Los nuevos escenarios de la política y su impacto en la ciudadanía y en el derecho

AutorAna Rubio
CargoUniversidad de Granada
Páginas36-60

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I La Resignificación de la ciudadanía en el nuevo contexto político y económico de la globalización

La globalización económica1 y la deslocalización del capital están sometiendo a la Política a un fenómeno de transnacionalización que incide directamente sobre el contenido de la ciudadanía y la estructura y las funciones del Estado,2 más concretamente, en su nivel políticoadministrativo. Los cambios institucionales en curso y las dimensiones de los mismos son cualitativamente nuevos, aunque no lo sean los factores que los generan. Se ha pasado de un sistema de control económico bipolar a otro multipolar, aun sin precisar y confuso; se han transformado las relaciones entre el capital y el trabajo en la línea de una reorganización transnacional de la producción, que afecta directamente a las formas y modos del trabajo lo que genera fuertes niveles de vulnerabilidad en los trabajadores, al tiempo que impide a los Esta-Page 37dos ejercer control sobre lo que ocurre en sus mercados financieros, y proteger su capacidad productiva nacional.

El nuevo modelo de producción económica transnacional escapa, como acabamos de exponer, al control político de los Estados y los somete a duras exigencias de competición externa, que producen en su interior tensiones competitivas entre regiones y administraciones. Esta transformación del Estado, que desplaza decisiones y funciones hacia instancias transnacionales, regionales o locales, no sólo produce cambios en la estructura organizativa del nivel institucional de la Política, tal y como la conocíamos hasta ahora, también afecta a los objetivos y al contenido del hacer político estatal. Los cambios en curso están generando una estructura de poder en red (Castells) que desarrolla además un cambio de valores y actitudes, que no pueden identificarse sin más con las políticas neoliberales. Esta situación, aún sin consolidar, lleva a un amplio sector de la doctrina a afirmar que nos encontramos ante una nueva forma de gestión pública que podría derivar en un cambio de época. Estos datos permiten sostener que asistimos a una fragmentación del gobierno y a una desintegración de la voluntad estatal, que no supone menos Estado, sino otra forma de Estado3. Estos cambios en el modelo organizativo del poder hacen que cada uno de los núcleos de la estructura del poder asuma una fuerte responsabilidad en el logro de los objetivos políticos y económicos generales, lo que explica el cambio experimentado en el contenido del discurso político y en sus objetivos, al sustituirse la búsqueda de la justicia por la eficacia y la eficiencia y la legitimidad por la gobernanza. Valores estos últimos instrumentales, no sustantivos. Este giro no sólo afecta a la forma de gobernar, también tiene consecuencias en el modelo democrático sobre el que los gobiernos actuales se asientan.

Se argumenta que la nueva estructura política tiene el efecto positivo de descentralizar el poder acercándolo a la ciudadanía, de lograr una mejor gestión de los recursos públicos y de realizar una optima evaluación y seguimiento de los contenidos programáticos de los diferentes partidos políticos. Ahora bien, para que estos efectos positivos se produzcan es necesario que se creen las condiciones sociales y políticas para que la información sobre los diferentes problemas y recursos llegue adecuadamente a la ciudadanía y, de este modo, se haga posible una participación activa en todos y cada uno de núcleos de decisión y gestión. ¿Qué obstáculos pueden impedir los efectos positivos que, al menos en teoría, se presentan como posibles en los cambios institucionales en curso? Los frenos al desarrollo positivo de la descentralización del poder político pueden surgir:

  1. Del control mediático de la información;

  2. De la monopolización de la política que ciertos grupos económicos, o de presión, así como asociaciones y organizaciones, que enPage 38 nombre de la sociedad civil y de sus intereses realizan usurpando la participación ciudadana. El protagonismo de estos nuevos actores políticos privados se deja sentir en la forma en que condicionan los contenidos legislativos, desarrollan determinadas políticos públicos o gestionan problemas sociales con recursos públicos. Estos actores utilizan su capacidad de influencia en la opinión pública, mediante el poder que les proporcionan ciertos medios de información, para despolitizar y privatizar a la política, y

  3. Por último, la falta de tiempo y de acceso a la información de las ciudadanías en el actual modelo de vida. Una falta de tiempo que se genera como resultado de las largas jornadas de trabajo; de la necesidad de reciclarse profesionalmente; de la vida en ciudades inaccesibles que conforman un espacio hostil y compartimentado que dificulta la satisfacción de las necesidades básicas; del incremento en las responsabilidades familiares, etc. La participación activa de la ciudadanía exige información, pero además reflexión. Los ritmos actuales de vida dificultan, paradójicamente, la participación y el acceso a la información de las ciudadanías, cuando se dice que vivimos en la sociedad de la información y de la tecnología.

El carácter difuso de la política actual hace difícil la aplicación de los criterios tradicionales de legitimidad y de control ciudadano. Para afrontar este problema desde ciertos sectores se pide una extensión y reforzamiento de los tradicionales controles democráticos4. Sin embargo, yo pienso que esta demanda no es suficiente para afrontar los nuevos desafíos. Los cambios institucionales en curso necesitan de una nueva legitimación, así como de nuevos instrumentos de acción y de control. De ahí la necesidad de abrir un importante debate social y político sobre la democracia y la ciudadanía, para resignificar ambos conceptos. Esta tesis es contraria a las tesis liberales que sostienen que el debate sobre la democracia es un debate concluso.

II La desnormativización de la sociedad y las transformaciones del estado nación

Los cambios en curso en la estructura organizativa del Estado se presentan como un efecto natural del desarrollo democrático de la sociedad, como una profundización de la democracia representativa y como una reacción lógica de la ciudadanía ante el fracaso y la crisis del Estado de bienestar5. Esto es, harta la ciudadanía de tanto despro-Page 39pósito político, mala gestión y falta de cumplimiento de los objetivos políticos ofrecidos por los diferentes grupos políticos, decide asumir por sí, madura como está, la gestión pública y la puesta en marcha de los cambios necesarios para incrementar la eficacia y la eficiencia de la política. Estos argumentos están identificando, tras la caída del muro de Berlín, capitalismo y democracia6. Sin embargo, entendemos que este tejer o destejer del Estado no contribuye a la profundización de la democracia, ni a una mejora de los mecanismos de gestión pública. La falta de debate y de mejora de las reglas y procedimientos democráticos puede producir en las sociedades desarrolladas un debilitamiento de su contenido sustantivo y reducir la democracia a un simple procedimiento de adopción de decisiones colectivas. Los problemas actuales necesitan del desarrollo de discursos centrados en la calidad de la democracia7.

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No podemos ignorar los riesgos que presentan los cambios institucionales en curso exaltando las bondades de nuestras democracias occidentales frente a otras formas políticas. Nadie cuestiona el largo recorrido y desarrollo que las democracias occidentales han realizado en los dos últimos siglos. Nadie duda de la importancia de los modelos y valores, que a partir de la libertad y de la igualdad, se han consolidado como hegemónicos en los Estados democráticos, especialmente, en los países europeos. Sin embargo, aun reconociendo todo lo anterior, no se debe caer en un exceso de autocomplacencia y pensar que el camino recorrido y los valores asentados nos protegerán de una vuelta atrás. Tienen razón quienes defienden que la democracia como sistema de gobierno no tiene alternativa en el mundo actual y que la democracia es la forma política ideal8 para el capitalismo. Pero lo que ocultan es: de qué democracia estamos hablando ¿existe un solo modelo de democracia?

No todo son bondades en los procesos de descentralización, algunos de estos procesos deterioran la capacidad de gobernar, segmentan el poder ciudadano e incrementan la asimetría entre unos ciudadanos y otros9. No es cierto que para aumentar la eficacia y la eficiencia del aparato burocrático administrativo del Estado se exija menos política, ni una privatización de la política para acercar la administración a las necesidades de las ciudadanías. El debate político y la gestión política son dos momentos diferentes, que en la actualidad vemos confundidos con demasiada frecuencia. La democracia se asienta sobre la necesidad de establecer un conjunto de objetivos que puedan ser racionalmente aceptados por todos a los que deben vincular, mientras que la gestión política se encarga de la aplicación técnica de los objetivos políticos decididos o consensuados. Esto supone en palabras de Robert Dahl que la democracia es un sistema político en el que sus miembros se consideran iguales entre sí y colectivamente soberanos, como resultado de disponer de todas las capacidades, recursos e instituciones necesarias para gobernarse. Kelsen añade a esta exigencia una idea más...

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