Economías colaborativas y crisis del capitalismo: un análisis a través de la prosumición

AutorJavier Gil
Páginas468-501

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"Cómo ganar 1.000 € al mes gracias a la economía colaborativa" (SocialCar, 2016). Éste titular daba inicio a un post publicado en el blog de la plataforma de vehículos compartidos SocialCar. El objetivo del post era explicar cómo cualquier persona puede ganar, no ya dinero extra por medio de la economía colaborativa, sino todo un sueldo:

"Numerosas plataformas de consumo colaborativo permiten conseguir ingresos extra a sus usuarios. Pero ¿se puede conseguir un sueldo? La respuesta, obviamente, es que sí, siempre que dispongas de los recursos y habilidades necesarias así como de tiempo y ganas de promocionarte. Aquí tienes una posible manera de conseguir 1.000 € al mes utilizando 6 plataformas colaborativas"

(ibid).

Éste post impulsa la idea de que cualquier persona en nuestra sociedad puede conseguir un sueldo de 1.000 € euros al mes por medio de distintas plataformas de la economía colaborativa. Además, parece algo asequible para todas las personas, pues lo único que se necesita son recursos, habilidades, tiempo y ganas. Pero ¿cómo se consiguen esos 1.000 €? Según el post: 300 €

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alquilando tu habitación (Airbnb), 250 € alquilando tu coche (Social Car), 150 € ofreciendo actividades turísticas (Trip4Real), 120 € vendiendo muebles, moda y otros accesorios (Wallapop), 100 € compartiendo trayectos en coche (Blablacar) y 80 € paseando los perros de otras personas (Gudog). Además, según el post, si se quiere obtener un sueldo superior a los 1.000 €, se recomienda también cocinar para otras personas (VizEat) o alquilar espacio libre de tu vivienda para que otros guarden sus trastos (LetMeSpace).

Éste post fue publicado en marzo de 2016, en el blog de la plataforma SocialCar, "la empresa líder de alquiler de vehículos particulares en España", como indican en su página web. Cabe recordar que en aquellas fechas España era el segundo Estado de la Unión Europea con una mayor tasa de desempleo (en torno al doble de la eurozona), una tasa que no descendió del 20% durante los últimos cinco años, en los que estuvo fluctuando en torno a los cinco millones de desempleados, más de la mitad de los cuales eran desempleados de larga duración y con un desempleo juvenil que superaba el 40%. Pero, si es tan fácil para los usuarios ganar un sueldo de 1.000 € al mes gracias a la economía colaborativa, ¿qué hacen estos cinco millones de desempleados, principalmente los jóvenes, que no se ponen a ello?

En este trabajo, en primer lugar, se va a analizar la relación entre economías colaborativas y neoliberalismo. Se sugerirá que las economías colaborativas tienen un enorme potencial para el desarrollo del neoliberalismo. Por medio de la subjetividad neoliberal, las personas tienen el potencial de convertirse en empresarios de sí mismos. El efecto sería una expansión de los límites del mercado hacia esferas no económicas, hacia el ámbito de la vida privada de las personas. Como resultado, tal como se observa en el post de SocialCar, la población automercantilizaría toda una serie de bienes, espacios, actividades, tiempos y relaciones, de ámbitos no económicos propios de la vida privada de las personas.

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Estos procesos se desarrollan por medio de los discursos del emprendimiento. El objetivo de dichas narrativas, como es el caso del post de SocialCar, es motivar a la población a que emprenda actividades en el marco de la economía colaborativa. Para ello, cada vez son más frecuentes posts como el expuesto con anterioridad, en los que se exalta la facilidad con la que se pueden obtener beneficios en este tipo de economías. Pero, como se ha visto, estas supuestas destrezas de las economías colaborativas resultan paradójicas en un contexto de desempleo masivo y crisis económica. Por ello, en este trabajo se va a analizar, en segundo lugar, la relación entre las economías colaborativas y la crisis del capitalismo, en concreto en relación con la crisis del trabajo asalariado.

Para analizar la relación entre economías colaborativas, neoliberalismo y crisis del trabajo asalariado, se empleará el concepto de prosumición. Este concepto es una categoría sociológica cuyo uso es cada vez más frecuente en el análisis del cambio social. Suele estar asociado a la comunicación y organización social, al trabajo, a la economía, a la política, a las nuevas formas de producción y consumo, así como a las TIC, internet, las economías digitales, las economías colaborativas o los medios de comunicación. Uno de los análisis más recientes y completos respecto a las economías colaborativas es el trabajo del profesor de la New York University Arun Sundararajan (2016). Emplea el concepto de crowd-based capitalism para analizar las economías colaborativas y las transformaciones que generan. Pero, como él mismo reconoce (ibid: 19), dicho concepto no abarca toda una serie de actividades que de alguna manera se relacionan con la economía colaborativa, como son las cooperativas de alimentos, las cooperativas para compartir vehículos, los bancos de tiempo, las iniciativas para compartir bicicletas, el co-housing o el co-working. Este trabajo, si bien no va a analizar dichas actividades, parte de la consideración del concepto de prosumición como

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aquel que tiene una mayor capacidad para explicar algunas de las transformaciones de las sociedades contemporáneas en relación a los elementos señalados con anterioridad. Este concepto es abstracto y difuso, y debe ser definido y desarrollado en profundidad para poder emplear todo su potencial como categoría analítica. Por tanto, en este trabajo se recurre al concepto de prosumición para analizar las economías colaborativas en el contexto de los cambios que está sufriendo el neoliberalismo y la posible crisis del trabajo asalariado.

El capítulo se divide en tres apartados. En primer lugar, se explica brevemente el concepto de prosumición y algunas de sus principales implicaciones. En el segundo apartado, se aborda el concepto de neoliberalismo (como una modalidad de capitalismo determinada que se está convirtiendo en la forma dominante en nuestras sociedades) y se pone en relación con el concepto de prosumición. En tercer lugar, se repasa la relación entre productividad, trabajo y crisis del trabajo asalariado, para plantear, en términos teóricos, su relación con la prosumición.

1. Qué es las prosumición

Las innovaciones tecnológicas de las últimas décadas -internet, teléfonos inteligentes, redes sociales digitales, aplicaciones y plataformas web, etc.- están posibilitando nuevas formas de producción, intercambio y consumo. Estas hacen que la división entre productores y consumidores se diluya, surgiendo el sujeto prosumidor, encargado de realizar funciones de producción y consumo simultáneamente (Denegri-Knott y Zwick, 2012; Rey, 2012; Ritzer y Jurgenson, 2010; Humphreys y Grayson, 2008; Rifking, 2014). El elemento principal es que los consumidores se incorporan a los procesos de

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producción. De esta manera, producción y consumo ya no aparecen como dos esferas separadas: cada vez más la producción se genera en espacios de consumo, mientras que el consumo se hace más productivo (Rey, 2012).

Las categorías de "productores" y "consumidores", tal y como las entendemos, surgen con la modernidad y son propias de las sociedades capitalistas, que se diferencian de las sociedades precapitalistas - principalmente- por el hecho de que las personas trabajan no para producir bienes para su propio consumo, sino por un salario que les permita adquirir en el mercado bienes que han sido producidos por otras personas (ver Polanyi, 1992; Postone, 2006). Lo que se pretende explicar por medio de estas categorías es una dinámica propia de nuestras sociedades, históricamente determinada por el capitalismo: el hecho de que en las sociedades capitalistas las personas producen no para consumir lo que producen, sino para intercambiar y consumir aquellos artículos producidos por otras personas (Marx, 1984; Postone, 2006). Bien es cierto que la división social de la población en "productores" y "consumidores" no es perfecta, y es cada vez más complicado clasificar ciertos procesos como de "producción" o "consumo". En la sociedad prosumidora resulta imposible hablar de producción y consumo como dos esferas separadas y dos polos opuestos. Los procesos de prosumición se configuran por medio de un continuum en el que fluyen distintas formas y grados de producción y consumo, lo que hace que la producción se redefina como prosumición-como-producción (prosumption-as-production) y el consumo como prosumición-como-consumo (prosumption-as-consumption) (Ritzer, 2014).

Actualmente se pueden observar al menos cinco tipos de prosumición: prosumición de datos, prosumición de contenidos, prosumición de servicios, prosumición manufacturera y prosumición energética (Gil, 2016a). De esta manera, la prosumición es un concepto que enmarca una multiplicidad de

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prácticas y actividades, que muchas veces nada tienen que ver entre sí. Lo que posibilita que estas prácticas y actividades se denominen prosumidoras es que todas cumplen las características mínimas que debe cumplir cualquier proceso de prosumición: se permite un acceso masivo de la población a los medios de producción; los costes de producción e intercambio se reducen drásticamente y tienden a cero, y la producción y la oferta se vuelven potencialmente "infinitas" (Gil, 2016b).

Además, un mismo tipo de prosumición puede adquirir múltiples formas y tener diferentes impactos en nuestra sociedad. El impacto de la prosumición se puede analizar en relación con distintos factores: el valor, el objetivo, el trabajo, el tipo de economía, el tipo de reputación digital, el sector y si...

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