Introducción

AutorCarlos Gómez-Jara Díez
Páginas23-28
23
INTRODUCCIÓN
No parece exagerado af‌irmar que la crisis f‌inanciera 2008-2012 1 ha dado
un vuelco a la percepción 2 tanto de las instituciones estatales como del pú-
blico en general respecto de la importancia de los mercados f‌inancieros y su
1 Las fechas 2008 y 2012 se han adoptado como representativas de las manifestaciones más
agudas de la crisis, ya que, como indica el Reglamento de la UE 236/2012 (DOUE de 24 de mar-
zo de 2012, L 86/1), en el año 2008 ya se había alcanzado el estado de «plena crisis f‌inanciera»:
«En septiembre de 2008, en plena crisis f‌inanciera, las autoridades competentes de diversos Esta-
dos miembros y las autoridades de supervisión de terceros países como Estados Unidos y Japón
adoptaron medidas de emergencia para restringir o prohibir las ventas en corto en relación con
la totalidad o algunos de los valores» (Considerando Primero). Por tanto, resulta evidente que la
crisis f‌inanciera —pese a la negación sistemática por ciertos gobiernos— había comenzado ya en
el año 2007 con signos evidentes en territorio europeo (véase al respecto el informe del High Level
Group on Financial Supervision in the EU, 2009, considerando que desde julio de 2007 se había
producido la crisis f‌inanciera más importante desde 1929). Así, en agosto de 2007 el Banco Central
Europeo se vio obligado a realizar una inyección (entonces histórica) de liquidez de 94.800 millones
de euros en los mercados para compensar la falta de la misma (véase la noticia del Financial Times:
http://www.ft.com/cms/s/0/a8c5829a-466e-11dc-a3be-0000779fd2ac.html#axzz2PgF1s9rG). En ese
momento, los bancos europeos ya se habían visto seriamente afectados como muestra el hecho de
que BNP Paribas tuviera que liquidar tres fondos de inversión y negarse a reembolsar fondos (en
general, sobre el desarrollo de la crisis f‌inanciera global véase el minucioso informe de la Financial
Crisis Inquiry Commission of the United States of America, The Financial Crisis Inquiry Report,
2011, esp. pp. 246 y ss.).
2 Ciertamente, la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008 provocó una mayor con-
cienciación en Europa debido a la falta de previsión de las consecuencias que la quiebra de sus
f‌iliales europeas provocaría en las contrapartes (véase ibid., pp. 324 y ss.). Sin embargo, los merca-
dos f‌inancieros se habían congelado con anterioridad, dif‌icultando extraordinariamente la f‌inan-
ciación de las propias entidades f‌inancieras [véase desde una perspectiva europea Elias BENGSTON,
«Shadow Banking and Financial Stability: European Money Market Funds in the Global Financial
Crisis», Journal of International Money and Finance 32 (2013), pp. 579 y ss.) hasta el punto de que
se llegó a que algunos Money Market Funds —por lo general, sumamente líquidos— no pudieran
atender sus obligaciones y por tanto se produjera la situación conocida como «breaking the buck»
o «pérdida del valor de liquidación» —por cada dólar invertido no se podía devolver otro tanto—
durante el año 2008 [sobre esta cuestión y la necesidad de evitar que se produzca en el futuro Viral
ACHARYA/Barry ADLER/Matthew RICHARDSON/Nouriel ROUBINI, «Resolution Authority», en Viral
ACHARYA/Thomas COOLEY/Matthew RICHARDSON (eds.), Regulating Wall Street. The Dodd Frank
Act and the New Architecture of Global Finance, 2010, pp. 305 y ss.]. Cuestión diferente es que de-
terminados políticos europeos se negaran entonces a reconocer el verdadero estado de la cuestión
debido al evidente coste político que supondría adoptar las medidas anticrisis que, f‌inalmente, se
han tenido que llevar a cabo a un coste económico y social mayor que el que hubiera resultado de
una actuación a tiempo.

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