Presentación

AutorPedro Pérez Herrero
Páginas11-14
PRESENTACIÓN
En las últimas décadas, las actividades laborales han ido experimentado una
transformación rápida y profunda a lo largo del mundo. Las nuevas formas de
trabajar están cambiando nuestra concepción del poder, la soberanía, la nación,
los partidos políticos, las empresas, los sindicatos, los medios de comunica-
ción,el espacio, el tiempo, la familia, e incluso el modo como nos percibimos
a nosotros mismos. Sin trabajo decente, dejó de funcionar el mecanismo que
permitía el ascenso social a aquellos que se esforzaban. Sin cambio social, gran-
des masas de población quedaron marginadas, viviendo en un eterno presente
porque el porvenir se desvanecía. La pandemia del COVID-19 aceleró y profun-
dizó estos cambios, pues nos obligó a todos a encerrarnos en nuestras casas, con
lo cual se resquebrajaron más las antiguas solidaridades. Los que tenían casa y
trabajo seacercaban en soledad a las ventanas y veían las calles sin gente y sin
coches como si se tratara de una distopía. Los que no tenían ni un buen hogar
ni un puesto de trabajo quedaron atrapados sin escape en la miseria, pues al ha-
berse cortado las comunicaciones, se acabó con la posibilidad de viajar a lugares
distantes en busca de trabajo, comida y seguridad. La esperanza de cambio se
frustró para todos, pero con más intensidad sin duda para los más débiles.
Desolados y deprimidos, muchos trabajadores del siglo XXI, tras sentirse trai-
cionados, tendieron a refugiarse en el ensimismamiento, potenciando sus senti-
mientos individualistas. Algunos analistas consideran que esta situación sombría
es consecuencia del auge del teletrabajo, el 5G, la robótica, la inteligencia arti-
f‌icial y la mundialización, pero es preciso señalar que su causa fundamental ha
sido la desaparición del sentimiento del bien común debido a los recortes realiza-
dos en las políticas públicas —sanidad, educación, seguridad y demás elementos
indispensables del estado de bienestar—. Millones de ciudadanos, agredidospor
inf‌inidad de nuevos problemas contra los que no disponían de mecanismos opor-
tunos de defensa, los tuvieron que arrostrar a duras penas con sus reducidos
medios propios, sin que los Estados debilitados les ofrecieran las ayudas por las
que clamaban. El sentimiento del «bien común nacional» se fue diluyendo con la
expansión de la globalización, pero no se fue construyendo a la par un «bienco-
mún mundial» alternativo. Por consiguiente, muchos ciudadanos comenzaron
a recelar de la democracia y a abrazar acríticamente la idea de que los sistemas
autoritarios podrían resolver mejor y más rápido sus problemas. Se fue creando
un mundo más interconectado y plural, pero con seres humanos cada vez más

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