Al hilo de la idea de corrupción en Bernard Mandeville, david hume y Adam Smith

AutorJulio Seoane Pinilla
Páginas21-40
AL HILO DE LA IDEA DE CORRUPCIÓN
EN BERNARD MANDEVILLE, DAVID HUME
Y ADAM SMITH*
Julio seoane Pinilla
Universidad de Alcalá de Henares
Hasta el sigloxviii la corrupción se tomaba habitualmente como una con-
dición que se contagia a toda la sociedad y que hace declinar cualquier orden
social. Aunque estoy seguro de que esta postura se puede rastrear en todos los
momentos de nuestra historia, en lo que sigue me limitaré a los inicios de nues-
tra Modernidad. Siendo así y por poner ejemplos que ayuden a ilustrar lo dicho
podemos pensar en Rousseau como un autor que toma la corrupción como
una pérdida de lo que es más propio del ser humano, como una denigración de
nuestra dignidad y como algo que ha de ser evitado si queremos considerarnos
en toda la nobleza que nos corresponde; y para justif‌icar este rechazo apuesta
por una toma de partido moralista que tiene claro qué requisitos debe cumplir
la naturaleza humana para ser tal. Es una postura que se ha repetido con otras
voces y que, como se ha subrayado en varias ocasiones, repite la postura clásica
frente a la corrupción tomándola como (a) la degeneración de las relaciones
humanas (Platón y Hegel), o (b) la degeneración de la relación entre cuerpo
y alma (Aristóteles o Pascal) o (c) la degeneración de la moralidad colecti-
va (Rousseau) 1, en todo caso siempre asumiendo una noción de la naturaleza
humana o de la ciudadanía o de la Historia para establecer la def‌inición por
debajo de la cual reside la inhumanidad, la barbarie, lo que no somos noso-
tros y en consecuencia debe ser proscrito. Este decaimiento de una condición
original ideal fue la perspectiva habitual hasta elxv iii 2; a partir de entonces
* El presente trabajo se ha elaborado en el marco del Programa Interuniversitario en Cultura
de la Legalidad. Referencia «H2019/HUM-5699 (ON TRUST-CM), f‌inanciado por la Comunidad de
Madrid».
1 Cfr. M. dion, «Philosophical Connections between the Classical and the Modern notion of
corruption», Journal of Financial Crimen, 24, 1, 2017, pp.82-100.
2 M. Johnston, «The Search for Def‌initions: The Vitality of Politics and the Issue of Corruption»,
International Social Science Journal, 48, 3,1996, pp.321-335, p.322.
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se establecieron otras voces que renegarían de la corrupción no tanto por una
cuestión moral o de dignidad esencial de lo humano (o de la polis humana)
cuanto sencillamente porque la corrupción se consideraba como un delito, una
actividad que atentaba contra las normas que establecen la convivencia en la
ciudad y que la hace menos agradable para vivir 3. No es que el género humano
se corrompa y empiece la cuesta abajo de su decrepitud, es simplemente que la
corrupción rompe con las normas del juego que cobran su legitimidad al esta-
blecer una vida productiva y lo más mínimamente cruel posible.
Atendiendo a nuestro presente ético-político se podrían relacionar las prime-
ras voces con posturas republicanas y las segundas con apuestas liberales, pero
esa facilidad nos impediría ver que no es habitual escuchar ninguna de las dos
posiciones de manera pura siendo ciertamente mucho más común hallar postu-
ras republicanas que no siempre hacen llamada a componentes esenciales de la
humanidad o de la ciudadanía, como también son bastante habituales posiciones
liberales que se justif‌ican siquiera retóricamente con propuestas moralistas fren-
te a la corrupción. En lo que sigue me voy a centrar en estas últimas posturas
no moralistas intentando subrayar su dependencia de un cierto moralismo que
debetomarse en todo momento como algo más que un barniz decorativo; para
ello quisiera comenzar con un autor que tomando el mundo de Locke lo estira sin
ningún complejo. Me ref‌iero a Mandeville quien marcó el terreno de juego donde
en breve comenzaría a jugar la Ilustración escocesa que de la mano de Hume y
Adam Smith plantearía la esencia de las posturas liberales que, como digo, toman
el tema de la corrupción desde una óptica no moralista.
1. EL CASO MANDEVILLE
Los vicios privados, convenientemente manejados por un hábil político, ge-
neran benef‌icios públicos. Es el lema que resume el planteamiento de Mandeville
el cual, era evidente, debía ser reformulado, pues la palabra vicio portaba consigo
una tremenda carga negativa, al igual que la admisión mandevilleana de que en
verdad no actuamos sino desde nuestro particular amor a nosotros mismos, des-
de nuestro egoísmo. Y ello era más desagradable por cuanto Mandeville adoptó
la sátira para proponer su chocante af‌irmación; con ella criticó de la forma más
cruel y ridiculizadora las voces moralistas que pretendían que había algo más
que el egoísmo como elemento rector de las acciones humanas. Seamos exactos:
no es que Mandeville se riera de aquellos que apostaban por la benevolencia, la
f‌ilantropía o el amor al prójimo, sino que dudaba de la sinceridad y no hipocresía
de tales actitudes y sobre todo consideraba que era imposible una sociedad rica y
próspera con tales principios rectores. Despojar a la humanidad de sus vestidos
morales, af‌irmar con crudeza que el rey está desnudo, era algo que aun cuando
3 La corrupción entendida al modo moderno es un comportamiento que «se desvía de los deberes
formales del papel público bien por una consideración privada (personal, de familiares cercanos, cama-
rilla), pecuniaria o para ganar estatus; o viola las reglas contra el ejercicio de ciertos tipos de inf‌luencia
de consideraciones únicamente privadas». J. nye, «Political Corruption. A Cost Benef‌it Analysis», en
A.J.heidenheiMer, M.Johnston y v.levine (eds.), Political Corruption: A Handbook, New Brusnwick
(NJ), Transaction Books, 1989, p.966.

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