier tiránico decreto que en el futuro nos declare se-
diciosos cuando lo único que nos anima son puras y justas intenciones. Juremos
por el honor de nuestra patria que si uno de nosotros fuese llevado ante un injusto
tribunal y se intentara contra él uno de esos actos llamados de conveniencia po-
lítica -que de hecho no son sino actos de despotismo- juremos, digo, dar plena
expresión a la fuerza que está en nosotros y usarla en defensa propia con el coraje
y la desesperación que nos dicte la conciencia”.

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