El exilio en el nuevo mundo tras una guerra incivil

AutorEnrique Roldán Cañizares
Páginas217-253
217
capíTulO v
EL EXILIO EN EL NUEVO MUNDO TRAS UNA GUERRA INCIVIL
Cuando sobrevino la derrota, “que no vencimiento”1, Jiménez de Asúa
supo que no volvería a pisar España, al menos mientras Franco estuviera en el
poder. Al abandonar una patria que para nuestro protagonista era sinónimo
de “cultura, paisaje y destino”2, pasó a engrosar lo que el periodista sevilla-
no Manuel Chaves Nogales denominó “legión triste de los desarraigados”3,
arrastrando su tristeza hasta el otro lado del Atlántico. Los sentimientos de
dolor y de melancolía hacia una patria que abandonaba para buscar refugio
en tierras argentinas colmaron los primeros momentos del exilio; así, en una
conferencia pronunciada el 25 de agosto de 1939, recién llegado a la Univer-
sidad de La Plata, Jiménez de Asúa decía lo siguiente:
La historia demuestra que el español es un ser altivo. Por mucho que haya sido el tiem-
po de mi permanencia en países extranjeros, yo soy un español íntegro, con las virtudes
y defectos de mi raza. Cuando el drama de mi patria me hizo comprender que no podría
volver a ella, me hice prometer solemnemente, no pedir nada, no implorar nada. Lo he
perdido todo, mis libros, mi hogar, mi cátedra, mi profesión. Y lo que es más terrible, he
perdido a mi País. Cuando un español lo pierde todo, le queda no obstante su calidad de
español y con ella su salvaje altivez. Y como es lo único que le queda, se abraza a su defecto
o cualidad, magnicándola4.
Abril de 1939 no supuso la paz en España, sino el inicio del violento pro-
ceso de “pacicación”5, el cual se tradujo en la condena a muerte, al exilio o
al silencio de la intelectualidad crítica española, entre la que se encontraba
Jiménez de Asúa6. De esta forma, todos los miembros de los que habían pasa-
do a ser considerados como la “anti-España” hubieron de buscar el porvenir
fuera de la península. Argentina, a diferencia de México, se mostró reacia
1 Luis Jiménez de Asúa, “Crítica de obras”, en El Criminalista, Tomo VII, p. 326.
2 “Regionalismo y federalismo”, FPI, ALJA 432-28, p. 13.
3 Manuel Chaves Nogales, A sangre y fuego, Barcelona, Libros del Asteroide, 2016, p. 10.
4 “Conferencia sobre Derecho penal liberal”, FPI, ALJA 434-4, p. 34.
5 Javier Rodrigo, Hasta la raíz, Madrid, Alianza Editorial, 2008, p. 164.
6 José Luis Abellán, “El exilio de 1939: la actitud existencial del transterrado”, en
José Luis Abellán [et al.], El exilio cultural de la guerra civil, Ediciones Universidad de
Salamanca, 2001, p. 30.
ENRIQUE ROLDÁN CAÑIZARES
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desde inicios de la guerra a acoger a los “indeseables” republicanos españo-
les7. El rechazo sufrido por parte de los compañeros argentinos supuso que
tuviera que empezar desde cero, siendo la Universidad de La Plata, gracias a
las gestiones de José Peco, la que le dio la oportunidad para reemprender su
tarea como docente y como penalista.
Este capítulo se ocupará de ese resurgimiento como jurista en La Plata
(además del posterior abandono de la Universidad) desde tres perspectivas.
La primera de ellas la compone un estudio de las tendencias penales de Jimé-
nez de Asúa, donde se podrá comprobar que una vez iniciado el camino de la
dogmática penal, nunca la abandonó. Las otras dos perspectivas tienen que
ver con la relación que mantuvo con los juristas de la época, estudiando, de
una parte, el contacto con los penalistas argentinos, donde destacarán Euse-
bio Gómez y Sebastián Soler, y haciendo, de otra, un análisis de los derroteros
tomados por sus discípulos (tanto los que decidieron permanecer en España
como los que partieron al exilio) y de los otros dos penalistas de mayor impor-
tancia en el los primeros pasos del régimen franquista, Eugenio Cuello Calón
e Isaías Sánchez Tejerina.
1. un pez en un nuevO OcéanO: la recepcIón pOr parTe de lOs penalIsTas ar-
genTInOs
A pesar del dolor por abandonar España, Jiménez de Asúa pudo considerar-
se lo que José Gaos, discípulo de Ortega y Gasset, denominó como “transterra-
do”; esto es, aquella persona que no sufría plenamente los sinsabores del des-
tierro por establecerse en una tierra, en este caso la hispanoamericana, que le
era afín8. Sin embargo, los primeros compases del exilio estuvieron lejanos de
ser sinónimo de confraternidad hispanoamericana, debido fundamentalmente
al recibimiento inesperado que tuvo Jiménez de Asúa por parte de algunos de
sus colegas argentinos. Así, se deben destacar los casos de Juan P. Ramos y
José E. Coll, que tras el destacado papel de nuestro autor en el régimen republi-
cano le dieron la espalda, mostrando una actitud muy distinta a la del año 1923
cuando lo recibieron con honores en la Universidad de Buenos Aires9.
7 Dora Schwarzstein, Entre Franco y Perón, Barcelona, Crítica, 2001, p. 57.
8 Antonio Monclús Estella, “José Gaos y el signicado de transterrado”, en José Luis
Abellán y Antonio Monclus (coords.), El pensamiento español contemporáneo y la idea
de América. II – El pensamiento en el exilio, Barcelona, Anthropos, 1989, pp. 33-36.
9 Enrique Bacigalupo, “Epílogo”, en Luis Jiménez de Asúa, La teoría jurídica del
delito, pp. II-III.
DERECHO PENAL, REPÚBLICA, EXILIO
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El segundo, que en aquellos momentos ostentaba el cargo de ministro de
justicia de un gobierno que había surgido de unas elecciones fraudulentas,
reprochó a Jiménez de Asúa su inclinación política; mientras que Juan P. Ra-
mos optó por no acercarse a él tras su llegada al exilio, dejando que el tiempo
pasara. Las relaciones con Juan P. Ramos no tardaron en retomarse, envian-
do a su colega argentino una serie de libros y artículos cariñosamente dedi-
cados en el año 1943. Juan P. Ramos le contestó explicando las razones de su
paso a un lado, no queriendo que el primer encuentro con su antiguo amigo
estuviese marcado por las discusiones ideológicas. Jiménez de Asúa, por su
parte, respondió cordialmente, perdonando toda actitud pasada de Juan P.
Ramos, y recordándole “que a los hombres no [les] separa[ba]n las ideas, sino
las conductas”10. En cuanto a la relación con Jorge E. Coll, no se sabe en qué
punto se retomó el contacto, pero no cabe duda de que volvió a existir una
relación cordial, pudiendo deducirse de la participación del otrora ministro
argentino en la cena ofrecida en 1959 a Jiménez de Asúa por los profesores
de derecho penal de la Universidad de Buenos Aires en celebración de los 70
años de nuestro profesor11.
A pesar de esta primera situación de rechazo, Jiménez de Asúa consiguió
asentarse en la Universidad de La Plata, comenzando a ocupar una posición
relevante dentro del derecho penal argentino. Es en este contexto donde quie-
ro analizar la relación de nuestro autor con dos penalistas de las tierras del
Plata: Eusebio Gómez y Sebastián Soler, el primero seguidor de las ideas po-
sitivistas y el segundo completamente alejado de la corriente italiana, cultiva-
dor de la dogmática alemana y defensor del derecho penal liberal. Cada uno
de ellos representaba las dos fases que Jiménez de Asúa había atravesado
desde su entrada en el mundo del derecho panal hasta su abandono de Espa-
ña; además, en el mismo año que Jiménez de Asúa ponía pie en tierra argenti-
na, Eusebio Gómez publicaba el primer tomo de su Tratado, mientras que un
año después Sebastián Soler hizo lo propio con su obra Derecho penal argen-
tino12. Por lo tanto, teniendo en cuenta las inclinaciones penales de cada uno
y que el inicio de la publicación de sus obras más relevantes coincidió con la
llegada de Jiménez de Asúa a Argentina, el estudio de la relación de nuestro
10 “Correspondencia con Juan P. Ramos”, FPI, ALJA 420-19, pp. 2-5.
11 “Discurso de Jorge E. Coll, en la cena ofrenda por los profesores argentinos de de-
recho penal de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, el 19 de junio de 1959”, FPI, ALJA
460-11, p. 1.
12 Luis Jiménez de Asúa, Tratado de derecho penal, Tomo I, p. 12.

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