Prólogo. A contracorriente

AutorLuis Bueno Ochoa
Cargo del AutorAbogado
Páginas13-16
PRÓLOGO
A contracorriente
«–Mira, ya que no sirves para nada útil, estudia para Abogado»
Pío Baroja, El tablado de Arlequín (1903)
El teorema que Ossorio y Gallardo atribuía a la obra barojiana refe-
renciada, según el cual, «en España todo el mundo es abogado, mientras
no pruebe lo contrario», es una buena muestra de esa presunción iuris
tantum que identificaba estudiar Derecho con ser abogado. Los tiempos
han cambiado sobre este particular. La carrera que hasta hace años tenía
tantas salidas ya no parece tener tantas. Persiste, sin embargo, aunque
posiblemente de forma decreciente, esa idea peyorativa sobre la función
de abogar a la que era frecuente llegar por vía de descarte: primero, al
escoger «letras» por no poder estudiar «ciencias»; y, después, porque en-
tre las «letras» tenía un componente inercial plantearse eso de –llegar
a– ser letrado aunque uno se quedara, lisa y llanamente, en la condición
de mero licenciado en Derecho.
La cita que más arriba adorna este prólogo alude al consejo que
daba un padre a un hijo entre esas confidencias de un hombre de plu-
ma en las que Baroja, médico sin vocación, como trasunto del padre, se
dirigía a un inexistente hijo. Un hijo que, también desprovisto de voca-
ción, desechará proponerse ser abogado. Por dos veces, compruébese,
ha hecho aparición la vocación. Algo tan sobrevalorado que, como la
elocuencia, es más que un don: y es que tengo para mí que no es impres-
cindible ni la vocación ni la elocuencia ya que tanto la una como la otra
son susceptibles de adquirirse, recreándolas, aprehendiéndolas… Eso,
al menos, quiero creer.

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