El darwinismo social en la historia de los derechos

AutorJavier Dorado Porras
Cargo del AutorEditor
Páginas1049-1119
1. DARWIN Y EL DARWINISMO: VIDA, OBRA Y
SIGNIFICADO
Nuestra visión del mundo es desde hace tiempo deudora de Da-
rwin. En la actualidad, poseer un conocimiento mínimo de la cultura
científica moderna significa incorporar en la visión del mundo aspec-
tos que han venido a ser lugares comunes desde la “revolución da-
rwiniana”1. En este sentido, se podría decir que ya todos y todas somos
y no podemos ser sino “darwinistas” al menos en un cierto sentido de
la expresión2. El problema que plantea una afirmación como ésta es
1Una explicación del significado científico de Darwin y el Darwinismo, así como de
su posterior evolución, se puede ver en MAYR, E., Una larga controversia: Darwin y el da-
rwinismo, Crítica, Barcelona, 1992; HUXLEY, J. y KETTLEWEL, H. B. D., Darwin, Salvat,
Barcelona, 1994; SCHWOERBEL, W., Evolución, Salvat, Barcelona, 1994; BECKNER, M. O.,
El darwinismo, Cuadernos Teorema, Valencia, 1976; y en el reciente GOULD, S. J., La estruc-
tura de la teoría de la evolución, Tusquets, Barcelona, 2004. Sobre el contexto de la aparición
de la teoría de Darwin se puede ver LEVINAS, M. L., “Filosofía y ciencias de la naturaleza
en el siglo XIX”, en VV. AA., La filosofía del siglo XIX. Enciclopedia Iberoamericana de filosofía,
editado por J. L. Villacañas, Trotta, Madrid, 2001, pp. 303-335.
2En cualquier caso a la hora de considerar lo que es el “darwinismo” y el ser “darwini s-
ta” conviene distinguir entre el “hecho” de la evolución y la “teoría” de la evolución. En
cuanto a la “teoría de la evolución”, se trata efectivamente de una teoría científica y como
tal sujeta a revisión durante el proceso normal de desarrollo de la ciencia: en este sentido
la teoría de Darwin puede ser discutida desde el punto de vista científico, y de hecho cier-
tos aspectos de la teoría tal y como la formuló Darwin ya no son hoy en día aceptados por
la comunidad científica. Distinto es el “hecho” de la evolución. La evolución biológica es,
como tal, un hecho respecto del cual distintas teorías científicas rivales tratan de dar la me-
jor explicación. Pero la evolución es un “hecho” como lo puede ser la caída de los graves,
no una “teoría” entre otras pendiente de validación científica como pretenden algunos
“creacionistas” (vid. GOULD, S. J., El pulgar del panda. Ensayos sobre la evolución, Crítica,
Barcelona, 2001, pp. 15-44).
HISTORIA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES. Tomo III: Siglo XIX1050
pensar en cuál de los sentidos habríamos de ser “darwinistas”: es de-
cir, qué aspectos de la aportación de Darwin debemos considerar in-
eludibles elementos del pensamiento de Darwin y cuáles de los varia-
dos elementos que han ido conformando los distintos “darwinismos”
podemos considerar como irrenunciables y propios del “sentido co-
mún” postdarwinista. La respuesta desde el punto de vista de las cien-
cias de la vida puede ser más o menos controvertida, pero no cabe
duda que algunos elementos centrales de las aportaciones de Darwin
han sido acogidos con mayor o menor modificación como parte esen-
cial del paradigma de las ciencias naturales y de una visión científica
del mundo natural. El problema puede ser mayor si nos situamos en el
ámbito de la ciencia social o aún del pensamiento social, en el cual la
aceptación de Darwin como un clásico encuentra resistencias funda-
das seguramente en lo que ha significado históricamente el “darwinis-
mo social” y en las justificadas prevenciones ante las extrapolaciones
del darwinismo al mundo social humano. Desde el punto de vista de
las teorías sobre el fundamento de los derechos estas prevenciones pa-
2
Ernst Mayr, uno de los más importantes evolucionistas del siglo XX y coartífice junto a
T. Dobzhansky y otros científicos de la llamada “síntesis evolutiva” (paradigma darwinia-
no sistematizado en las décadas de los 30 y 40 del siglo pasado que ha venido siendo con-
siderado, aunque con algunos cuestionamientos desde la década de los 70, la “versión ca-
nónica” de la teoría de la evolución), se detiene a considerar lo que significa ser
“darwinista” desde diferentes puntos de vista (MAYR, E., Una larga controversia: Darwin y
el darwinismo, cit., pp. 102 y ss.). Según este autor, la expresión “darwinismo” fue acuñada
el gran publicista y defensor de Darwin T. H. Huxley en 1864. En 1889, Alfred Russell Wa-
llace (de alguna manera “codescubridor” de la teoría de Darwin) editó un volumen titula-
do precisamente “Darwinism”. Mayr advierte que “darwinismo” ha significado cosas dife-
rentes según el momento y el lugar: puede significar anticreacionismo, si lo oponemos a la
ortodoxia cristiana, pero significará seleccionismo si lo oponemos a la teoría de Lamarck.
Mayr habla de hasta nueve posibles usos de la expresión “darwinismo”: 1) Como “teoría
de la evolución de Darwin”; 2) como evolucionismo; 3) como anticreacionismo; 4) como
antiideología; 5) como seleccionismo; 6) como evolución variacional; 7) como credo de los
darwinistas; 8) como nueva visión del mundo; 9) como una nueva metodología. Sin em-
bargo muchos de estos usos son cuestionables: por ejemplo, Darwin no inventa el evolu-
cionismo que, sin salirse del campo de la biología, ya había estado presente en autores
como Buffon o Lamarck. En cualquier caso, Mayr aboga por afirmar que no hay una res-
puesta simple a la cuestión de qué es el “darwinismo”: entre estas nueve acepciones las
hay erróneas y las hay que no son representativas del pensamiento de Darwin. En cual-
quier caso sostiene que hay dos significados que en momentos diferentes han tenido una
aceptación más amplia: después de 1859, “darwinismo” significó una explicación del
mundo viviente por causas naturales; después de la “síntesis evolutiva” del siglo XX, ha-
bría venido a significar “el cambio evolutivo adaptativo bajo la influencia de la selección
natural” (p. 118).
Capítulo XVIII: El darwinismo social... - CARLOS LEMA AÑÓN 1051
recen ser especialmente pertinentes, de forma que cabe preguntarse
hasta qué punto son compatibles ciertos “darwinismos” (o incluso el
“darwinismo”) con los derechos humanos. Creo, no obstante, que a es-
tas alturas no puede negarse la importancia de Darwin también para
la historia del pensamiento y de las ideas. Incluso si rechazamos —y
puede haber buenas razones para ello— la pretensión de que Darwin
nos pueda iluminar demasiado en nuestro conocimiento respecto a los
asuntos humanos y más aún en nuestros discursos y prácticas sobre
cómo deberíamos conducir los asuntos humanos, en cambio desde
Darwin ya no podemos contemplarnos y pensarnos como seres huma-
nos de la misma manera.
La “revolución” darwinista es comparable —y ha sido muchas ve-
ces comparada— con la “revolución” copernicana tanto en lo que sig-
nifica de cambio radical de las bases asentadas del conocimiento, como
en lo que significa de resituar al ser humano en el mundo3. El ser hu-
mano ya no es la criatura elegida y la culminación de la creación. Cier-
to que sus capacidades —incluyendo el habla, la autoconciencia e inclu-
so la capacidad para entender los mecanismos de la naturaleza y la
evolución— no tienen parangón. Pero su origen como especie no deja
de emparentarlo muy íntimamente con el resto de seres vivos y de si-
tuarlo plenamente en la naturaleza. Y lo que es más importante, su apa-
rición parece haberse debido a una serie de azares contingentes poco
tranquilizadores para quien se creía cima de la creación. La historia
humana es, además, apenas un fragmento minúsculo en la historia de
la vida. Tan grande es el cambio de perspectiva, que resulta difícil dar-
se cuenta de lo que de perturbador habrán tenido estas ideas en las
concepciones existentes en el período predarwiniano4. Porque más
3Para Francisco J. Ayala en realidad la obra de Darwin no sólo es comparable con la revolu-
ción copernicana, sin o que completa la transformación cultural que inició aquélla. La revolución
copernicana había reemplazado una concepción animista del universo por una concepción cau-
sal, y las explicaciones teológicas por las explicaciones científicas. Ahora, con Darwin, no es tanto
que se demostrara que los organismos evolucionan, sino el descubrimiento del mecanismo que
explica el origen y el diseño de los organismos: “Con este descubrimiento, Darwin extiende al
mundo orgánico el concepto de naturaleza derivado de la astronomía, la física, la geología y la
química; la noción de que los fenómenos naturales pueden ser explicados como consecuencias
de leyes inmanentes, sin necesidad de postular agentes sobrenaturales” (AYALA, F. J., “Prólogo”
a Autobiografía y cartas escogidas, de DARWIN, C., Alianza, Madrid, 1997, p. 13).
4Como ha afirmado HOFSTADTER, R., “Muchos descubrimientos científicos afectan
a los modos de vida más profundamente de lo que lo hizo la evolución; pero ninguno ha
tenido un impacto mayor sobre los modos de pensar y de creer” (Social Darwinism in Ame-
rican Thought [1944], Beacon Press, Boston, 1994, p. 3).

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