Aristóteles: de la democracia o el modelo de legitimidad

AutorIgnacio L. Moheno
Páginas387-513
387AUTORIDAD, POLÍTICA Y DEMOCRACIA UNA TEORÍA ORGANIZACIONAL DEL ESTADO
Aristóteles es el fundador de la ciencia política porque
es el descubridor de la virtud moral (mi traducción].
Leo Strauss (The City and Man)
1. La política: ciencia práctica
La era moderna dio a luz los sistemas de representación popular para
dar cabida a la voluntad ciudadana en los asuntos del Estado. La Revolución
Francesa había disparado las alarmas que despertaron a la autoridad esta-
tal hacia una realidad social que, sin políticas redistributivas, el fantasma
que recorrería Europa encarnaría en otras revoluciones. El Estado de Bien-
estar nace por miedo a la multitud y, con él, se extiende lentamente el acce-
so al voto, rendija por la que la ciudadanía empoderada podía mirar hacia
dentro del castillo burocrático. En ese tiempo, no obstante, apenas inicia el
largo camino de los derechos políticos, económicos y sociales, y el progre-
so, como esbozo de un nuevo jardín de las delicias, ya comienza a despedir
su seductor perfume. Sin duda, el jardín promete frutos apetitosos al tiem-
po que muestra la desolación que va dejando el capitalismo escasamente
regulado del siglo XIX. No es una realidad en la que impere la justicia,
arquetipo de los derechos que hoy conocemos. Y aunque el pensamiento
occidental venía reclamando desde antes la ausencia de derechos y soñan-
do con redimir la falta, también anhelaba, con la salvedad del anarquismo,
establecer un orden basado en una cierta idea de justicia, à la Platón: el
Estado autocontenido, administrado por una burocracia profesional. De
hecho, históricamente hablando, primero aparece el Estado moderno con
la autoridad y la soberanía en su cresta, y luego, la democracia, acerca de la
cual Aristóteles nos legó una idea de lo que debía ser, teniendo como so-
CAPÍTULO V
Aristóteles: de la democracia
o el modelo de legitimidad
CAPÍTULO V
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IGNACIO L. MOHENO
porte la república, apoyada, a su vez, en los valores de un comportamiento
cívico democrático.
Aristóteles levanta su crítica contra la equiparación que Sócrates hace
entre individuo y Estado para hacer de este una unidad, seguro de que «si
una ciudad avanza indef‌inidamente en este proceso de unif‌icación, acabará
por no haber ciudad.»841 Mientras Aristóteles no renuncia a las promesas de
la política en un contexto de pluralidad e igualdad, y pref‌iere los riesgos de
una mayoría empoderada al amparo, sin embargo, de la nobleza de políticos
prudentes, Sócrates de plano rechaza cualquier posibilidad de que la masa
gobierne: la verdad f‌ilosóf‌ica debe mandar a las partes de la ciudad integrán-
dolas en un todo orgánico. Si Aristóteles asume la pluralidad de la república,
Sócrates, la unidad de la polis. La ciudad democrática acepta la diversidad, en
consecuencia, la precariedad de los equilibrios políticos; la república socráti-
ca, en cambio, pref‌iere la obediencia a la autoridad, la anuencia silenciosa del
ciudadano y, en consecuencia, las decisiones de quien gobierna sabiamente.
Para Aristóteles, «no solo se compone la ciudad de una pluralidad de hom-
bres, sino que ellos son de diferente condición.»842 Bien vista, su Política es
una obra alrededor de la democracia, una mirada a ras de suelo hacia un
arreglo de participación igualitaria en el espacio público; la obra de Platón, en
cambio, se centra en la autoridad y el orden, una mirada desde el pináculo del
Estado, de arriba hacia abajo. La república de Platón remite al autoritarismo
y, en ese sentido, niega la política como espacio de convergencia de demandas
y decisiones; el proyecto aristotélico alude a la democracia sin dejar de hacer-
se cargo de la magnitud de sus efectos. Organizacionalmente hablando, será
una democracia en cierta forma impura, pues Aristóteles la mezcla con la
aristocracia, algo cercan a la república que Maquiavelo tiene en mente, pero
políticamente hablando, centrada en el hombre y el ciudadano. No vamos a
encontrar en la propuesta aristotélica un desplegado a favor de los derechos
que hoy damos por descontado, por lo menos en el papel, salvo por dos con-
diciones básicas: la igualdad y la libertad. En esta lógica, hallaremos plantea-
841 Aristóteles, Política, vers. Antonio Gómez Robledo (México: UNAM, 2000),
1261a15.
842 Ibíd., 1261a20.
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mientos a favor de la discusión pública, pertinente entonces como hoy, sin
dogmatismos, abierta a examen, con posibilidades prácticas en los espacios
de la democracia.843 Y más importante, en consecuencia, encontraremos in-
formación sobre la naturaleza del poder, palabra y acción, logos y praxis, que
proviene de la ciudadanía, el poder que surge de la participación democrática
en los asuntos del Estado por el bien de la comunidad.
Para entender la concepción aristotélica de política como ciencia prác-
tica, bastaría analizar la Política, pero comprenderla en toda su extensión,
creo necesario incluir la Retórica y la Ética Nicomáquea. Con estas tres
obras, Aristóteles nos expone una ciencia práctica relacionada, en efecto,
con la acción que implica la participación de ciudadanos libres y pensantes,
las razones éticas que yacen detrás de esta racionalidad política y la necesa-
ria intervención de políticos prudentes, elementos todos que se despliegan
en el juego democrático de deliberación, acuerdo, decisión y acción. De en-
trada, se puede decir que en las tres obras se despliega una ciencia social,
más que una ciencia o una f‌ilosofía política. No solo por la convicción de
que la polis es la forma más acabada de convivencia humana y, en ese senti-
do, de asociación: «»el hombre es por naturaleza un ser social.»844 También,
porque Aristóteles aborda más temas que los estrictamente vinculados a la
ciencia política, la ciencia de la polis: antropología, psicología, economía,
sociología e historia.845 Para entender la ciencia social aristotélica, enton-
ces, es necesario reconocer, como veremos más tarde, que «empieza con un
sentido de la naturaleza o de la herencia biológica, no como absolutamente
determinante ni irrelevante a la acción humana, sino más bien como una
fuente de problemas a ser resueltos y de capacidades e inclinaciones a ser
formadas [mi traducción].»846 De ahí que «el punto de la ciencia social [sea]
843 Salkever, Finding the Mean, 57-58.
844 Aristóteles, Ética Nicomáquea, 1097b10. El traductor dice «ser social» donde dice «ani-
mal político,» porque en la ciudad el hombre encuentra sentido a la vida. Según el traduc-
tor, «El solitario es, para Aristóteles, un desgraciado.» Ver: nota 17. En otras palabras, la
comunidad política entraña la asociación de personas para un f‌in laudable, koinonia.
845 Salkever, Finding the Mean, 59-60.
846 Ibíd., 64-65.

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