Privanza y transmisión de reales órdenes durante el reinado de Felipe III. El fracaso del primer sistema de valimiento de la monarquía hispánica

AutorAdolfo Hamer-Flores
Cargo del AutorUniversidad Loyola Andalucía (España)
Páginas1169-1187
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CAPÍTULO 66
PRIVANZA Y TRANSMISIÓN DE REALES ÓRDENES
DURANTE EL REINADO DE FELIPE III.
EL FRACASO DEL PRIMER SISTEMA DE VALIMIENTO
DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
ADOLFO HAMER-FLORES
Universidad Loyola Andalucía (España)
1. INTRODUCCIÓN
El siglo XVI constituyó para la Monarquía Hispánica una etapa de ex-
pansión territorial sin precedentes. Tanto es así que de sobra es conocida
la expresión, atribuida a Felipe II, de que en los dominios del rey español
nunca se ponía el sol. Ahora bien, sus dimensiones y las considerables
distancias también hicieron más complejas las labores de gobierno y lle-
varon pronto a un considerable incremento de las tareas administrativas.
Así, el gobierno de las armas se unió estrecha e indisolublemente al go-
bierno de la pluma, hasta el punto de que dicho monarca es conocido
como el rey burócrata.
Ese considerable volumen de cuestiones a tratar, como es lógico, contri-
buyó a ralentizar significativamente su tramitación y resolución. No
puede extrañar, pues, que el sistema polisinodial, con el paso de los años,
se mostrara más y más lento y sobrecargado, de ahí que el acceso al
monarca y el control y la gestión eficaz de la información de sus domi-
nios fueran ya desde el siglo XVI elementos clave para imprimir el ritmo
que las referidas labores de gobierno requerían. Este último fue el mo-
tivo principal que llevó a la aparición, ya a finales de dicha centuria, de
personajes que gozaron de la confianza del rey y que le auxiliaban en
sus tareas de gobierno; precedentes de los conocidos como validos, los
cuales tendrían su época de esplendor en la primera mitad del siglo
XVII.
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No obstante, esas labores de estrecha colaboración en los asuntos guber-
nativos colisionaron muy pronto con la práctica y costumbre de que solo
el rey, de manera directa o a través de sus secretarios, transmitiera órde-
nes al aparato administrativo de la monarquía. Francisco de Sandoval y
Rojas, primer duque Lerma, en su condición de valido de Felipe III, tras-
ladaría, con el visto bueno de este, órdenes y disposiciones en su nom-
bre; una práctica que por su frecuencia, así como por la importancia de
los asuntos tratados, muy pronto causó recelos y desconfianzas en la
corte (Martínez Peñas, 2007, pp. 400-401; Feros, 2002, p. 275). Las sos-
pechas sobre si las reales órdenes procedían realmente o no del monarca
encontraron amplia acogida no solo entre los enemigos de Lerma sino
también entre otros sectores de la nobleza, así como en los círculos in-
telectuales, que no veían con buenos ojos que el rey delegara en exceso
unas tareas que consideraban debía desempeñar directamente680.
Así pues, el modelo de valimiento al que dio forma el duque de Lerma
se apoyó no solo en una estrecha relación de confianza con el monarca,
sino también en un amplio control de su entorno político y palatino y,
además, en la posibilidad de participar activamente en las tareas de des-
pacho transmitiendo incluso reales órdenes y recibiendo directamente
noticias de los territorios de la Monarquía Hispánica. Los dos primeros
elementos, mejor o peor, no le acarrearon demasiados inconvenientes;
no ocurriendo lo mismo con el último. Junto a las acusaciones de co-
rrupción, la idea de que se había excedido en sus funciones actuando
casi en lugar del rey adquirió una amplia difusión (Alvar Ezquerra,
2016). Tanto es así que el propio Felipe III llegó a suscribir la cédula de
15 de noviembre de 1618, de la que se colige que el monarca reconocía
680 A modo de ejemplo, podemos mencionar que el escritor Francisco de Quevedo (1580-1645)
llegó a convencerse de que el gobierno directo del rey representaba la solución de todos los
males; considerando que «el reinar no es entretenimiento, sino tarea. Mal rey el que goza sus
Estados, bueno el que los sirve» (Caminero, 1984, p. 93; Martínez Conde, 1996, p. 80). Aun-
que hasta mediados de la primera década del siglo XVII mostró su apoyo a Lerma, con obras
como el Discurso de las privanzas (Pilat-Zuzankiewicz, 2017, pp. 67-77), posteriormente criti-
caría a Felipe III y a su valido, así como a sus clientelas y aliados, a los que consideraba políti-
cos corruptos, llegando a afirmar del monarca que «acabó de ser rey antes de empezar a
reinar» (Feros, 2002, p. 17).

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