La escondida excelencia de un oficio humilde

AutorModesto Barcia Lago
Cargo del AutorDoctor en Derecho, Licenciado en Filosofía y en Ciencias Políticas
Páginas513-515

Page 513

Decía más atrás que la vocación del abogado entraña un compromiso ético y de honor con el conjunto de la sociedad. Va prendido este compromiso inseparablemente, como nos recuerda el Decano OSSORlO y GALLARDO, en el "alma de la toga". Ese atuendo austero -"¡Ah! eso del peso de la toga sobre los hombros no es un tópico vano, aunque el uso lo haya hecho cursi"- que, en su dignísima sencillez, eleva simbólicamente al profesional, por encima de su falible condición humana, a la de ministro de la Justicia1031. Aquí confluyen las funciones propias del abogado y del juez en un mismo próposito, pues, como sostiene BURGOA ORIHUELA, "es evidente que el buen abogado y el buen juez se integran indisolublemente en la recta administración de justicia"1032.

Puede ser que, en opinión de NIETO, "la fe en el Derecho es invulnerable a su evidente fracaso social"1033. Podemos, y debemos, ver más lejos, pero no saltar más allá de nuestra sombra, la que produce el sol de la historia en cada época; ello es fuente de insatisfacción para el jurisprudente atento, que no debe olvidar que, como ya BOBBIO tiene advertido, "teoría y praxis caminan sobre dos planos distintos y a diferente velocidad", y en ese sentido continuaba explicando el iusfilósofo italiano, "quiero recalcar que de los derechos del hombre se ha hablado y se sigue hablando en estos años entre estudiosos, filósofos, juristas, sociólogos y políticos, mucho más de aquéllo que hasta ahora se ha conseguido hacer para reconocerlos y protegerlos efectivamente, ésto es, para transformar aspiraciones, Page 514 nobles pero vagas, exigencias justas pero débiles, en derechos en sentido propio (en el sentido en que hablamos de derecho los juristas)"1034.

Por eso yo no creo que sea tan evidente el fracaso que proclama tan ilustre jurista español, sino que, más bien al contrario, se constata que el Derecho, aun con todas sus humanas imperfecciones en su propia expresión abstracta y en sus debilidades prácticas, resulta, como ya vimos en Celso, ese ars boni et aequi1035 que es motor de civilización, y la Abogacía, engarzada inextricablemente en el Derecho como instrumento fundamental de éste para su realización, ha de asumir la carga y honor de esta profunda exigencia ética como su íntima razón de ser.

En este punto, no en el reflejo áureo que a veces la contamina, reside la verdadera "noblesse de robe".

Sacerdotes iustitiae eran para Ulpiano los juristas, y esa cuasi mística transformación es la que hace...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR