Posibilidades y limitaciones del lenguaje

AutorF. Javier Blázquez-Ruiz
Páginas61-73

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3.1. Empobrecimiento progresivo del lenguaje

Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje, afirmaba insistentemente el filósofo austríaco L. Wittgenstein. De hecho, si el lenguaje que utilizamos habitualmente es reducido y limitado pero no hacemos nada por ampliarlo, acabamos limitándonos y empobreciéndonos nosotros mismos. De ahí la importancia de adquirir e incorporar nuevas palabras y conceptos, especialmente a través del hábito de la lectura sobre los temas más diversos.

Porque con la imagen y el sonido, tan omnipresentes en nuestra sociedad actual, podemos aprender, podremos distraernos e incluso deleitarnos por momentos, pero no conseguiremos alimentar de igual forma el desarrollo de nuestro pensamiento. Con las palabras expresamos nuestras ideas, manifestamos nuestros sentimientos, nos comunicamos directamente y nos relacionamos con los otros permanentemente.

Además la palabra escrita a través de la lectura nos permite viajar, ensanchar nuestro horizonte, conocer otros mundos. A este respecto Victor Klemperer que estudió como filólogo y judío el lenguaje del nazismo (al que padeció ignominiosamente en los años cuarenta),

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afirmaba que nada nos acerca tanto al alma de un pueblo como examinando su lenguaje, analizando las frases y conociendo las expresiones que utiliza habitualmente.

Pues bien, actualmente podemos afirmar que vivimos en cierto modo en una época en la que el lenguaje común incluye continuas alusiones y metáforas provenientes del mundo de la tecnología aplicada a los más diversos campos. Y no sólo entre los jóvenes.

No es de extrañar en principio que suceda así, pues vivimos en una sociedad en la que buena parte de nuestro desarrollo y progreso económico es debido al impulso de la tecnología industrial, informática, biotecnología o tecnología de la información.

Así por ejemplo escuchamos que tras la vuelta de vacaciones, alguien necesitaba desconectar de su trabajo y después, tras haber desenganchado, regresa relajado con las pilas cargadas. Hay personas que para trabajar han de tomar cada día determinados compuestos bioenergéticos. Otros hablan de recargar periódicamente las baterías, porque en su profesión no pueden parar y tienen que estar en todo momento superactivos y a tope. Después cuando regresan a sus hogares están agotados físicamente, no les queda ni un gramo de energía en su organismo y necesitan recobrar fuerzas para seguir funcionando con la misma intensidad al día siguiente.

Obviamente se trata de metáforas que el hablante toma prestadas del ámbito productivo y tecnológico para expresar su estado de ánimo, o bien su cansancio, o eventualmente las diversas preocupaciones que le rodean. Pero al utilizar ese lenguaje reiteradamente, las personas parecen asemejarse por momentos, en su comportamiento, a las máquinas y autómatas que no cesan en su actividad, que no paran nunca.

En cualquier caso, conviene precisar que lo importante no es eso propiamente. Lo relevante es la continua reiteración de expresiones similares, y a veces su prevalencia en el lenguaje común. Lo preocupante realmente es su ostensible limitación, su manifiesta precariedad y la ausencia de otros términos que no sean tan técnicos y opera-tivos. Todo lo cual nos empobrece progresivamente.

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Y es que cuando nos referimos al lenguaje hablamos más que de palabras y éstas no deben restringirse o limitarse a un solo campo. Porque la palabra, tal y como afirmaba W. Benjamín, asalta y conquista el pensamiento. Lo va configurando, dándole forma, estructurándolo.

Y con el paso del tiempo, el lenguaje se respira como el aire, se asimila y se vive en él. Hemos de ser conscientes que el lenguaje se convierte en nuestra morada, nos nutre a través de ideas y conceptos. Nos permite contrastar opiniones, razonar de forma ponderada, saber elegir y decidir con más criterio.

A partir de ahí, cuantas más opciones barajemos, cuantas más razones apoyen nuestras elecciones, mejor podremos anticipar y prever las consecuencias de nuestras decisiones. Por lo que carece de sentido reducir nuestro lenguaje y pensamiento a una sola dimensión, limitándolo a la vertiente instrumental. No somos máquinas ni actuamos en ningún momento como ellas.

Necesitamos incorporar otras palabras, que procedan de ámbitos diversos, complementarios como la economía, la política, la historia, geografía, cultura en general, etc., para ensanchar y enriquecer nuestra mente, para ampliar nuestro horizonte. Y para no vernos atrapados en un solo registro, en un plano meramente descriptivo de la realidad.

Porque el lenguaje no sólo describe los hechos que acontecen a nuestro alrededor. Permite también analizar, reflexionar, argumentar y desarrollar algo tan importante para toda biografía personal como es el espíritu crítico, tan deficitario por otra parte en nuestra sociedad.

Por todo ello, para finalizar, tal y como insistía V. Klemperer, tras su amarga experiencia en la Alemania nacionalsocialista, conviene insistir en que el uso del lenguaje no es en modo alguno neutro o imparcial, lleva siempre una carga detrás, de gran calado; denota una forma de ser, de pensar, de actuar. De ahí que sea preciso evitar a toda costa el uso reiterado del «lenguaje que crea y piensa por tí»16.

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3.2. Ambigüedad del lenguaje y “madurez”

Existen palabras en el lenguaje cotidiano que se utilizan habitualmente como si fueran comodines, a modo de cartas especiales de una baraja (jockers), para responder ante situaciones y circunstancias de la más diversa naturaleza.

Son palabras que podemos denominar cliché, que acaban por convertirse en tópicos, pronunciadas con tanta frecuencia como futilidad. A veces parecen palabras vacías, como pensamientos dormidos, inanes. Y una de esas palabras tan extendida, tan recurrente y a veces tan usada trivialmente es “madurez”.

Podemos encontrar multitud de casos. Así por ejemplo si un joven no responde a las expectativas creadas en un momento dado, se dice que le falta madurez. Si una muchacha muestra alguna dificultad para desenvolverse en un ambiente social determinado y habla con exceso o de forma atropellada, se dice que es todavía inmadura. La...

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