Derecho penal y sociedad de la información

AutorÓscar Morales García
Páginas387-470
Editorial UOC 387 Capítulo IX. Derecho penal y sociedad...
Capítulo IX
Derecho penal y sociedad de la información
Óscar Morales García1
1. Introducción
La emergencia del fenómeno tecnológico y su generalización, su democrati-
zación, si se quiere, ha oscilado entre la libertad como máxima en los momentos
iniciales y el intervencionismo actual, cuando la técnica revela posibilidades de
control institucional más que sugerentes. Cualquier aproximación a los delitos
relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación debe ir
precedida de una reflexión sobre el impacto social de tales medios y su capaci-
dad de transformación social; sobre las analogías y diferencias de dos espacios
bien diferenciados, como son el lo que hoy conocemos como mundo real, por
un lado, y realidad o mundo virtual, por otro. Debe efectuarse, asimismo, una
prognosis de futuro, siempre arriesgada en un sector en permanente cambio,
que permita fijar objetivos y, sobre ellos, construir el sistema de equilibrios en-
tre libertad y control, si es que éstos no han de ser idénticos a los que conocemos
en las relaciones clásicas.
El camino, aquí, es el inverso al operado en la consecución y asentamiento
de los derechos y libertades fundamentales en los países más desarrollados. En
ellos, la conquista de espacios de actuación frente al Estado fue afirmada frente
a los abusos del poder y el control absoluto sobre el ciudadano. En el campo de
las nuevas tecnologías y particularmente en Internet, la máxima de libertad
pierde terreno frente al aparato estatal, en un efecto paradójico. Por una parte,
la pretensión de control absoluto desde los poderes Ejecutivos, redunda en per-
juicio de garantías individuales, observadas ahora desde el punto de vista de sus
homólogas en el mundo real –privacy, intimidad, secreto de las comunicacio-
1. El epígrafe 3.5 ha sido redactado conjuntamente con la Dra. M. Rosa FERNÁNDEZ PALMA.
Editorial UOC 388 Derecho y nuevas tecnologías
nes, etc. Por otra parte, la reivindicación de una regulación expresa de Internet
relaja el estado de naturaleza al que parecía dirigirse aceleradamente.
La inversión de la lógica evolutiva, según la conocemos en términos histó-
ricos en el ámbito clásico, debe buscarse en el origen mismo de Internet, la red
por excelencia. Este sistema de interconexión surge como medida de conten-
ción de riesgos en el entramado de defensa norteamericano. La tensión deri-
vada de la guerra fría y el crecimiento del arsenal nuclear multiplicaba el
peligro de una confrontación bélica de consecuencias difíciles de evaluar. La
interconexión de ordenadores de modo que la información logística y la rela-
tiva a ubicación de los sistemas de defensa pudiera encontrarse en todos y nin-
guno de los ordenadores distribuidos por el territorio, al mismo tiempo,
permitía, en el peor de los casos, mantener intactas las vías de comunicación
e información2. Relajadas las tensiones con la apertura del Este hacia modelos
democráticos y de economía de mercado, la técnica puesta en marcha en la
etapa anterior serviría para el intercambio de información entre entidades de
carácter científico, básicamente, hospitales y universidades, aún dentro del
ámbito territorial norteamericano. El sistema empleado para ello no se dife-
rencia en gran medida al sistema que subsiste en la actualidad –al menos, en
el momento de redactar estas páginas– basado en el establecimiento de proto-
colos que permiten a las máquinas, por distintos que sean sus sistemas de fun-
cionamiento interno, entenderse en el intercambio de datos3. De ahí surge el
sistema de direccionamiento de los paquetes de información, básico en sus
orígenes y que a medida que las conexiones fueron multiplicándose y los sis-
temas basados en entornos gráficos (no en comandos) evolucionando e im-
plantándose de modo generalizado, derivó en el método alfanumérico que
2. De modo que ninguna de las máquinas controlara exclusivamente toda la información, sino
que ésta, en su globalidad, pudiera ser accesible desde cualquiera de ellas. La red original, denomi-
nada Arpanet, fue creada en los años sesenta por el DARPA, denominación anglosajona en siglas
del Servicio de Proyectos de Investigación Avanzada del Departamento de Defensa americano. Una
información más detallada en M. CASTELLS (1997). La era de la información. Economía, sociedad y cul-
tura. Vol. I La sociedad red (pág. 32 y sig.). Traducción de Carmen Martínez Gimeno.
3. Baste apuntar aquí, de momento, que la única herramienta imprescindible para la interco-
nexión es la incorporación en la máquina de un protocolo universal de comunicaciones, el Trans-
fer Control Protocol (TCP) que funciona, precisamente, sobre otro protocolo, esta vez de red, el
Internet Protocol (IP), lo que garantiza que la heterogeneidad de sistemas operativos que el mercado,
la competencia y la investigación derivada de acciones I+D generan no constituya un obstáculo en
la conectividad a Internet. Ampliamente sobre ello, J. DE ANDRÉS BLASCO (1999). Internet (Cuader-
nos del Senado, Serie Minor, núm. 1, pág. 46 y sig.).
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conocemos, en el que los números son sustituidos por letras que permiten no
sólo localizar, sino identificar al usuario.
Hasta aquí, se evidencia un nacimiento geográficamente localizado e igual-
mente expandido en el mismo territorio de origen. A la bondad del nuevo siste-
ma fueron luego sumándose instituciones de otros países, sin que la extensión
fuera acompañada de una cesión paralela de la gestión del modelo, íntegramente
radicada en los Estados Unidos de América. En el origen, pues, el flujo de datos
es el pretexto para la libertad; no es necesario el control, porque el uso ordinario
sirve a un fin esencial: la coordinación de actividades científicas y militares. Aun
sin eclosionar, los juicios de pronóstico sobre el futuro de un sistema tan singular
sólo al alcance de potentes instituciones y fuera de la órbita de los particulares,
carecen de relevancia: carecen de masa crítica suficiente, el medio es aún desco-
nocido y la difusión de su contenido es limitada. Las instituciones universitarias
no tardaron, no obstante, en convertirse en auténticos portales de acceso al sis-
tema de ordenadores interconectados, y aunque de modo muy resumido, es la
evolución del entorno gráfico, plasmado en las primeras versiones de los nave-
gadores y la facilidad del sistema de direccionamiento entre máquinas, en cuan-
to sistema alfanumérico, lo que cataliza la masificación en el acceso. El principio
pro libertate aun no se resiente, pero la prognosis de una posible extensión aún
mayor de la que comienza a experimentarse remite al primer modelo de inter-
vención, directamente imputable al gobierno americano. Se trata de la concesión
a un órgano no gubernamental de la gestión de adjudicación de “direcciones” a
las nuevas máquinas que pretendían unirse al nuevo modelo, todavía emergen-
te. En definitiva, se trata de un método invasivo de la capacidad normativa de
los diversos Estados que participan en el sistema a través de instituciones y par-
ticulares nacionales. El sistema de máquinas en red se define, precisamente, por
la descentralización de la información; por la no existencia de máquinas centra-
les de las que dependa el resto. Sin embargo, la capacidad de organización del
sistema tiene un único y exclusivo centro de poder al que sumarse o del cual des-
conectarse. Mas, en último término, constituye la primera medida normativa
que regula la libertad absoluta imperante en el medio.
En este paisaje de libertad, entendida como ausencia de regulación específi-
ca, tanto respecto al medio en sí como al nuevo sistema de relación que genera,
simultáneamente, surgen los primeros conflictos que revelan que la libertad en
términos puros no es tampoco propugnable en la red. La máxima de atribución

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