Navarra

AutorJuan Madariaga Orbea
Cargo del AutorDirector
Páginas497-696
INTRODUCCIÓN
La obra de carácter histórico y jurídico de autores navarros contemplada
en este volumen se asienta en el periodo cronológico del largo medio siglo que
se extiende desde 1876 hasta 1936. Un marco temporal que está punteado por
las fechas de dos importantes confrontaciones bélicas; la primera, punto final
de la segunda gran guerra carlista, y la de 1936, inicio de la insurrección militar
contra el régimen republicano de 1931. Entre ambas se asiste a una producción
temática histórico-jurídica marcada por el inicio de un nuevo tiempo político,
el de la restauración de la dinastía borbónica, y por el surgimiento paulatino
de intereses intelectuales, sociales y culturales acordes con el fin de siglo y los
retos de la sociedad de masas del primer tercio del siglo XX.
Más allá del reflejo y relación que pudiera establecerse entre la dimensión
política y la cultural entre ambas datas a lo largo de los periodos monárquicos,
la dictadura primorriverista y la democracia republicana, lo decisivo resulta-
ron ser los cambios fundamentales que, a lo largo de ese medio siglo largo, se
produjeron en el desenvolvimiento de la disciplina histórica y doctrina jurídica
en el ámbito de la cultura occidental, y que tuvieron su reflejo en la obra escri-
ta en el terreno navarro.
A lo acaecido en el mundo intelectual en los territorios vascos durante todo
ese periodo puede aplicarse con justeza la denominación de edad de oro de la
cultura vasca contemporánea. Escritores, folcloristas, lingüistas, investigado-
res, periodistas, así como historiadores y juristas, resultaron elementos activos
en el renacimiento cultural que se percibe tras la última guerra civil decimonó-
nica y que se alargó hasta el derribo del régimen republicano. Aquel grupo de
escritores recibió en herencia temas, maneras de hacer y modos de narración
pertenecientes a décadas anteriores, impregnados de elementos románticos
presentes en episodios de historia militar y religiosa; pero antes ya del final del
siglo XIX se evidenciaron nuevas prácticas e intereses historiográficos, que se
fueron perfilando a lo largo del primer tercio del siglo XX. La convivencia de an-
tiguas y novedosas maneras de pensar la historia fue una de las características
visibles en aquel tiempo en el que confluyeron la erudición, la dedicación a la
historia local y la mera reproducción documental histórica con una creciente
dedicación a la investigación mejor dispuesta hacia el trabajo archivístico.
Como sucedió en los territorios vascongados, la producción en materia his-
tórica en el territorio navarro quedó marcada por la cesura formidable que
498 NOTITIA VASCONIAE. TOMO III (1876-1936)
para las instituciones propias del país supuso la guerra carlista-liberal y la so-
lución final que a la misma planteó el gobierno español presidido por el con-
servador Cánovas del Castillo. La imbricación de la motivación política con la
amplia nómina de iniciativas en campos relacionados con la información, la
ensayística, la creación cultural y la investigación, apareció ya desde sus ini-
cios con el propósito obvio de tomar parte en la defensa de las instituciones y
legislación del país, dañadas tras el final de la guerra. La abolición foral en las
Provincias Vascongadas en 1876-1877 y la reforma, a partir del denominado
convenio Tejada Valdosera en 1877, de la Ley de Modificación de Fueros de Na-
varra aprobada en 1841, sumió a las élites políticas e intelectuales de las cuatro
provincias en un mar de incertidumbres sobre el futuro de las instituciones
vascas. Si la guerra supuso la constatación de una ruptura social de largo al-
cance, la abolición foral produjo una profunda incisión en la conciencia de las
mentes pensantes del momento, dando a aquellas generaciones intelectuales la
evidencia de la quiebra del país en muchos de sus órdenes. Esta sería una de
las marcas que identificó a la, si pudiera ser así señalada, generación de 1876.
La constatación del sentimiento de la pérdida foral, de una manera de en-
tender y funcionar el país, se mantuvo constante durante décadas en la obra
de autores coetáneos a la guerra como Aranzadi, Altadill, Olóriz o Campión,
como ellos mismos recordaron en escritos posteriores a la abolición de 1876.
Se trataba de la dura constatación de que la política foral derogatoria adopta-
da por el gobierno central había sido una respuesta generalizada tanto contra
carlistas como contra liberales vascos, afectando de este modo tanto a quienes
habían provocado la guerra, la dirigencia carlista, como a los que habían lu-
chado en su contra, los liberales. Esa asignación generalizada e indiferenciada
de la culpa por el estallido de la guerra estuvo en el origen del nacimiento del
fuerismo como nueva propuesta política, así como del enraizamiento genera-
lizado del anticentralismo en las formaciones más importantes del espectro
político en las cuatro provincias. La respuesta intelectual nativa se produjo in-
mediatamente desde la inmediata publicación en Madrid del periódico La Paz
en 1876 con la explícita finalidad de «defender los fueros y las venerandas ins-
tituciones del país que nos vio nacer». El fuerte impulso de creación de nuevas
sociedades culturales, como en el caso navarro fue la Asociación Euskara de
Navarra (1877), y su revista homónima, Revista Euskara (1878-1883), no puede
entenderse sin el humus de reivindicación fuerista surgido tras la guerra. Tuvo
vertientes directas en la política local con la aparición de un partido de idéntica
denominación y medios de prensa estrictamente fueristas para la defensa de la
federación vasco-navarra y la recuperación foral, como El Arga (1879-1881), y
Lau-Buru (1882-1886). El desarrollo del fuerismo en la arena de la política se
vio comprometido a medio plazo con la vuelta a la lucha electoral decidida por
el carlismo en 1886, momento final de las primeras iniciativas culturales que
había simbolizado la Asociación Euskara de Navarra, para entonces muy de-
bilitada tras la decisión de los liberales navarros de no participar en la misma
y profundamente perjudicada tras la ruptura del fuerismo con el liberalismo
en 1880.
En ese monto de publicaciones periódicas, diarios y revistas culturales, ali-
mentado por la actividad política, se inserta la correspondiente a la producción
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relacionada con la historia y la jurisprudencia, reflejo de un mundo de incerti-
dumbres ante los cambios acaecidos desde la Restauración borbónica y la con-
siguiente política de los gobiernos centrales de carácter conservador y liberal.
Sobre él se proyectaron las aportaciones de los autores recogidos en este volu-
men, normalmente en forma de artículos breves, rememoraciones del pasado,
aproximaciones sencillas sobre el origen del euskera, narraciones breves en
forma de leyendas y cuentos de fuste fuerista, publicaciones de documentos
históricos con breves comentarios, modestas monografías y otras aportaciones
similares. Conforme se avance en el tiempo y tres lustros antes de que acabara
el siglo XIX, aparecieron nuevos tipos de estudios, más amplios, más documen-
tados, ensayos más ambiciosos, como muestran las publicaciones monográ-
ficas de defensa foral, que, en torno a las exigencias del ministro de Hacien-
da, Germán Gamazo en 1893, reflejaron de primera mano la enorme protesta,
alargada en el tiempo, que había provocado la reforma hacendística de aquel.
Sendas obras de autores ideológicamente diferentes como Hermilio de Olóriz,
Gervasio Etayo y Gregorio Iribas, se inscriben en el contexto de ese polifacético
movimiento para el mantenimiento del estatus fiscal navarro contrario al pro-
yecto de presupuestos del estado presentado por aquel ministro.
Aunque sobrevivían las maneras historiográficas de décadas, atrás se cons-
tató el avance en otros modos de hacer, como reflejó la escritura histórica. Se
mantuvo la erudición local, quedaron restos todavía de literatura basada en
leyendas, pero, por lo general, se avanzó en el terreno de la investigación. Sin
duda, la obra de Arturo Campión representa bien la evolución de los diferentes
intereses y modos que movieron a los autores de esta primera generación de
escritores de historia durante el último cuarto del siglo XIX. La factura y confec-
ción de El genio de Nabarra (1884-1888) y la de Celtas, Iberos y Euskaros (1897),
muestra la gran diferencia existente entre ambas si atendemos a la densidad de
la consulta de documentación de archivo y bibliográfica, ausente en la primera,
más exhaustiva en la segunda.
La entrada en el siglo XX evidenció también novedades en el ámbito social
y en el político. Un pequeño pero significativo detalle de esto fue la formación
del primer núcleo socialista en la capital navarra. El espectro político iba en-
sanchándose; visible era la pervivencia de pequeños grupos republicanos en
ciudades como Tafalla y Tudela, además de en Pamplona; a ello se añadió la
incidencia notable de movimientos sociales de reivindicación campesina que,
en sus variantes conservadora, la Federación Católico Social Agraria (1910),
o reformista, simbolizada por el movimiento comunero, dejaron una huella a
tener en cuenta en la producción intelectual.
La cuestión social aparece reforzada en ese momento de la historia nava-
rra, no tanto dependiente de un desarrollo económico de tipo industrial cuanto
de la intensificación de la economía agraria conforme esta fue desembarazán-
dose de las negativas consecuencias de la crisis finisecular decimonónica. Ahí
encontramos dos temas socialmente novedosos que tuvieron su reflejo en la
historiografía.
Uno de ellos aparece vinculado al movimiento social católico agrario, que,
iniciado a principios del siglo, adquirió un desarrollo formidable, aunque desi-

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