Introducción

AutorCésar Cierco Seira
Páginas23-26
INTRODUCCIÓN
Es la primera vez que pongo a un libro un título que considero intrínseca-
mente erróneo y eso que soy consciente de la importancia que tiene acertar con
esa frase que dará a conocer una obra.
El codemandado, como categoría, falla en su rótulo. Expresa, sí, esa idea de
que hablamos de alguien que acompaña al demandado y se sitúa al mismo nivel, en
idéntico plano procesal. Sin embargo, confunde desde el momento en que sugiere
que contra él se pide algo, que se le demanda, cosa que las más de las veces no va a
ocurrir en nuestro contencioso-administrativo, centrado en pretender contra la Ad-
ministración, que es el sujeto en grado de satisfacer normalmente el petitum.
Sea como fuere, el término ha calado. Hasta el legislador lo emplea ya con to-
tal naturalidad. Y se comprende que así haya ocurrido cuando se estudia el tema a
fondo y se advierte de dónde arranca y cuáles han sido los pasos de un periplo rico,
laborioso y enrevesado. El codemandado representa, en compendio, la respuesta al
coadyuvante. Si este último era símbolo de una parte subordinada, con facultades
debilitadas y con un estatuto procesal ambiguo, el codemandado se nos muestra
como la solución que está en las antípodas: como una parte plena, capaz de conten-
der con la misma energía y fuerza que la Administración. Una solución que no admi-
te vuelta atrás pues viene atada nada menos que al propio art. 24 de la CE, que es hoy
el amarre recio y el punto de partida indiscutible en el tratamiento del tercero en el
proceso judicial. Otra cosa es que ese planteamiento no admita matices, comenzan-
do por el término empleado, aunque todavía es pronto para avanzar conclusiones.
* * *
Largamente se ha cavilado sobre qué hacer con el tercero que se ve afecta-
do por el pleito que están librando otros. Dejarlo al margen sin más no parece,

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