Capitulo VI. La defensa de la persona frente a las ideologías extremistas y los procesos de radicalización. La apuesta por el relato constitucional

Páginas99-114
CAPÍTULO VI. LA DEFENSA DE LA PERSONA
...
FRENTE A LAS IDEOLOGÍAS EXTREMISTAS
...
Y LOS
PROCESOS DE RADICALIZACIÓN. LA APUESTA
POR EL RELATO CONSTITUCIONAL
La tendencia actual dentro de las estrategias de prevención implica la incorpora-
ción de líneas de acción especícas dirigidas a combatir la ideología y la propaganda
terrorista. El valor atribuido a dicha nalidad ha ido aumentando conforme se consta-
taba el reconocimiento de la importancia del componente ideológico, como elemento
clave de los procesos de radicalización.
Las medidas adoptadas inicialmente en el ámbito de las comunicaciones, de ca-
rácter eminentemente represivo, buscando impedir o dicultar la transmisión de los
mensajes y discursos radicales, mediante la neutralización de los diferentes canales
empleados no ha resultado sucientemente fructífera, al constatar la imposibilidad
de lograr una interrupción permanente de la totalidad de las vías de comunicación.
Consecuentemente, fruto de esta limitación fáctica, ha surgido el reto de prevenir
y contrarrestar los efectos de la radicalización ocasionados por la propaganda que
disemina el mensaje radical, discurriendo nuevos planteamientos y estrategias in-
novadoras, que logren conectar con la juventud –objetivo prioritario de captación
terrorista–, con la misma fuerza de convencimiento.
El éxito del discurso terrorista antidemocrático representa, en gran medida, la
manifestación del fracaso de las políticas de integración. En general, este fracaso se
ha tendido a relacionar con el inicio de procesos de radicalización violenta de jóvenes
pertenecientes a las llamadas «segundas» y «terceras generaciones» de inmigrantes
llegados de terceros países, cuya mayor dicultad para asumir las condiciones in-
herentes de ciudadanía que les corresponde por nacimiento, podría aportar algunas
explicaciones al por qué, del predominio de este tipo de perl entre la mayoría de los
sujetos radicalizados en Europa y Estados Unidos. En consecuencia, los modelos y
programas europeos de contrarradicalización se plantean como objetivo primordial
la superación de los citados problemas de integración, que alimentan el discurso ra-
Daniel Sansó-Rubert Pascual– 100 –
dicalizado, a través de la adopción de un conjunto de políticas y medidas destinadas a
incrementar las oportunidades económicas, de empleo y educativas, la mejora de las
prestaciones y de los servicios públicos recibidos, al tiempo que se implementan pro-
gramas orientados a la prevención de actitudes y conductas xenófobas y/o radicales,
fomentando, en último término, la uidez del diálogo intercultural. Con todas estas
iniciativas se trata de desmantelar la narrativa radical y suplirla por una reorientación
del relato democrático-constitucional, que ensalce las virtudes de los valores y princi-
pios democráticos para que éstos sean reconocidos y compartidos por la totalidad del
conjunto social, fortaleciendo la ciudadanía democrática y la unidad en el rechazo a
cualquier postulado radicalizado y violento.
6.1. DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL, SEGURIDAD Y
RADICALIZACIÓN. UN BREVE ESBOZO
El Estado es un suministrador permanente de seguridad, al menos en teoría y bajo
la perspectiva del “deber ser”. No en vano, ésta es su razón de ser. Y la única forma que
tiene de hacerlo es poniendo límites a los sujetos. Límites, a la postre, interpuestos
por la propia sociedad, por los propios ciudadanos, ya que se establecen por ley, apro-
bada por Parlamentos democráticamente elegidos. Justamente por eso, dichos límites
son los elementos constitutivos de nuestra libertad. Podemos ser libres porque nos
sentimos seguros. Y nos sentimos seguros porque hay un ordenamiento jurídico que
ordena la convivencia (Pérez Royo, 2010: 9) y un aparato del Estado, como garante
para exigir su cumplimiento; y unas garantías legales a las que recurrir en el supuesto
contrario, o así debiera ser y se espera, de un funcionamiento democrático correcto.
El Estado se enfrenta con sujetos radicalizados. Personas, que podrían organizar-
se para participar en el proceso de formación de la voluntad del Estado en la totalidad
de los diversos niveles de ejercicio del poder que contempla la fórmula de gobierno
constitucionalmente prevista y que, sin embargo, fruto de la radicalización, optan
por la vía de la violencia extrema. Pretenden participar en la vida política y social de
forma perversa. Los radicales tienen un programa político y social, e intentan impo-
nérselo a la sociedad mediante la violencia.
La pregunta alrededor del cómo se puede hacer frente a estos procesos de ra-
dicalización es una cuestión, que viene ocupando el debate de todos los países
democráticos y que va a seguir en boga en las agendas políticas de manera indeni-
da. No hay ninguna previsión de que las subculturas e ideologías radicalizadas dejen
de ser una amenaza en general pero, sobre todo, una amenaza para aquellas socieda-
des cuya calicación como democráticas resulta inequívoca.
Es importante analizar los nexos entre la percepción del terrorismo global y las re-
acciones de los ciudadanos, sin duda relevantes a efectos de gobernanza democrática.
El argumento analizado por diversos autores (Bailey, 2014; Caldeira, 2000; Dammert
y Malone, 2003; Smulovitz, 2003; Gambetta, 2009; Grin, 2012; Antón-Mellón, 2015

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