Naturaleza y metamorfosis de la crisis

AutorF. Javier Blázquez-Ruiz
Páginas25-44

Page 25

1.1. Crisis y cambio de rumbo

Decía A. Einstein que el éxito en la vida consiste básicamente en llegar a alcanzar equilibrio con uno mismo y a saber vivir en paz con los demás. Es decir sin padecer desajustes ni tensiones innecesarias. Esa es una de las claves fundamentales para ser y sentirse feliz.

Sin embargo el periodo histórico que estamos viviendo en los últimos años poco o nada tiene que ver, en principio, con ese mode-lo o estilo de vida. Ejemplos y situaciones paradigmáticas no faltan. Podemos pensar en la dinámica habitual de los diversos medios de comunicación, o en las frecuentes intervenciones de los políticos, en los desencuentros escolares o incluso en algunos conflictos que surgen de forma injustificada en centros sanitarios.

Lo más frecuente en todos estos casos es, de una u otra forma, la manifestación de una tensión constante, la irrupción de la polé-mica y la controversia o el grado creciente de crispación. De hecho si nos fijamos con atención en el lenguaje utilizado en determinados programas de radio o de televisión, vemos que habitualmente está cargado de exabruptos, insultos o descalificaciones continuas.

Quienes acuden a participar en debates defienden una y otra vez posiciones rígidas, adoptan actitudes herméticas y con frecuencia im-

Page 26

pregnadas de dogmatismo. Es fácil advertir también cómo los participantes en tertulias radiofónicas interrumpen y elevan progresivamente la voz, empecinadamente, pero apenas dedican tiempo para escuchar.

No atienden ni dan muestras de interés hacia los argumentos e ideas esgrimidas por el interlocutor. Tampoco tratan de convencer o persuadir verbalmente, aportando argumentos y datos contrastados. Tan sólo se proponen imponer de forma autoritaria su criterio.

No les vendría mal practicar de vez en cuando o recordar el juego del ajedrez para darse cuenta que no es posible mover pieza sin haber esperado el tiempo necesario para que el contrincante haya tomado una decisión y a continuación la haya ejecutado. Es entonces cuando le corresponde actuar. Nunca antes y carece de sentido interrumpirle en su proceso de reflexión. Entre otras cosas porque en ese caso se rompen las reglas del juego.

Por otra parte la imagen que recibimos con frecuencia de los debates parlamentarios acostumbra a ser también maniquea, inflexible, acompañada de un lenguaje cargado no tanto de razones y propuestas, cuanto de intensa confrontación y descalificación.

Respecto a lo cual, cabe precisar inicialmente que el lenguaje constituye un buen reflejo, como si de un espejo se tratase, de esa realidad tan exaltada y en cierto modo agresiva que nos rodea por doquier. Un lenguaje que oímos cada día más empobrecido, precario, simple, soez.

Cargado profusamente de tópicos, con frecuencia vulgares, y salpicado de expresiones mono o bisilábicas, que se repiten como clichés: bueno, está claro, sí o sí, como analizaremos más detenidamente en el capítulo tercero.

Realmente surgen cada vez más dudas respecto a si vivimos en una sociedad desarrollada, en la sociedad de la información, como afirman algunos expertos7. Habría que decir tal vez que habitamos

Page 27

en la sociedad de la distracción, del espectáculo, del entretenimiento y la disrupción. Y cabría aportar múltiples casos elocuentes.

De ahí que si miramos con cierta perspectiva al pasado y rememoramos al ilustrado J. J. Rousseau, la pregunta que habría que plantearse sería ¿Progresamos de verdad? ¿Avanzamos realmente8¿O habría que decir más bien que estamos remitiendo y regresando a estadios anteriores, a periodos en los que el desconocimiento, la soberanía de los instintos, y el concurso de la imaginación guiaban los pasos de los seres humanos?

No cabe duda que los educadores, maestros y profesores conocen y padecen de cerca lamentablemente esa realidad. No es en modo alguno nueva para ellos. Ya que si por una parte la falta de esfuerzo, de motivación y de rendimiento mina y afecta al desarrollo de la personalidad, por otra la falta de rigor y la ausencia de hábitos condiciona muy negativamente su progresivo proceso de maduración.

No es de extrañar que después, para muchos jóvenes, el grado de tolerancia a la frustración o la aceptación de las dificultades que surgen en sus procelosas vidas, sean tan ostensibles y deficientes, con las penosas consecuencias que tal conducta comporta para el desarrollo de su personalidad.

Por todo ello la reflexión no admite demora. ¿Qué estamos aprendiendo realmente de esta intensa crisis? ¿Estamos dispuestos a cambiar de rumbo, a remar de otra forma, a dirigir mejor nuestra embarcación? Porque es obvio, como indicábamos antes, que la crisis no es sólo de naturaleza económica o financiera.

Alcanza y lesiona también otros ámbitos relacionados con aspectos fundamentales para el desarrollo y la cultura de un país, así como para el presente y futuro de sus ciudadanos. Hablamos de principios y de valores inexcusables, tales como: esfuerzo, responsabilidad, honestidad, respeto, tolerancia, equilibrio. Y es que como advertía con elocuencia Miguel de Unamuno “el que no sienta ganas de ser más, llegará a no ser nada”.

Page 28

Sólo recuperándolos y restituyéndolos podremos aspirar a avanzar y a crecer, tanto a título personal, como colectivo, en tanto que país. De otro modo, si no cambiamos de actitud, si persistimos en nuestra conducta habitual, será difícil entonces, hablar de personas formadas, competentes, con criterio, equilibradas, felices. Y menos aún podremos pronunciarnos en términos de progreso o de desarrollo sostenible.

1.2. ¿Salida para la crisis? ¡Atrás a toda máquina!

El periodo de bonanza económica que hemos vivido en la última década, se percibe ya cada vez más lejano en el tiempo. Parece haberse alejado a una velocidad vertiginosa y apenas han transcurrido siete años. Sin embargo, no cabe duda de que mientras estuvo vigente lo vivimos activa e intensamente como una orgía, y parecía interminable. En cierto modo creíamos estar acariciando el cielo con nuestras manos, disfrutando y embriagándonos de sus múltiples posibilidades. Nada nos parecía vedado y todo lo podíamos adquirir fácilmente. Teníamos recursos, expectativas y crédito, sobre todo mucho crédito…

No obstante, esa experiencia, más que de una realidad se trataba al parecer de un singular espejismo. Una especie de ilusión temporal, efímera, a modo de oasis, a la que no estábamos dispuestos a renunciar voluntariamente, pues nuestras carencias y limitaciones latentes venían de lejos, muy lejos en el tiempo.

Pero la irrupción de la crisis nos ha hecho despertar súbitamente y hemos pasado de vivir con placidez un sueño placentero y gratificante a sumergirnos de forma abrupta en una oscura y tenebrosa pesadilla. Con recortes y reformas interminables, alcanzando elevadas tasas de desempleo, el doble que la media europea. Con un déficit privado y público desbocado que lastra el crecimiento económico. Y además contando con los niveles más altos de fracaso y de abandono escolar.

No es de extrañar que, como advertíamos en el apartado anterior, que a partir de ahora palabras que parecían olvidadas como: disciplina, hábito, ahorro, sacrificio, privaciones, comiencen a formar

Page 29

parte de nuestro lenguaje cotidiano. En cierto modo, y mirando retrospectivamente, parecía como si las hubiésemos olvidado, como si hubieran desaparecido de nuestro vocabulario, o quizás se habían extraviado en ese viaje tan frenético que habíamos emprendido.

Un viaje en el que, transitando por doquier con tanta velocidad y aceleración, habíamos perdido inconscientemente el sentido de la dirección. Manifiestamente. Siguiendo un nuevo mandamiento como es el de llegar cuanto antes no se sabe muy bien a donde. Se trata paradójicamente de un nuevo precepto que nadie sabe por quien ha sido legislado ni dónde ni cuándo, pero que recibe obediencia ciega, religiosamente.

Viene a ser una especie de pedaleo continuo, incesante, aunque sea en el vacío como único recurso para no caer. Pedro Salinas supo describir elocuentemente ese funesto e infructuoso proceso: “sólo la nada tiene prisa para llegar a la nada”.

Claro que ahora, uno de los mayores problemas ante el que debemos enfrentamos es, que no sólo nos hemos desorientado en términos económicos y financieros, tal y como los datos y cifras estadísticas lo atestiguan día a día. También en otros campos de singular relevancia como el ámbito educativo, cultural y social han surgido grietas y sombras, ostensiblemente.

Así, una sucinta mirada retrospectiva nos permite constatar una brecha considerable entre algunos principios, valores, conductas que han estado vigentes hasta finales de siglo pasado, y diversos aspectos del estilo de vida actual. Principalmente entre los jóvenes que nacieron en torno a los años 90.

A este respecto Ortega ya advertía que cada generación hereda, pero al mismo tiempo incorpora, nuevos aspectos, diferentes, al curso de su vida: “somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres”. Eso no ofrece lugar a dudas.

Sin embargo, a pesar de esta realidad histórica incontestable, también es posible advertir notables divergencias y comportamientos, que contrastan por alejarse y oponerse a la mentalidad precedente. Un ejemplo claro lo constituye el deterioro sufrido por el principio de: autonomía personal.

Page 30

No se trata de rememorar en cada momento tiempos pretéritos, sembrados de escasez y lastrados de penuria, para utilizarlos como referencia o modelo. Máxime cuando esa pobreza se extendía no sólo al plano económico, sino también a veces al moral y social. Aunque era entonces cuando se recurría con acierto a la célebre expresión: hacer de la necesidad virtud. La contextualización es...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR