La Política Constitucional del aborto en los Estados Unidos
| Autor | Ian Shapiro |
| Páginas | 235-268 |
CAPÍTULO VII
LA POLÍTICA CONSTITUCIONAL DEL ABORTO
EN LOS ESTADOS UNIDOS
Uno de los mayores retos que una democracia puede afrontar es la creación
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dos sobre la política pública. Este reto adquiere aún mayor relieve en el caso de
la batalla sobre el derecho al aborto en los Estados Unidos. Al igual que con el
impuesto de sucesiones discutido en el capítulo previo, las creencias sobre la
justicia o injusticia del aborto son sostenidas con mayor intensidad por los ac-
tivistas que por la gran masa pública 1. Hasta los primeros años setenta, cuando
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bía sido debatido en el entorno de la política legislativa. Sin embargo, este de-
bate se produjo en los cuerpos legislativos de cada estado, y no en el Congreso,
ya que el ámbito de la regulación del aborto se restringía exclusivamente a las
leyes estatales. La entrada de los tribunales federales ha añadido a la lucha
entre los intereses organizados una dimensión diferente a las que vimos en el
caso de la controversia en torno al impuesto de sucesiones, y esta dimensión
aporta una nueva perspectiva al tema de este capítulo: las ventajas y limitacio-
a la sociedad.
Aun estando impulsado por grupos minoritarios, el debate estadounidense
sobre el aborto es tan apasionado como implacable. Enraizado en creencias
poderosamente arraigadas, parece oponer visiones del mundo mutuamente
irreconciliables. La convicción religiosa de que un feto es una persona y por
1 Véase Morris FIORINA, Samuel ADAMS y Jeremy POPE, Culture Wars? The Myth of a Polarized America
(New York: Pearson Longman, 2005), pp. 34-54.
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tanto el aborto un asesinato choca frontalmente con la insistencia categórica
con respecto a que la vida comienza con el nacimiento. Aquellos que piensan
problemas más insolubles que afronta la raza humana son escépticos ante los
líderes religiosos que recorren el mundo clamando contra el aborto e incluso
contra los métodos anticonceptivos. Algunos consideran que las políticas gu-
bernamentales para limitar las tasas de natalidad mediante el aborto y la pla-
medidas equivalen a injerencias arbitrarias en los derechos humanos más in-
violables. La convicción fuertemente arraigada en muchos de que las mujeres
tienen derecho al control soberano de sus propios cuerpos entra en colisión
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lidad —no importa cuán mal recibida— de llevar el feto a buen término. A los
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ción de un aborto. «Ninguna decisión judicial de nuestra época» —escribe
Ronald DWORKIN sobre la sentencia del Tribunal Supremo en 1973 en el caso
Roe v. Wade, que estableció que las mujeres tienen constitucionalmente esta-
blecido el derecho al aborto— «ha producido semejante caudal de emoción,
escándalo público prolongado, violencia física y agrias críticas profesiona-
les» 2.
Alasdair MACINTYRE va más allá, haciendo notar que el rasgo más chocante
del debate actual en torno al aborto es su naturaleza interminable. Los puntos
de vista que se enfrentan no pueden ser comparados valorativamente desde una
perspectiva conceptual, ya que aun siendo ambos coherentes en sí mismos, se
basan en premisas opuestas cuya naturaleza es «tal que no disponemos de un
método racional capaz de ponderar las demandas de uno contra las del opues-
to» 3
-
to nacional llevada a cabo por el periódico Los Angeles Times en 1989. Los
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ba que el aborto estaba moralmente mal y un 57 por 100 opinaba que es un
asesinato, el 74 por 100 sin embargo creía que «el aborto es una decisión que
debe tomar cada mujer por sí misma» 4
hecho cierto de que el aborto es menos importante para la mayoría de los vo-
preocupa menos por resolver sus impulsos contradictorios en los temas que son
menos importantes para ellos que en aquellos a los que dan más relevancia. En
cualquier caso, la ambivalencia sobre la moralidad y legalidad del aborto aún
2 Ronald DWORKIN, «The Great Abortion Case», New York Review of Books, 29 de junio de 1989,
p. 49.
3 Alasdair MACINTYRE, After Virtue: A Study in Moral Theory, 2.ª ed. (Notre Dame, IN: University of
Notre Dame Press, 1984), pp. 6-8.
4 Citado en DWORKIN, «The Great Abortion Case», p. 49.
LA POLÍTICA CONSTITUCIONAL DEL ABORTO EN LOS ESTADOS UNIDOS 237
persiste: una nueva encuesta del mismo Los Angeles Times en el año 2000 dio
como resultado que el 57 por 100 de los preguntados consideraba que el aborto
es un crimen, pero la mitad de ese 57 por 100 era partidaria de permitir el libre
acceso al aborto a las mujeres 5.
A pesar de estos impulsos contradictorios —y quizás en parte a causa de
ellos— parece que la gente espera resolver el debate del aborto. Discuten en los
libros, en los parlamentos e incluso en los medios. Demuestran su desacuerdo
para resolver uno u otro aspecto del tema. Incluso aunque perciban que es im-
posible alcanzar una solución del debate, en su fuero interno mucha gente no
puede aceptar esto. Debe -
cen pensar; el problema es cómo llegar a ella.
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos se ha visto envuelto en una
lucha sobre el aborto durante la mayor parte de las últimas cuatro décadas. En
su momento, la sentencia de 1973 en el caso Roe v. Wade, respaldada por una
la controversia. Sin embargo, los que esperaban que esta sentencia resolviera el
asunto y borrara el tema del aborto de la esfera del debate político vieron rápi-
damente defraudadas sus esperanzas; en el mejor de los casos, la sentencia de
Roe v. Wade
aborto, y no ha existido posteriormente estabilidad en las perspectivas del Tri-
bunal Supremo sobre dicha cuestión. El derecho reconocido en dicha sentencia
Planned Parenthood v. Casey, pero tanto el contenido del derecho en cuestión
como los fundamentos de jurisprudencia sobre los que se asentaba han evolu-
cionado sustancialmente 6. De hecho, el Tribunal ha abandonado en gran me-
dida la argumentación que sostenía la sentencia original del caso Roe v. Wade.
En parte, la evolución en la comprensión del derecho al aborto protagoni-
Jueces Asociados William Rehnquist y Byron White fueron los únicos que
discreparon de la opinión mayoritaria liderada por el juez asociado Harry Blac-
kmun. En menos de dos décadas Rehnquist fue nombrado Juez Presidente y
muchos de los que formaban la mayoría original del caso Roe v. Wade habían
salido del Tribunal. Warren Burger, William Douglas, William Brennan, Potter
Stewart, Thurgood MARSHALL, Lewis Powell y Blackmun se habían jubilado
(lo mismo que el otro disidente del grupo mayoritario en el caso Roe v. Wade,
el Juez Asociado White) y habían sido reemplazados por los jueces John Ste-
vens, Antonin Scalia, Sandra Day O’Connor, Anthony Kennedy, David Souter,
Clarence Thomas, Ruth Bader Ginsburg y Stephen Breyer. Todos los sustitu-
5 Allisa J. RUBIN, «Americans’ Narrowing Support for Abortion», Los Angeles Times, 18 de junio de
2000, http://articles.latimes.com/2000/jun/18/news/mn-42249 (última consulta el 21 de abril de 2009).
6 112 S. Ct. 1791 (1972).
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