El proceso penal en el arte: testigo de cargo de BILLY WILDER

AutorLeyre Sáenz de Pipaón del Rosal
Páginas185-218
CAPÍTULO VII
EL PROCESO PENAL EN EL ARTE:
TESTIGO DE CARGO
DE BILLY WILDER
LEYRE SÁENZ DE PIPAÓN DEL ROSAL485
Abogada penalista y criminóloga, profesora de Derecho Penal
Resumen: A partir de la obra maestra del cine clásico (judicial) Testigo de cargo de Billy
Wilder, se presenta el proceso penal en el arte, ahondando en las instituciones y figuras penales
más destacadas que concurren en la citada película, dedicando especial atención al delito de asesi-
nato en su modalidad alevosa, resultando tal acto criminal eje central de la trama que da lugar a la
celebración del juicio que transcurre a lo largo de toda la proyección cinematográfica. Otras cues-
tiones fundamentales de orden penal y criminológico que se presentan y analizan son: las partes
en el proceso penal, la institución del tribunal del jurado, la detención y la prueba en juicio, así
como la motivación del acto criminal y la psicología del testimonio. Todo ello, a través de esta
colosal película, de obligado visionado.
Palabras clave: testigo de cargo, proceso penal, acusado, detención, asesinato, prueba,
móvil, declaración, testigo.
Abstract: Based on the masterpiece of classic cinema (judicial) “Witness for the Prose-
cution” by Billy Wilder, the criminal process in art is presented, delving into the most important
institutions and criminal figures that concur in the aforementioned film, paying special attention
to the crime of murder in the form of malice aforethought, such criminal act being the central
axis of the plot that leads to the trial that takes place throughout the entire film projection. Other
fundamental questions of criminal and criminological order that are presented and analyzed are:
the parties in the criminal process, the institution of the court of the jury, the detention and the
evidence in trial, as well as the motivation of the criminal act and the psychology of the testimony.
All this, through this colossal film, a must see.
Key words: witness for the prosecution, criminal process, accused, detention (arrest),
murder, motive (for the criminal act), evidence, judicial declaration, witness.
485 Doctora en Derecho y Licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Licenciada
en Criminología por la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Profesora de Derecho Penal y de Asesoría
Penal y Proceso Penal en el Máster Universitario de Acceso a la Profesión de Abogado (MUAPA). Además
de su labor docente y de investigación, es Abogada del Ilustre Colegio de Madrid (ICAM) y Criminóloga
del Colegio Profesional de la Criminología de la Comunidad de Madrid (CPCM), con despacho profesional
de actuación en casos de toda índole penal. (leyre@saenzdepipaonabogados.com).
Leyre Sáenz de Pipaón del Rosal
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SUMARIO:
1. INTRODUCCIÓN
2. ANTECEDENTES DE LA OBRA
2.1. El estreno
2.2. Billy Wilder
2.3. Los protagonistas
2.4. Otros personajes de la película
3. EL PROCESO PENAL
3.1. Las partes: acusación y defensa
3.1.4. Abogados y procuradores
3.1.5. Ministerio fiscal
3.1.6. Acusado y encausado
3.2. La prueba en juicio
3.2.1. La carga de la prueba
3.3. El tribunal del jurado
3.4. La detención
3.5. El asesinato como delito autónomo
3.5.1. La alevosía
3.6. El móvil o la motivación del acto criminal
3.7. Testigos y declaración: psicología del testimonio
4. CONCLUSIONES
5. BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN
No hay amante del cine clásico y jurídico que pudiera obviar esta obra486 en su
catálogo de películas favoritas. Se escenifica de forma ejemplar, y con toques oportunos
y magistrales de humor, las claves del proceso penal, manteniéndose uno absorto en la
historia que se narra: el asesinato de la Sra. French (viuda acaudalada) y posterior deten-
ción y juicio al que se ve sometido Leonard Vole, amigo de la víctima acusado del crimen.
En estos días, y con ocasión de este proyecto, vuelvo a tener el inmenso placer de visio-
narla de nuevo, y una vez más, literalmente, te encandila: no sólo te atrapa la historia en
sí, sino también las actuaciones estelares de sus protagonistas, así como todo el elenco de
personajes secundarios de esta colosal película. Sin duda, la elección no podía ser más
clara. Testigo de cargo de Billy Wilder es una obra maestra del cine, resultando -además- ser
idónea para ilustrar y aproximar algunas de las instituciones y nociones esenciales del
486 Witness for the Prosecution (Testigo de cargo, 1957), de Billy Wilder.
El proceso penal en el arte: Testigo de cargo de Billy Wilder
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Derecho Penal y Procesal Penal, así como de la Criminología. Todo ello, a través de este
gran clásico (judicial) de la historia del cine.
2. ANTECEDENTES DE LA OBRA487
Existe un relato corto de Agatha Christie488, no más de veinticuatro páginas, lla-
mado Testigo de cargo. Se publicó en España a finales de los años cincuenta en la edición
mediana de “Biblioteca de oro”. La editorial Molino tenía la exclusiva de Agatha Christie,
y el relato susodicho apareció en uno de sus volúmenes de cuentos policíacos, con otras
nueve short stories de quien era entonces (y quizá es todavía) la reina del suspense.
En Testigo de cargo no había reparto estelar que ya conociésemos de otros críme-
nes. Agatha Christie no cultivó mucho el caso judicial, sin embargo, esta vez su protago-
nista era un abogado defensor de aspecto poco llamativo, Mayherne por nombre, que
usaba lentes de pinza. El hombre no tenía un pelo de tonto, pero no resultaba ni la mitad
de espectacular de lo que fue su futura reencarnación para las pantallas. Con el volumi-
noso Charles Laughton489, el personaje había subido de categoría y no sólo en carácter ni
aspecto físico. Había pasado a llamarse, de forma mucho más sonora, Sir Wilfrid Roberts.
El acusado tuvo siempre el mismo nombre, Leonard Vole, y su esposa extran-
jera, llamada Romaine en el relato, era tan extranjera que, según la autora, se le notaba la
extranjería hasta en el movimiento de las manos. Recuérdese esa británica visión, un tanto
teatral, en las obras de Agatha Christie, de quienes no son de la isla, el mismísimo Poirot490
entre ellos.
487 Juan Tébar, “Testigo de cargo”, en Abogados de cine, Leyes y juicios en la pantalla, (Madrid: Editorial Castalia,
1996), 63-64.
488 Acerca de la escritora, por todos conocida, afirma Del Rosal: “Tampoco cabe ignorar que en algunas
páginas esta inteligente autora remueve, queriéndolo o sin querer, concepciones acerca del crimen y el criminal,
y, lo que es más atrayente, nos sirve un tipo humano de detective en extremo interesante en cuanto a sus
ideas sobre algunos puntos criminalísticos y biológico criminales. Uno de los agudos atisbos apuntable en
favor de esta autora, y en relación con la ‘idea del crimen’, pudiera ser su concepción criminológica de que
toda persona está expuesta a realizar acciones criminales. En un pasaje de la novela Poirot en Egipto, en que
dialoga con una señora, sorprendemos estas frases: -‘¿Le interesa también a usted la gente, señor Poirot? ¿o
reserva su interés para los criminales en potencia? – Madame, esa categoría no excluye a gran número de
personas. La señora Allerton parecía sorprendida. - ¿Cree usted eso realmente? -Sí, cualquiera puede con-
vertirse en un criminal en un momento dado”. Juan del Rosal, Crimen y criminal en la novela policíaca (Estudio
psicológico), (Madrid: Instituto Editorial Reus, 1947), 267-268.
489 Actor y director de cine y teatro británico (1899-1962), con nacionalidad estadounidense desde 1950.
490 Coincidimos plenamente en la descripción que hace del mismo Del Rosal: “¿Quién es este detective de
‘bigote cuidado’, a veces ‘teñido’, de aspecto bonachón y preocupado humanamente de los años que caen
sobre su existencia? Hércules Poirot. Un detective particular, belga de nacimiento, cuya conversación sagaz,
en una figura de buen burgués, va esmaltada de frases y locuciones francesas, las cuales brotan a modo de
surtidor de sorpresas, cuando su mirada mental ante el misterio queda perpleja, ora como índice de alguna
apreciación errónea de los colaboradores en la busca del delincuente, o bien para mostrarnos algún magní-
fico hallazgo de pista, aunque nosotros no dispongamos más que de una serie de pespunteadas oraciones
galas”. Del Rosal, Crimen y criminal…, 173.

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