Capitulo I. Desentrañar la amenaza terrorista en clave democrática

Páginas19-33
CAPÍTULO I. DESENTRAÑAR LA AMENAZA
TERRORISTA EN CLAVE DEMOCRÁTICA
La historia reciente del terrorismo, lo es en gran medida también del constitu-
cionalismo y del desarrollo del Derecho Constitucional. Realidad, que ha cobrado
mayor relevancia en la actualidad, a partir del protagonismo adquirido ya no por el
terrorismo, sino por las estrategias antiterroristas adoptadas en las últimas décadas,
especialmente a raíz de los luctuosos acontecimientos sucedidos el 11 de septiembre
de 2001 (11-S).
En la mitología griega, Deimos (“Dolor» o «Pena») era la personicación del
terror”. Hijo de Ares, el Dios de la Guerra y de Afrodita , la Diosa del Amor. El equi-
valente en la mitología romana de Deimos era Fuga, llamado también Metus Fornido
(“Temor” o “Pavor”). Narra la mitología, que Deimos iba siempre junto a su hermano
gemelo Fobo s (“Pánico”) acompañando a su padre Ares a la batalla, porque separa-
dos carecían de poder o, al menos, este mermaba casi en su totalidad, como recogen
Homero en la Ilíada (XIII.298–300) y Cicerón en su De Natura Deor um (Sobre la
Naturaleza de los Dioses, III, 44), respectivamente. El binomio “terror-pánico, sigue
conformando la clave del éxito del terrorismo.
Etimológicamente, el término «terror» proviene de la palabra latina terrere, que
signica «asustarse de» o «estremecerse». El terrorismo, entendido en el sentido de
organización armada estructurada, que ejerce la violencia extrema como instrumen-
to para la consecución de nes políticos, aparece como un fenómeno recurrente en la
historia, y el término «terrorista» ha pasado a utilizarse de manera generalizada y su-
cinta, para designar a aquellos que tratan de valerse sistemáticamente del terror para
apoyar sus ideas o para alcanzar el poder.
Como será objeto de análisis y reexión en este texto, el peligro real del terroris-
mo se encuentra habitualmente en la respuesta que se da a los desafíos que plantea,
inspirados por el miedo. Difícilmente el terrorismo puede destruir un Estado y su so-

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