Vasconia Continental

AutorJuan Madariaga Orbea
Cargo del AutorDirector
Páginas699-832
INTRODUCCIÓN
El periodo que vamos a abordar está salpicado de importantes conflictos
que afectaron en mayor o menor medida al País Vasco continental. El inicio
del periodo viene marcado por la guerra de 1870 y por la derrota, considerada
como deshonrosa, de Francia, y termina con la de 1936, cuando ya se adivina-
ban los tambores de guerra del conflicto de 1939 a 1945. Veinte años antes, sin
embargo, el pueblo se había alzado, al grito de «¡Nunca más!», en contra de
todo conflicto armado, tras el terrible impacto de la Primera Guerra Mundial
(1914-1918), que causó considerables daños de todo tipo y dejó una profunda
huella en el País Vasco.
Resulta sorprendente la coincidencia que se produce, a principios y finales
del periodo, entre los conflictos «externos» y los civiles. Por ejemplo, se produ-
cen prácticamente al mismo tiempo la guerra de 1870 entre Francia y Alemania
y el movimiento de la Comuna, dirigido por las fuerzas populares de París, con-
tra el que Thiers envió tropas, y que se saldó con varios miles de muertos. En
cuanto al verano de 1936 podemos constatar otra sorprendente coincidencia
en el País Vasco. Mientras trenes enteros traían a la Costa Vasca a los trabaja-
dores que venían a disfrutar de las «vacaciones pagadas» recién conquistadas
con la llegada al poder del Frente Popular, del otro lado del Bidasoa llegaban
refugiados que huían de las tropas golpistas de Franco, gente que formaba
parte del movimiento nacionalista vasco o de los movimientos de izquierda del
Frente Popular. El contraste entre las dos poblaciones era estremecedor; tanto,
que una especie de pudor hizo que algunos trabajadores que estaban de vaca-
ciones —pocos, también es cierto— tomaran el camino de vuelta a sus casas.
Con respecto a este contraste, el gran lingüista Koldo Mitxelena, que luchó en
el ejército vasco, contaba con rabia contenida cómo, cuando la localidad de
Irun fue bombardeada, los habitantes del otro lado del Bidasoa contemplaban
impertérritos la escena desde lo alto de la frontera de Hendaya, Behobia o Bi-
riatou, como si asistieran a un espectáculo.
El ímpetu de los conflictos de 1870, 1914 y 1936 no debe llevarnos a pensar
que los demás años fueran tranquilos. En ese sentido, cabe citar la larga ten-
sión entre la República y la Iglesia católica a raíz de la Ley de Separación de
la Iglesia y el Estado, en particular cuando se realizaron los «inventarios», que
provocaron una fuerte reacción en el País Vasco en 1906. Por otra parte, en este
periodo se produjeron hechos no exentos de consecuencias, como por ejemplo
700 NOTITIA VASCONIAE. TOMO III (1876-1936)
el escándalo del Canal de Panamá (cuyo desafortunado protagonista fue el ba-
yonés De Lesseps), el caso Dreyfus (recordemos que en el barrio de Saint-Esprit
de Bayona había una importante comunidad judía y en la localidad se respira-
ba un antisemitismo agresivo), o el escándalo Stavisky en el Crédit Municipal
de Bayonne, que dio paso a los duros disturbios de 1934, tras la llegada al poder
del Frente Popular.
Hubo también cambios en el ámbito agrícola, industrial y turístico, así
como en la demografía, que se vio afectada por las guerras, la emigración a las
Américas y el éxodo rural. La vida social e intelectual experimentó igualmente
importantes cambios antes y después de la Primera Guerra Mundial. Por últi-
mo, destacaremos que en la segunda mitad del siglo XIX se produjo una intere-
sante eclosión historiográfica.
El periodo que abordamos en esta introducción comienza con la guerra de
1870, el primero de los tres conflictos franco-alemanes. Francia declaró la gue-
rra a Prusia, que estaba en pleno proceso de unificación alemana bajo el mando
de Bismarck. La derrota de los franceses fue fulminante, y el 8 de octubre de
1870, estando el ejército alemán a las puertas de París, Léon Gambetta aban-
donó la capital en un globo, mientras el general Bazaine se rendía en Sedán,
donde el emperador Napoleón III fue capturado.
El 18 de marzo de 1871, en la colina de Montmartre, un buen puñado de
parisinos se sublevó. Nacía así un movimiento insurreccional que se procla-
maba defensor de la República, llamado «la Comuna». Adolphe Thiers ordenó
trasladar los órganos constitucionales a Versalles. La Comuna se mantuvo en
París durante varias semanas, hasta que en mayo de 1871 fue aniquilada por el
ejército (las «tropas de Versalles») y miles de personas perdieron la vida.
Bismarck impuso sanciones a Francia, y Alsacia y Lorena quedaron ane-
xionadas a Alemania. La pérdida de esos territorios quedará marcada en la
memoria colectiva de Francia como un hecho humillante e injusto, y será un
tema recurrente hasta la guerra de 1914.
Después de 1871, Thiers tuvo que recurrir a la deuda pública, para saldar
cuanto antes las cuentas con Alemania. Se evitó la restauración monárquica,
pero el término «República» solo se aceptó en 1875, después de que Patrice
Mac Mahon se convirtiera en presidente de la República en 1873. El conflicto
sobre el lugar que debía ocupar la religión en la vida pública se agravó con
Jules Ferry, ministro de Instrucción Pública, que expulsó a los religiosos de la
enseñanza y estableció la educación primaria obligatoria y laica. Ese tema ge-
neró no pocos enfrentamientos en el País Vasco continental. Jules Ferry impul-
só, además, la «misión civilizadora» de Francia y desarrolló toda una política
colonial en Tonkin, Annam, Madagascar, Marruecos...
Hubo escándalos políticos y financieros que hicieron tambalear el poder.
Uno de ellos fue el escándalo de Panamá. Ferdinand de Lesseps, de ascenden-
cia bayonesa, gozaba en 1869 de una excelente reputación a raíz de su éxito en
la construcción del Canal de Suez. Pero se destapó un caso de corrupción en las
obras del Canal de Panamá, en las que trabajaba, y ese hecho salpicó a miles de
inversores en un sonado tumulto, con el antisemitismo como telón de fondo.
Vasconia continental 701
No es casualidad que una de las críticas más feroces contra los republicanos
del Gobierno fuera la realizada por Édouard Drumont, autor en 1886 del libro
La France juive, del que se imprimieron más de 200 ediciones hasta 1914. En
palabras de Michel Winock, el libro realiza una formidable síntesis al vincular
«el antijudaísmo cristiano, el anticapitalismo popular y el racismo moderno».
En la prensa vascófona, Jean Hiriart-Urruty salió así en defensa de Drumont en
el periódico Eskualduna del 10 de febrero de 1893: «Juduak ditugula Frantzian
nausi: gu oro heien azpiko; beren eskuko dituztela kargu guziak, gako edo giltza
eta gider guziak, eta oroz gainetik gako guzietan lehena: dirua. Frantziako dirua-
ren erdia juduek ebatsia darokutela, eta bertze erdia ebasten ari [...] hitz batez
oro judu bilakatzen ari girela» («Los judíos son los amos en Francia, y estamos
todos sometidos a ellos; tienen en sus manos todos los cargos, todas las llaves,
cerraduras y timones, y en particular la más importante de todas las llaves: el
dinero. La mitad del dinero de Francia nos lo han robado los judíos y la otra
mitad nos la están robando ahora [...] En una palabra, nos estamos convirtien-
do todos en judíos»).
Unos años más tarde, en 1895, estalló el caso Dreyfus. El capitán Dreyfus,
que era judío, fue acusado de alta traición y los conservadores, incluido el
periódico Eskualduna, se ensañaron con él. Léon Daudet y Barrès crearon la
«Liga de la Patria Francesa» contra los partidarios de Dreyfus, que llegó a agru-
par a 200.000 miembros que se manifestaron al grito de «Echemos a todos los
judíos a garrotazos». Bayona no fue una excepción, y el escritor vasco Michel
Elissamburu, hermano de las Escuelas Cristianas, planteó la tesis de que exis-
tía una maléfica tríada formada por judíos, francmasones y protestantes. No
obstante, también surgió un movimiento a favor de Dreyfus, secundado entre
otros por Émile Zola, con su artículo Yo acuso. Aunque finalmente se demostró
su inocencia, no fue rehabilitado hasta 1906.
La violencia estaba muy presente, incluso en su vertiente política, aplicada
especialmente por el movimiento anarquista, aunque no solo por él. En 1870,
un periodista, Victor Noir, fue asesinado por Pierre Bonaparte, sobrino de Na-
poleón y hermano de Louis-Lucien Bonaparte, muy conocido en el País Vasco
por sus estudios de dialectología. Bonaparte fue absuelto, pero el crimen no le
hizo ningún bien al bonapartismo. Hubo también otros atentados, que respon-
dían a diferentes motivos, como por ejemplo el asesinato en Lyon, en 1894, del
presidente de la República, Sadi Carnot.
En ese contexto de agitación política, la economía no dejaba de fluctuar.
Tuvo lugar una segunda revolución industrial, basada en el petróleo, la electri-
cidad y el automóvil. Surgió una nueva élite, formada por la burguesía empre-
sarial, entre la que se encontraban familias como los Schneider y los Wendel.
En 1898 se fundó la empresa Renault. El número de trabajadores de la pobla-
ción activa aumentó considerablemente, pasando del 20 % en 1870 al 30 %
en 1914. Las primeras aplicaciones del taylorismo se introdujeron en 1890. El
mundo rural seguía ocupando un lugar predominante: en 1914, englobaba al
56 % de la población activa. La agricultura era poco productiva. En 1913, la
riqueza producida por la industria superó por primera vez a la procedente de
la agricultura. Ese hecho dio paso al éxodo rural. En la viticultura se produje-
ron varias crisis; una de ellas en 1907, al hilo de la cual se celebraron manifes-

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR