Gramática de los derechos humanos. Paradojas y casos padigmáticos

AutorF. Javier Blázquez-Ruiz
Páginas125-141

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7.1. Apología de los derechos humanos

El día 10 de Diciembre se conmemora el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948. Desde entonces y a lo largo de más de seis décadas, la cultura política y jurídica emanada de dicha Declaración ha alcanzado una gran relevancia y trascendencia internacional.

De hecho, podría decirse que los Derechos Humanos constituyen actualmente la expresión generalizada del ideal de Justicia, con una dimensión y alcance prácticamente universal, en los diversos países, culturas y continentes.

Sin embargo, es fácil constatar a veces cómo al descender a la arena política y en el ámbito de las relaciones internacionales, el discurso político y la retórica vacía que a veces le acompaña, se erigen en disfraces que ocultan tanto estrategias como hechos y actuaciones que a veces sólo pueden calificarse como indignas e ignominiosas.

Y es que como decía J. Habermas con motivo de la entrega del premio de la Fundación Jaime Brunet, los Derechos Humanos se ase-

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mejan en cierto modo al rostro de Jano54. Es decir, presentan una especie de doble faz que oculta la tensión latente entre dos planos opuestos.

Por una parte, encontramos el rostro de los valores, principios e ideales, en estrecha relación con la historia de las reivindicaciones frente al poder arbitrario, a veces totalitario, que precedieron a la Declaración. Y por otra parte, en sentido contrario, la cara oscura, ensombrecida del realismo y pragmatismo político, capaz de utilizar como mercancía todos los medios a su alcance.

De hecho, la dinámica política que ejercen algunos gobiernos al utilizar los Derechos Humanos como instrumento de censura inter-nacional, denota actitudes contradictorias así como comportamientos cínicos e hipócritas, que devalúan su fuerza vinculante. Podríamos mencionar el caso de EEU. con los prisioneros de Guantánamo. O la “cumbre del hambre”, celebrada en Roma, a la que no asistieron ninguno de los Jefes de Gobierno de los países miembros del grupoG-8.

Y es que no son las palabras, ni los eufemismos que impregnan el discurso político, lo que cuenta realmente en el haber de los Derechos Humanos. Por el contrario, el respeto y protección de los Derechos Humanos requiere no tanto la formulación o invocación de principios, cuanto asumir compromisos concretos, con voluntad real y efectiva de cumplirlos, mostrando coherencia con los principios y responsabilidad ante las consecuencias, a lo largo del tiempo.

Por otra parte, cuando nos referimos a la protección de los DD.HH. no cabe distinguirlos ni separarlos aviesamente: igualdad por una parte, libertad por otra, salud, educación, etc. Como tampoco cabe establecer grados de preferencia entre ellos.

Los Derechos Humanos son indivisibles, como lo es también, inequívocamente, la dignidad humana, que constituye su fundamento principal. De ahí la importancia capital de promover y crear las condiciones que hagan posible, viable, su cumplimiento y garanticen al mismo tiempo su correspondiente salvaguarda y eficacia.

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De otro modo, la paradoja emerge inevitablemente. Así ¿qué sentido tiene afirmar en el artículo primero de la Declaración “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”? ¿Es cierto realmente?, podrían preguntarse desde el África subsahariana, por ejemplo muchas madres lactantes o millares de huérfanos.

Tal y como precisaba N. Bobbio, lo que el contenido de este artículo pretende afirmar no es propiamente que todos “sean” de hecho iguales, sino que “deben ser” tratados como si se tratase de seres libres e iguales en dignidad y derechos. Que no es exactamente lo mismo.

Pues la divergencia de planos es manifiesta. Hablamos por un lado de la vertiente ontológica, referida al mundo de la realidad, lo que es, y por otra parte de la perspectiva deontológica, de carácter ético, es decir lo que debe ser.

Porque lógicamente es muy diferente nacer en un mundo rico, maquillado y opulento, provisto de grandes recursos económicos, con problemas endémicos de sobrepeso, como acontece en buena parte de los países occidentales, que nacer, vivir y morir en países dragados por el hambre, asaltados por la miseria que se extiende por doquier, lastrados por la exclusión, o henchidos de violencia impune.

Cabe recordar que cada día mueren 17.000 niños en el mundo. Y en esos países, la presencia del hambre crónica y la miseria que afecta a
1.000 millones de personas (una sexta parte de la población mundial) lesiona con heridas y cicatrices la biografía de las personas y familias que no sólo sufren directamente privaciones básicas, materiales.

Además esas condiciones tan nefastas, reducen y diluyen las posibilidades de crecimiento y desarrollo personal, de sus aptitudes y capacidades, de por vida, irreversiblemente, como veremos con detenimiento en la segunda parte de esta obra.

Lamentablemente y para para finalizar, es posible como insiste Bobbio, que si bien la igualdad es el sueño de muchos, de millones de personas, por otra parte sigue siendo la “pesadilla” de unos pocos, es decir aquellos que no están dispuestos a que ese anhelo, ese ideal de justicia, pueda hacerse realidad55.

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7.2. Retórica y política de los derechos humanos

Desde la aprobación de la Declaración Universal a mediados de siglo, la cultura de los Derechos Humanos que hunde sus raíces en la tradición humanista del S. XVI, se ha erigido, como indicamos antes, en la expresión generalizada del ideal de dignidad y de justicia, con un alcance prácticamente universal en los más diversos países y culturas.

No cabe duda que cada periodo histórico genera sus propias demandas, reivindicaciones y derechos. Así con el paso del tiempo y ante el progresivo cambio de las condiciones históricas, de las respectivas necesidades humanas, de las sucesivas transformaciones técnicas, cambia también el elenco inicial de derechos humanos.

Y es que si, históricamente, la libertad primero y la igualdad después, dieron lugar en el origen de la modernidad a los derechos de primera y segunda generación, actualmente el principio de solidaridad, con sus diversas variantes, constituye el fundamento de los derechos humanos de tercera generación.

Sin embargo, paradójicamente, a pesar de su incuestionable relevancia, los derechos humanos han pasado a ser hoy en día, tal y como advierte Prieto Sanchís, “un concepto tan difundido como difuso”56.

Probablemente, eso explica por qué han llegado a utilizarse como un arma del poder y un terreno abonado para la demagogia política, que tiende a devaluar sus posibilidades emancipatorias. De hecho, son invocados con frecuencia en términos retóricos, negligentemente, para intentar banalizarlos después e instrumentalizarlos de forma burda, reiterada y ostensible57.

Claro que a partir de esa actitud vil y perversa, los efectos no se hacen esperar. Así, la emergencia de conflictos bélicos con cientos de miles de desplazados, la desnutrición y proliferación del hambre, o el endémico analfabetismo son consecuencia directa de esa falta de coherencia política y del continuo –a veces obsceno– incumplimiento de los acuerdos y tratados firmados por los respectivos Estados, como veremos con ejemplos concretos en los apartados que siguen a continuación.

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Incumplimiento extensivo también a buena parte de los Estados democráticos en los países occidentales. Lamentablemente no faltan pruebas elocuentes de esa falta de compromiso y de voluntad política a la hora de adoptar medidas concretas para evitar la muerte de millones de personas por enfermedades infectocontagiosas, o ante la falta de protección de niños indefensos.

Lo mismo podría decirse respecto de enfermedades mortales como el sida o la malaria que desde hace años azotan con virulencia a numerosos países del hemisferio sur. Países en los que el afán de beneficio y de lucro económico, sin escrúpulos, no permite que las medicinas lleguen a quienes las precisan, dejando la orfandad infantil como única herencia. El caso de los fármacos genéricos a bajo coste, para prevenir el Sida, constituyen un ejemplo significativo.

Frente a esa lacerante realidad, los ciudadanos no deben ni pueden permanecer...

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